miércoles, 8 de octubre de 2014

EN EL REINO DE LA DESCONFIANZA

    Vamos de Pujol a las tarjetas fantasmas de Bankia y de ahí saltamos a la irrupción del Ébola, ya con la sensación de que siempre nos ocurrirá lo mismo, a saber, que nos enteraremos tarde, cuando el daño es irreparable, cuando solo nos quepa constatar que, obligados a pagar los platos rotos por acuerdos que nos son ajenos, estuvimos patéticamente indefensos a lo largo de todo el camino.
     Si se desmontó la unidad especializada del hospital Carlos III, que por algo existía, ¿qué cabía esperar? Aquí nada ha ocurrido por casualidad. Los señores Pujol y Blesa llevaban años haciendo de las suyas, amparados por complicidades de altísimo nivel, como los señores Bárcenas y Urdangarín (presuntamente, por descontado). A los daños económicos y sociales viene ahora a sumarse un daño sanitario de interés mundial, resultado de recortes de una frivolidad que hiela la sangre.
    Vienen a la memoria los fallos de seguridad que causaron las tragedias del Alvia y del Yak. La respuesta es siempre la misma: se investigará…, todo se ha hecho correctamente. Lo que se empieza con brillantez, el lanzamiento de un banco, el tren veloz (digno de exportación)  o la acción humanitaria (propia de una potencia de primer orden), acaba fatal  para las gentes normales, siempre por la misma razón: unas chapuzas en la parte no visible.  Los militares se estrellaron en un avión comatoso, el Alvia se salió de la curva por motivos tercermundistas encubiertos. Así vamos. Al final la culpa de todo ha sido del conductor del Alvia;  ahora, de la enfermera, que supuestamente se tocó la cara.  Nunca de las altas autoridades y sus famosos protocolos.
    Se constata que la indignación viene acompañada por una desconfianza máxima. ¿Nos dicen que es preceptivo liquidar a ese perrito llamado Excalibur? ¡Pues no les creemos! ¡Salimos en tromba en defensa de su vida!
    Quienes se han felicitado de las raíces vigorosas de nuestra economía causan una alarma social tintada de paranoia cuando insinúan que no hay nada que temer en lo tocante al Ébola. La confianza en el sistema se ha venido abajo por dilapidación. Si uno se pregunta cómo se podría recuperar este bien tan precioso, se queda en blanco. Y no habiendo confianza, no puede haber esperanza,  por lo que hay que comprender que mucha gente se la busque en la demolición del sistema y su sustitución por otro de nueva planta. Lo que no es prudente, pero tampoco más imprudente que los usos políticos y económicos que nos han metido en este callejón sin salida.

domingo, 5 de octubre de 2014

EL ESCÁNDALO DE LAS TARJETAS


      Con la que está cayendo, con las preferentes supurando, con el rescate de Bankia cargado en la cuenta del sufrido contribuyente de hoy y de mañana,  estalla el escándalo de las tarjetas fantasma. Como ya conocemos el percal, no hay sorpresa. Preparados estamos, además, para que los inventores y los usuarios de dichas tarjetas se vayan más o menos de rositas. Ya sabemos que estas trapacerías se hacen, aunque no lo parezca, sin perder de vista el filo de la navaja, resultando de ello que lo que desde la calle se ve como estafa clarísima sea una listeza no punible desde la óptica de la autoridad, acaso por razones de caducidad o por no haberse superado el límite entre el pasadón y el delito propiamente dicho. Una cosa son los chorizos y  otra los chorizos de guante blanco, siempre supuestos y sumamente huidizos.
      Si nos atenemos a la formidable serie de escándalos habidos hasta la fecha, este de las tarjetas bien podría ser, aunque haya otros más gordos, el definitivo, el que sirva para dar por archidemostrado lo que da de sí la mentalidad de la llamada casta, sobresaliente en desfachatez. Y esto porque el mecanismo es, a diferencia de lo ocurrido en casos como los de Bárcenas o Pujol, mareantes desde la calle, de una sencillez tal que cualquiera puede entender la jugada.
    Todos sabemos qué es una tarjeta y qué un cajero. Por así decirlo, el señor Blesa y los usuarios de las tarjetas opacas han sido pillados por la ciudadanía con las manos en la masa, y resulta de poca relevancia que devuelvan el dinero o que dimitan o los dimitan. La imagen ha quedado en la retina de forma indeleble. Los pillados in fraganti representan a todos los equipos, tan entongados entre sí que vemos confirmadas nuestras intuiciones más maliciosas e inquietantes. Que unos hayan abusado menos que otros no suaviza el cuadro.  El efecto político es devastador, potenciado al máximo por la mezcla de personas conocidas y desconocidas, representantes estas de los misteriosos sujetos que chupan y chupan.
     Ahora se anuncia por parte de la autoridad una investigación a fondo sobre tales tarjetas en  todos los ámbitos, Ibex incluido. Si resultase que son de uso normal no solo en Bankia, los pillados de esta entidad podrían refugiarse en la multitud de agraciados,  en una costumbre tan arraigada que no se puede erradicar de la noche a la mañana. A saber lo que resulta de esa tardía pesquisa; de momento, ya tenemos bastante. Se ha metido mano al dinero ajeno, se ha burlado a Hacienda, se ha despilfarrado, se ha traicionado, pringado, sobornado, etc., etc.
      Nos vemos ante una curiosa retroalimentación de la picaresca y el caciquismo de toda la vida y los modos neoliberales. El resultado es  una ola de inmundicia que viene de lejos y que de momento no hay dique que detenga. El bien común no figura en la corta lista de intereses de esa clase satisfecha, mafiosa y chupóptera que ahora se llama casta, ya habituada a toda clase de privilegios, ya puesta en situación de despreciar y saquear al común de los mortales con la mayor naturalidad.
    ¿Se imagina el lector al usuario de la tarjeta fantasma aproximándose de lado al cajero, con gabardina y gafas negras? Yo no. Lo veo actuar a cara descubierta, con la autoestima por las nubes, con una buena conciencia a toda prueba, ajeno a la relación entre sus billetes y el sudor del prójimo.
    Lo tremendo no es el asunto de las tarjetas, sino esa naturalidad con la que se succionan los dineros arduamente producidos por los  pobres diablos que se encuentran en un plano inferior, sometidos a otras leyes y controles. Cuando el proyecto de devolvernos al siglo XIX se haya sido cumplido hasta sus últimas consecuencias, las tarjetas negras serán invisibles e indetectables, y la gente común será sencillamente pobre, como entonces. Lo de las tarjetas, siento decirlo, es un pequeño botón de muestra, una indicación de la mentalidad subyacente. Con esa mentalidad no solo se acaba con una caja antaño solvente y respetable, sino también con un país hecho y derecho. ¡Lo estamos viendo!

       

jueves, 2 de octubre de 2014

EL DESAFÍO DE LA GENERALITAT

   En el peor momento, cuando la Bestia neoliberal nos está comiendo por los pies, se entra en una fase de gravísima incertidumbre en el plano de la organización territorial. Hasta aquí hemos llegado por una serie de insensateces y torpezas que causará no poco asombro a los historiadores del mañana. ¿Y ahora qué?  Dicho sea con la debida frialdad y con respeto a las partes implicadas, lo único claro es que el follón le viene de perlas a la citada Bestia, experta en maniobras de camuflaje y en hacer saltar países.

    Ya tenemos a CIU y a ERC encubriendo su antisocial conducta y su extravagante maridaje con  una gran pasión nacionalista. Ya tenemos al gobierno de la nación haciendo exactamente lo mismo. Si el derecho a decidir es legítimo en teoría,  en este caso concreto huele tan mal como el desprecio que merece a dicho gobierno. La idea de arroparse en la bandera para ocultar las vergüenzas es tan vieja como peligrosa para la convivencia. Tercia entonces Pedro Sánchez y nos invita a apostar por una reforma constitucional. Con semejante enfrentamiento de por medio y con la irritación reinante, ¿es verosímil que tal reforma sea un éxito? La cosa ha llegado a tal punto que un federalismo asimétrico puede saber a poco a los catalanes y sentar mal a los demás. Mientras lo discutimos, en todo caso, la Bestia neoliberal se dará otro festín a nuestra costa, feliz de que este país sea incapaz de concebir nada que le pueda molestar.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

LA CAÍDA DE RUIZ-GALLARDÓN

     El presidente Rajoy resolvió finalmente retirar la ley antiabortista, dejando tirado a su ministro de Justicia. Oigo decir que, hechos los cálculos, el señor Arriola llegó a la conclusión de que su promulgación saldría demasiado cara en términos electorales y que el presidente se ha atenido a sus sabios consejos. Por lo visto, el PP considera más llevadera la ira de los votantes estafados que el retrato de trazo predemocrático que se proyectaría sobre las conciencias, peor incluso que la mala impresión producida por el frenazo, propio de una torpísima conducción.
      Resulta intrigante la cuestión de por qué se metió el PP en semejante callejón sin salida a sabiendas de que su extremoso proyecto de ley solo podía ser del agrado de una minoría.  ¿Por qué lo planteó, por qué jaleó a esta minoría?  ¿Cómo pudo atreverse a llamar asesinos a quienes no consideramos ni remotamente válidos los planteamientos que empleaba para arrastrarnos por su cuenta y riesgo a las coordenadas de los años cincuenta del pasado siglo? Ahora habrá quien le acuse de asesino precisamente, por dejar la ley como está, al parecer con un solo retoque, para impedir que las menores de edad puedan abortar sin el consentimiento de sus padres.
      Por mi parte, creo que el frenazo de Rajoy y la caída de Ruiz-Gallardón no son meras anécdotas preelectorales. El ala neoconservadora del PP, tan arrogante en el punto de partida, tan decidida a imponernos su dogmática doctrina, ha sufrido una lección severísima. Si querían imitar al Reagan de la Moral Majority y a la victoriana señora Thatcher, imponiéndonos una versión española sumamente ofensiva para los derechos de la mujer,  el tiro les ha salido por la culata. Esta sociedad no está para tales bollos. Ya dije alguna vez que era un error confundir a este país con la América profunda.
     El capitalismo salvaje, esencialmente inmoral, no puede funcionar en seco, por lo que sus promotores han dado siempre, desde los años setenta del siglo XX, una gran importancia a los resortes religiosos o pseudoreligiosos, como parte del titánico esfuerzo por acabar con todo rastro de progresismo. Envalentonados por la desenvoltura de los neoconservadores de otras latitudes y por la mayoría absoluta, los redactores del anteproyecto de Ruiz-Gallardón se han dado de bruces con la realidad.  A estas alturas el modelo adoptado, esa suma de capitalismo salvaje y neoconservadurismo,  como cosa sectaria y tramposa, solo puede inspirar repugnancia a las personas sensatas.

viernes, 12 de septiembre de 2014

¡QUE VIENE EL COCO!


 Se entiende la consternación de la derecha ante el surgimiento de Podemos, y nada sorprenden los argumentarios que ha puesto en circulación para descalificar al novedoso fenómeno. Pero a mí me consterna que gentes afines al PSOE  se los copie, sin privarse de ninguna grosería. Así se le da la razón a quienes sostienen que el PP y el PSOE son tal para cual.
     El señor Sánchez acaba de afirmar que no pactará con Podemos bajo ningún concepto, por tratarse de un partido “populista” y “chavista” del que solo cabe esperar, asegura, una sociedad no igualitaria y unas cartillas de racionamiento. Fin de mis esperanzas en el señor Sánchez, el Venizelos de turno, una desgracia para su partido, para la izquierda y para el país.  Resulta que ni se tomó la molestia de tomar un café con los señores Iglesias y Monedero.
    Se nos hace saber  tanto desde el PP como desde el PSOE que Podemos es una “cosa de locos”, un monstruo populista, un lobo con piel de cordero, un  fenómeno criptototalitario, criptocomunista, criptochavista, criptocastrista, criptofascista, acaudillado por unos demagogos de la peor especie. Ni por cortesía se contempla la posibilidad de que pueda tratarse de algo nuevo, made in Spain. ¡Que viene el coco! A ver si cunde el voto del miedo, el único que les puede salvar.
      De paso, el PSOE y el PP se congratulan a sí mismos, los angelitos, y se sienten autorizados a pedirnos una nueva oportunidad. ¡Es el colmo! Como el primero ha enterrado hace tiempo a Pablo Iglesias el viejo, como el segundo hasta ha olvidado por qué se reputa popular, habiendo enterrado ya sus componentes socialcristianos, social-liberales y socialdemócratas,  de los que nadie se acuerda ya, entregados ambos a sus respectivos gurús, esencialmente conformes con el papel de encomenderos, ya hechos a la mentir y a la sofistería, ya no saben qué demonios hacer para continuar el proyecto canalla de devolvernos al siglo XIX, por definición antipopular. Ya habituados a presumir ante sus superiores orgánicos de lo muy bravos que son en materia de recortes, fastidiados están. Su propia supervivencia política depende de la asistencia de dichos superiores, para nada de fiar, perfectamente capaces de tragarse países enteros.
       Después de haber dilapidado su propio crédito político y el de la entera Transición, después de haber prostituido a nuestras espaldas la Constitución con el artículo 135, después de haber consentido la perversión del sistema al punto de convertirlo en un mecanismo de succión  de la riqueza en sentido ascendente, una traición a lo acordado en la Constitución de 1978  y a lo que dicta el sentido común en una sociedad civilizada, todo en beneficio de la famosa casta, resulta que el PSOE  y el PP son los buenos de la película, autorizados a señalar con el dedo a los malos… antes de que hayan hecho nada tan ruin  como lo por ellos realizado.
       No sé qué cosa linda y suavecita esperaban ellos como respuesta a su irresponsable galopada hacia el abismo. El caso es que les ha salido Podemos, y que hasta deberían estar agradecidos por sus modos, que solo podrían agriarse si ellos no tienen mejor idea que hacerse los sordos, seguir insultando y pasteleando a nuestras espaldas con las cosas de comer.
        Hay que tener mucha jeta para atacar preventivamente a Podemos, que se encuentra en fase de formación, atribuyéndole todos los males del populismo, después de haber practicado el populismo berlusconiano con el mayor desparpajo a costa de la verdad un año tras otro; mucha cara dura para acusar de demagogos a los dirigentes de Podemos después de haber batido todos los récords de demagogia y cinismo (brotes verdes, raíces vigorosas, etc.); mucha jeta para acusar a Podemos de tener una intención totalitaria después de habernos metido a patadas en una obra de ingeniería social totalitaria que nos dejará irreconocibles y desesperados ante la cáscara de una democracia sin contenido.  Y hay que tener un rostro de basalto para arremeter contra Podemos por su supuesta adscripción a modelos extranjeros, bolivarianos o castristas, mientras se aplica a rajatabla el abecé de movimiento neoliberal, que no surgió precisamente en Lavapiés y que pretende retrotraernos a las coordenadas del siglo XIX, de las que tanto nos costó salir. 
      ¡Que viene el coco! Pues claro que viene, dado el nulo propósito de enmienda de nuestra clase dirigente. Pero que nadie se llame a engaño: ese coco inspira a mucha gente menos temor y bastante más esperanza que la Bestia neoliberal y neoconservadora que nos está comiendo por los pies. Habrá quien prefiera lo malo conocido a lo bueno por conocer, pero, por favor, que no olvide lo siguiente: lo malo conocido hasta la fecha no permanecerá igual a sí mismo; se irá agravando imparablemente, hasta el horror, como acredita la historia de los diversos países que ya han pasado por esto. 

miércoles, 3 de septiembre de 2014

ALFONSO GUERRA VS. JUAN CARLOS MONEDERO

      He tenido ocasión  de presenciar el encontronazo de Guerra y Monedero en el programa de Jesús Cintora. Y no me ha parecido una pequeña anécdota pintoresca sino algo que merece ser analizado con detenimiento. Se me antoja que hay un antes y un después, por la relevancia de ambos.
     Como hemos de suponer que el señor Guerra representa al ala izquierdista del PSOE, ha quedado claro, con brutalidad incluso, que no hay convergencia posible entre este y Podemos, ningún puente, ni siquiera hipotético, entre las dos formaciones, la vieja y la nueva, entendida esta según el veterano político como “cosa de locos”,  justo lo que no es. Para cosa de locos, lo de Venizelos, lo de Hollande.
    Como el señor Guerra es un hombre de lecturas elevadas, como no está en primera fila, como es de suponer que ha tenido tiempo de meditar serenamente sobre los errores cometidos por el PSOE en su gestión del proyecto de izquierdas, me defraudó completamente. La manera en que hurtó el cuerpo al funesto artículo 135 de la Constitución me dejó pasmado. ¿Y qué pensar de sus modales? Mucho le agradecí al señor Monedero su exquisito dominio de las buenas maneras, el justo sentido de las palabras, lo que me ha dado mucho que pensar y alguna esperanza. Si con la cantidad de burradas que tiene que oír, por no hablar de las interpretaciones torticeras de lo que dice, no se ha avinagrado ya, buena señal, porque aquí mucha gente pide un cambio real y claridad, pero no concesiones a lo que se entiende por un  mal rollo.
    ¿Es que Guerra  no da más de sí? Bueno, tenemos el texto que publicó en la revista Tiempo, motivo de la entrevista que degeneró en encontronazo. Allí, sin incidir en la responsabilidad de los socialistas europeos, sin una autocrítica seria, previene contra el resurgir del totalitarismo, en versión neofascista o neocomunista. Y todo termina en un llamamiento a  los partidos conservadores y socialdemócratas, para que rectifiquen, no sea que la desesperación provoque un retorno a los  regímenes autoritarios del pasado.
    No está  mal ese artículo como esbozo de lo que ha sucedido y de lo que puede suceder, pero es evidente que la historia se le ha echado encima. Dichos partidos conservadores y socialdemócratas se comportan desde hace mucho tiempo como perfectos insensatos, dilapidando su crédito y la legitimidad del sistema. Y ya sabemos lo que hacen con este tipo de llamamientos a la cordura (llamamientos que yo mismo he hecho en este blog, con la correspondiente ingenuidad). Guerra nos da a entender que solo estos partidos están capacitados para hacer algo positivo, lo que es pedir peras al olmo y, de paso, cerrar la puerta a posibles competidores.
      A su parecer tanto Syriza como Podemos son fenómenos de intención totalitaria, monstruos en potencia. De los diversos interrogantes que se me plantean, hay uno especialmente enjundioso: ¿Da por supuesto el señor Guerra que es inconcebible una versión no totalitaria del comunismo, ni tampoco del socialismo propiamente dicho? Me temo que sí, aunque me cueste creer que haya llegado a semejante extremo de dejadez intelectual. Por lo visto, tendremos que conformarnos con nuestro socialismo acomodaticio, pues fuera de él no existe ningún socialismo democrático. ¡Acabáramos! 
     En este contexto, se entiende que el señor Monedero pudiese dejar a Guerra fuera de juego con la declaración de que  Podemos aspira, entre otras cosas,a dejar atrás las coordenadas del izquierdismo totalitario. Guerra no quiso recoger el guante.
    Parece una broma del destino que Alfonso Guerra solo sepa oponer a Podemos el mismo grito que se usó para cerrarle el paso a él (“¡que viene el coco!”). Y conste que es el mismo hombre que dándoselas de revolucionario dejó en la cuneta al pobre Llopis. ¡Vueltas que da la vida! Es muy mala señal cuando las personas en edad madura no entienden en absoluto a las más jóvenes por no querer recordarse a sí mismas.
     No habiendo puentes ni comunicación posible entre Podemos y el PSOE, estando este decidido entenderse y enterrarse con la derecha en aras del mantenimiento de lo insostenible, como ha venido haciendo hasta la fecha en asuntos capitales, nos esperan tiempos muy difíciles. Aquí el problema no es Podemos, sino el monopolio del espacio político que el tándem PSOE/PP desea perpetuar a toda costa. Cuanto más se afirme dicho monopolio a ojos de la gente afín a la sensibilidad de Podemos, cuanto peores sean los modales de los socialistas y los populares,  cuanto más se unan para hacer frente a la novedad, más clara será la tendencia a crear un monopolio alternativo, no por exigencias teóricas sino por mera  cuestión de supervivencia. Esto sí lo sabe el señor Guerra, pero su sapiencia no nos va a servir de mucho a la hora de la verdad. 

martes, 26 de agosto de 2014

AMAR A TU GENTE

    En España hemos tenido la suerte de que la oposición al ya degenerado establishment político  no proceda de la extrema derecha  extraparlamentaria sino de ese fenómeno novedoso y todavía impreciso llamado Podemos, una variante política del diverso movimiento de los indignados. Aquí no hay posibilidad alguna de que surja una extrema derecha tipo Le Pen,  aunque pueda haber quien lo crea y quien lo intente.  Uno de los efectos saludables de Podemos es  haber desactivado el peligro de que esa planta venenosa encontrase donde arraigar, al poner de manifiesto la sensibilidad y la educación de los españoles indignados, para nada compatibles con ningún sucedáneo vernáculo del lepenismo.
     Lo que acabo de decir obedece a mi visión de las cosas, clásica en este punto, pues entiendo que Podemos y el 15-M son nítidamente de izquierdas. Entiéndase, por lo tanto, mi extrañeza cuando reparo en que los portavoces de ambos insisten en que la dialéctica izquierda/derecha pertenece al pasado. ¿Obedece esta anomalía al rechazo que se han ganado a pulso el PSOE y el PP? ¿Debo entender que en su caída estos gigantes putrefactos han arrastrado consigo al sumidero de la historia esa dialéctica, sin la cual me parece imposible orientarse en el espacio político? ¿Debo ver en ello la influencia nefasta de la filosofía posmoderna? ¿Será que las generaciones más jóvenes se han tragado el anzuelo de los tecnócratas y de los charlatanes del fin de la historia a ellos asociados? ¿Será que abundan las personas que creen que se puede ser a la vez de izquierdas y de derechas? ¿Será que la mala memoria ha ocultado que tanto Franco como Hitler presumían de estar por encima de esa dialéctica?  ¿Será que algunas cabezas pensantes consideran que la indefinición puede permitir arramblar con los famosos votos del centro y rebañar los de los de quienes se asustan de sentirse a la izquierda?  ¿Será que estas cabezas pensantes  quieren que nos olvidemos de sus orígenes intelectuales y de la historia de la izquierda? ¿Un poco de todo, quizá?
        Me ha llamado la atención que Pablo Iglesias afirmase que  “lo que hay que hacer es algo que va mucho más allá de la izquierda y la derecha: Tiene que ver con amar a tu gente”. Dicho así lo suscribiría a ojos cerrados, pero no sé si el contexto me autoriza a ello. Considero que, en efecto, aquí de lo que se trata es de “amar a tu gente”, lo que en buena ley debería ser el mandato número uno tanto de la izquierda como de la derecha en un país civilizado. En efecto,  hay que poner –queremos poner–  en la cima de nuestra escala de valores al ser humano, única manera de acabar con la galopada neoliberal, por definición antihumana.
     Espero que por “amar a tu gente” no se me esté dando a entender que solo debo amar (o respetar) a los míos. También tengo que amar (o respetar) a los otros, si quiero seguir viviendo en una sociedad abierta, si quiero vacunarme contra las dialécticas amigo/enemigo, amo/esclavo y contra cualquier deriva totalitaria robesperiana o estalinista.
      Por lo demás, aparte de esa declaración general de corte humanista, bajando al plano de la actividad política, creo que la dialéctica izquierda/derecha sigue operativa, y que no se desmonta por el simple método de establecer un nuevo principio, por ejemplo la oposición entre el pueblo y la casta, con el que solo se consigue simplificar el asunto.  Y una cosa es declararse paladinamente ni de izquierdas ni de derechas en el seno  del 15-M, que es un movimiento difuso, y otra hacerlo desde Podemos. Lo que en el contexto del 15-M es, ante todo, un fenómeno en bruto, en el caso de Podemos es una definición política en toda la regla.