lunes, 2 de julio de 2012

LA ESPAÑA DE VICENTE DEL BOSQUE

    Hace años Vicente del Bosque se tomaba su cafelito en la cafetería La Fuentona, donde ahora hay una silla con una plaquita en su honor. Yo le veía con cierta frecuencia, como parte amable del paisaje de este barrio. Recuerdo a un hombre grandón, nada pagado de sí mismo, con buenas vibraciones.
   ¿Y por qué fue apeado de su puesto de entrenador del Real Madrid? ¿Acaso no ganaba este equipo? Ah,  fue por una cuestión de “imagen”…  Por lo visto, hacía falta un tipo más resultón, un tipo arrogante, en la onda, fashion, etc. Y Del Bosque se tuvo que ir por la puerta de atrás con todos sus triunfos, por otra parte indiscutibles.
   Entonces nadie pensó que fuera a regresar por la puerta grande, de la forma más impresionante que quepa imaginar, sin haber cedido ni un milímetro, sin haber alterado su forma de ser, de entender la vida y el fútbol, sin cambiar de peluquero, sin perder su sonrisa algo escondida.
    ¿Y bien? Pienso que Del Bosque y sus jugadores, entre los que no he visto ningún Cristiano Ronaldo ni tales o cuales signos de vedettismo, han dado una lección de buen hacer futbolístico y humano sobre la que conviene reflexionar.  La cosa va más allá del fútbol. Porque si tenemos la España representada por Del Bosque y sus jugadores, también tenemos la de los Boyer, Solchaga, Rato, Solbes y De Guindos, la de los vendedores de humo, la de  las burbujas, la de los que van de listos y de engreídos. Que Del Bosque y los suyos nos representan mejor es cosa segura, y además ganan, a diferencia de éstos y sus equipos, unos completos inútiles.

sábado, 30 de junio de 2012

LA POLICÍA PENETRA EN LA CATEDRAL DE LA ALMUDENA

  Vivimos tiempos muy feos.  Llamadas por el arzobispo, cardenal Rouco Varela, las fuerzas de seguridad del Estado irrumpieron en la catedral de la Almudena y procedieron a desalojar  un grupo de personas desahuciadas, allí reunidas en demanda de socorro, y a las personas de buena voluntad que las acompañaban, entre las que se encontraba el párroco de Entrevías.
    En plan solemne, se dijo esas personas en apuros estaban profanando un lugar sagrado. Mucho me temo que si alguien lo profanó fue la propia Iglesia, siendo especialmente horrible que haya instigado una acción policial en ese sentido. 
    No deja de ser de interés la justificación que un eclesiástico dio a la policía en el  lugar de los hechos: “Si ahora atendemos a estos, mañana tendremos aquí a muchos más”.  De modo que, como antes se decía: “Por la caridad entre la peste”.  Y en esas estamos, con algunos añadidos: había que identificar a esas personas, no fueran a haber robado algo...
    La Iglesia verá lo que hace, si sigue el ejemplo del cardenal Rouco o el ejemplo del párroco de Entrevías. Si  se piensa en los tiempos que se avecinan, la elección tendrá que ser forzosamente clara. O con los tiburones o con los desahuciados, con los mineros y con la gente. O con la Bestia neoliberal o contra ella.
     Tanto la Iglesia como la Corona se juegan el porvenir, como se lo juega el común de los mortales.  O con el pueblo, o con los asaltantes del pueblo. Ambas instituciones pueden hacer mucho por frenar la escalada de la Bestia, y así de paso redimirse de actuaciones pasadas que nadie ha olvidado. No es pedirles demasiado: sólo que estén a la altura del papel que, según ellas mismas, justifica su privilegiada existencia.
    No estamos ante una situación equívoca. Si la Iglesia no se enfrenta valientemente a la Bestia, haciendo uso de todos sus recursos,  los historiadores de mañana tendrán que alinear su capitulación ante la fiera con las capitulaciones morales ante Mussolini, Hitler y Franco. Aunque la hora pueda parecer menos grave desde el arzobispado,  es igualmente grave, vista  desde la calle.
    Claro que para estar a la altura del párroco de Entrevías, la Iglesia tendría que ser capaz de resistir una tentación realmente demoníaca.  Me refiero a la tentación de aprovechar los aspectos retrógrados que caracterizan al movimiento neoliberal, empeñado en usar la religión, en plan oscurantista, como parte de su programa de ingeniería social, esto es, como opio del pueblo. El uso abyecto de la religión viene en el lote de la desvalorización de los valores de la que tanto se ha hablado.  Hay gentes moralmente enfermas  que creen que mediante la mercadotecnia religiosa se puede poner remedio a esa desvalorización, pero espero que no se salgan con la suya.
      Y he aquí la gran pregunta, en definitiva: ¿Será capaz la Iglesia de plantarle cara la Bestia y de negarse a cualquier complicidad con el sucio intento de devolvernos a la parte peor de la Edad Media?  La respuesta la tendremos muy pronto.

lunes, 25 de junio de 2012

EL CONTUBERNIO DE MÚNICH (LECCIONES ACTUALIZADAS)


 Conmemoramos aquel “contubernio” de hace medio siglo, entendido como antecedente necesario de la Transición, lo que me invita a ir en busca de las enseñanzas de nuestros mayores.
     Como es sabido, el régimen del general Franco estaba empeñado en entrar en Europa, como antes había entrado en la ONU, propósito que se vio frustrado por la movilización general de la oposición, que se dio cita en el hotel Regina de Múnich bajo el patrocinio del Movimiento Europeo. 
    Personalidades diversas (republicanos, monárquicos, socialistas, socialdemócratas, liberales, democristianos) del interior y del exilio se unieron por encima de sus diferencias y rivalidades: sólo una España democrática podía tener cabida en Europa. El acuerdo, con el abrazo de Madariaga y de Gil-Robles, vino a simbolizar una formal ruptura con la lógica  fratricida de 1936. “¡Los de Múnich, a la horca!” se oyó en la plaza de Oriente.
    Creo que la fórmula magistral del Contubernio debe ser recuperada. Entonces el enemigo a batir era el régimen dictatorial del general Franco. Hoy el enemigo a batir es la Bestia neoliberal, la dictadura de los mercados o dictadura de los muy ricos.
    A los de Múnich, algunos de los cuales tuvieron que cruzar clandestinamente la frontera o utilizar un pasaporte falso, les llegó el momento de lucidez y de valor, y ya no pudieron ser frenados por el miedo. Por eso se atrevieron a rubricar, a cara descubierta, el acuerdo democratizador. Hay que aprender de ellos, tomando nota de que en la lista de los asistentes hubo muchos que, de haberlo querido, habrían podido medrar a satisfacción en las entretelas de ese régimen que, como la citada Bestia, tan bien sabía administrar los premios y los castigos.
    Lo más devastador para los intereses de Franco fue la variedad de las personas que habían desafiado su  poder. Ni eran sólo cuatro gatos ni eran todos comunistas. En el hotel Regina había gentes procedentes de su propio bando… indicación segura de que los tiempos habían cambiado, pues estas personas preferían entenderse con sus enemigos de ayer a seguir en las mismas.  Y es que  habían encontrado una base sentimental y racional para superar el drama de las dos Españas, lo que venía arruinarle el negocio y a ponerlos fuera de su control.
   Los de Múnich tuvieron el mérito de decir basta, tuvieron el mérito de unirse, de encontrar una causa común en la lucha contra la dictadura y en la promoción del ideal democrático. Y es que a veces hay que decir basta. No se llegó al cónclave de Múnich sin recorrer un camino, pero se recorrió.
    Y yo tengo por seguro que ya somos muchos los que sabemos que  es una inmoralidad y una locura seguir riéndole las gracias a la Bestia neoliberal. Que esta se empeñará en seguir adelante, hasta la total devastación de nuestro país y del planeta entero, eso lo sabemos, pero cabe la esperanza de que personas de diversa filiación política, de diversa edad, e incluso antiguos servidores suyos, se unan con la finalidad de cerrarle el paso. Es lo que nos toca. Los de Múnich se envolvieron en la bandera de la democracia. A nosotros nos toca envolvernos en la del bien común. De manera inequívoca.

martes, 19 de junio de 2012

PEDRO ARRIOLA, KARL ROVE Y LOS DEMÁS


   Tras el tremendo atentado del 11M –me acuerdo como si hubiese ocurrido ayer–Aznar le echó rápidamente la culpa a ETA, en el supuesto de que si las buenas gentes se tragaban esta versión en vísperas electorales, juntarían filas y votarían a Rajoy. ¿Cómo pudo atreverse a una jugada así?  Por el consejo de los expertos en mercadotecnia política.
     Desde hace tiempo las personas con mando en plaza, en lugar de leer libros serios y de consultar las cosas con la almohada, se dedican a consultar a estos “expertos”, gentes que, como el sociólogo Pedro Arriola, operan en la sombra, no al servicio del país sino al del cliente, al que llegan a anular. Si a Rajoy se le ocurriera hacer algo por los mineros asturianos, presentarse en la misma boca de la mina, por ejemplo, el gurú lo pararía en seco: son cuatro gatos, no hay que darles visibilidad, etc.
    Si queremos entender el modus operandi del PSOE en los inicios de la crisis (negación, brotes verdes…), y la forma en que actúa hoy el PP, haremos bien en recordar que aquí nadie mueve un dedo sin consultar al gurú. Así se explica que algo tan serio –e infumable– como la reforma constitucional se haya perpetrado durante las vacaciones, o que la noticia del rescate a la banca se haya producido precisamente un sábado por la tarde. 
    Se supone que los expertos, a diferencia de los arúspices consultados por los antiguos, todo lo pueden, dada la universal memez, y cabe la sospecha de que la democracia formal haya sido consentida en la medida en que efectivamente se puede manipular a grandes masas humanas, haciéndolas comulgar con ruedas de molino.  
     En cualquier caso,  de algo no me cabe duda: Edward Bernays, el autor de Propaganda,  es una de las personas que más daño han hecho a la democracia y al buen sentido de la humanidad. Un tipo nefasto, ya superado en perfidia por sus discípulos, y muy claramente por Karl Rove, cuyos recetarios se aplican a rajatabla entre nosotros.  
    ¿Por qué creemos que una legislatura entera fue consumida, en plan campaña electoral permanente, por una oposición empeñada en crear una confusión mayúscula en torno a la autoría del 11M, sin que a nadie le importase el daño que eso ocasionaba al país y al sistema político?  Hasta se nos dio a entender que Zapatero tenía algo que ocultar con respecto al atentado. ¿Por qué creemos que la siguiente legislatura se consumió en la faena de convencernos de la estulticie de Zapatero, atacándole siempre en los mismos puntos, viniera o no a cuento? Respuesta: por la aplicación de las recetas de Karl Rove, en mala hora importadas, pero, ay, de probada eficacia. 
    El político caído en las manos de su gurú acaba por vivir de espaldas a la verdad y a la mismísima realidad, como si fuera un vendedor de coches usados presto a inventar nuevos cuentos  si surge algún “problemilla”. Esto con olvido de su propia personalidad, si es que la tiene. Y no es un asunto sólo de gobernantes. Hasta el señor Divar, en situación airada, buscó consejo en algún gurú. Así se explica que nos diese una rueda de prensa espectacular, previamente ensayada. Si lo negaba todo, con voz firme, como se le habla a un can, podría salir bien librado. El poder se sube a la cabeza, como una droga, y con la ayuda de estos expertos puede esperarse hasta una precipitación en el ridículo más espantoso. La infalible fórmula puede fallar, oh novedad.
     Quizá la dictadura de la mercadotecnia política se esté acercando a su final, por las reacciones alérgicas, hoy espectaculares. Tomemos, por ejemplo, el caso de Rato. El afamado economista pudo creer que con una puesta de escena espectacular, con un cambio de nombre, y unos aires seguridad absoluta y de triunfal dinamismo saldría bien librado, y no. La técnica sólo le ha servido para quedar francamente mal. O el caso de Rajoy, que llegó al poder con un programa electoral redactado por expertos, un programa para ganar y no para ser cumplido, según el criterio de que se puede abusar indefinidamente de la buena fe de la gente. Ahora,  nuestro presidente pudo creer que con hacer estallar la bomba un sábado y con irse al día siguiente al partido daría la impresión de tener la situación bajo control, pudo creer que bastaría con alterar el lenguaje y convertir el “rescate” en un  “préstamo”...  Llegó a decir que, “solucionado el problema”, se iba al partido. Lo hizo todo en aplicación del manualito. Y hasta le puso una pequeña guinda: Que nadie fuera a creer que había claudicado ante los poderes que tenían en jaque a Zapatero. No. El que había exigido el dinero, como si se lo debieran, era él. ¡Faltaría más! Sólo a un mago de la publicidad se le pudo ocurrir una forma así de encadenar disparates para salir del paso.
    El ministro Montoro nos hizo saber, enfáticamente, que los hombres de negro no vendrán. Más de lo mismo. Cuestión de “imagen”.  Algo de lo que entendía Goebbels: “nuestros enemigos serán arrojados al mar”.  En realidad, no sabemos lo que piensa el señor Montoro.
    Recientemente, grandes empresarios españoles, todos a una, han lanzado una nada barata campaña de optimismo.  La ministra de trabajo ha dicho, según el manualito, que ya ve “luz al final del túnel”. Se hace saber a los depositantes de Bankia que ahora, bajo la protección del Estado,  realmente pueden dormir tranquilos. El  señor De Guindos acaba de afirmar con la mayor seriedad que España es un “país solvente”…
     Pero la técnica empieza a fallar, creo que por haber despegado todos de la realidad. Lejos de salirse con la suya, el sofista de manual acaba en ridículo, y provoca una irritación indescriptible.  Hemos llegado al punto de que cualquier afirmación provoca desconfianza, una desconfianza acumulativa y explosiva. Y esto es muy curioso y digno de reflexión, porque millones de personas manipuladas, tan manipuladas que hasta se asustaban cuando alguien les decía la verdad, presentan el cuadro alérgico completo.
    Quizá convenga tener en cuenta algunos factores. El primero es que los expertos en mercadotecnia política carecen de límites, y que como buenos mercenarios ponen su saber al servicio de cualquiera dispuesto a pagar, aunque se trate de una causa perdida. Hasta para lanzar un jabón hace falta tiempo. Pero hoy se actúa toda prisa, y sale lo que sale. Los éxitos de la propaganda, el arma número uno de la ingeniería social, el instrumento que llevó a la presidencia de Estados Unidos al indocto Bush jr, el instrumento utilizado para imponer el capitalismo salvaje donde parecía imposible, estos éxitos se han subido a la cabeza de los magos y de sus clientes, que empiezan a dar muestras de falta total de cordura.
    El segundo  factor a tener en cuenta es que el manualito de indecencias  y sofisterías ha impregnado hasta tal punto a las clases dirigentes que ya cualquiera, sin necesidad de consultarles, actúa como si les hubiese consultado, con la consiguiente multiplicación de las chapuzas. Así, el  improvisado y campechano “¡enhorabuena!” del rey a Rajoy por el préstamo sonó como una frivolidad.
    El tercero es que, para que una sociedad se trague una buena mentira, condición necesaria es un estado de relativa satisfacción colectiva. La técnica funciona mal cuando la gente está en apuros.
    Y el cuarto es que hace falta que la gente sea realmente mema para tragarse ciertas trolas. Los expertos se apresuran a tranquilizar al cliente, temeroso de hacer el ridículo y de contradecirse: da igual –le dicen– lo que piensen tales o cuales minorías intelectuales, pues lo único importante es hacer impacto en la sustancia gris de la masa, de la plebe o como se quiera llamar.
    El manualito empieza a fallar en nuestro país:  Por lo mucho que se ha abusado de él y también porque el proceso de atontamiento de las masas no está tan avanzado como en los Estados Unidos. Aquí no tenemos un 50 por ciento de analfabetos funcionales ni tampoco setenta millones de cristianos renacidos en disposición de creer cualquier cosa, aquí a la gente no se le puede dar gato por liebre sin pagar las consecuencias, sin quedar como un farsante, un embustero o un inepto, o las tres cosas juntas. Ya sabemos que, con el pretexto de la crisis, se pretende hacer retroceder la preparación de los españoles, de forma que lleguen a ser lo suficientemente manejables, pero, a diferencia de lo ocurrido en Estados Unidos, aquí a esos pícaros el tiempo se les ha echado encima, cuando el país iba intelectualmente hacia arriba y no hacia abajo.
     Concluyo: no habrá estadistas ni políticos serios, a menos que los gurús de marras sean licenciados todos a la vez. 

lunes, 18 de junio de 2012

ELECCIONES EN GRECIA


   La euforia de la Europa pudiente ante la victoria del conservador Samaras debe ser motivo de conmiseración. ¡Hay que ver la suerte que ha tenido Tsiparas! Un poco más, y gana, y entonces habría caído sobre él todo el enjambre, toda la basura mediática.
    Lo único que tiene que hacer el líder de Syriza es esperar sentado el previsible e ignominioso final del tándem Samaras-Venizelos, dos pecios políticos desde el punto hora en que tragaron con el chantaje en sustitución del deshuesado Papandreu.  Si logran formar lo que pomposamente se llama un “gobierno de unidad nacional” para mejor servir a “los mercados”, peor para ellos. El problema es el sufrimiento de los griegos, y desde luego,  algo que debería también mover a hacer algo serio: de seguir Europa por este camino, dará la razón  a personas verdaderamente extremistas, a las que ya me parece estar oyendo afilar las espadas. Lo de Amanecer Dorado no es una pequeñez. 
    A  todo esto, la formidable pirámide de Ponzi sigue viniéndose abajo a cámara lenta, y seguirá, hagan lo que hagan Samaras-Venizelos. 

jueves, 7 de junio de 2012

DOS PREGUNTAS A JORDI SEVILLA Y JOSEP PIQUÉ


  Acabo de leer el  artículo  “Juntos, mejor”, aparecido en El País (6 de junio). Es de agradecer que, por fin, dos políticos de distinto signo, uno del PSOE y otro del PP, sean capaces de firmar tan llanamente un texto común, con la mirada puesta en problemas muy reales.
    De agradecer porque hemos padecido, una legislatura tras otra, una forma  suicida de hacer política, basada en la dialéctica del amigo y el enemigo, en el navajeo parlamentario y en los sofismas de los expertos en mercadotecnia política.  De donde resultó que ni las tareas de gobierno ni las tareas de la oposición fueron cumplidas dignamente, con el correspondiente desgaste del sistema democrático que asumimos en 1978, con el correspondiente aumento exponencial de la desconfianza en la clase política, sobre el que tan oportunamente ustedes llaman la atención. Y es que una clase política no puede vivir sistemáticamente de espaldas a la verdad, de espaldas a la gente, y haciendo de sus peleas intestinas un espectáculo… sin chamuscarse.
   Me parece bien el lema “juntos, mejor”, porque en plan riña de gatos podemos acabar todos en el infierno. Es cierto, además, que aquí hace falta un “plan estratégico” y sin duda también un “pacto de Estado” encaminado a su cumplimiento. Entiendo que ustedes traigan  a colación los  Pactos de la Moncloa, a modo de nostálgico motivo de inspiración.
   La política de ir poniendo parches es ruinosa, los ponga quien los ponga. Es el colmo, por otra parte, que todavía no exista dicho plan estratégico y que estemos viviendo, con crisis o sin ella, a lo que salga, consumiendo bienes materiales e inmateriales a tontas y a locas. Por no hablar de la manera insensata en que se está dilapidando el talento de las jóvenes generaciones.
    Es el colmo también que, a lo largo de los años, no se haya hecho otra cosa que ir por la línea del menor esfuerzo en pos de beneficios rápidos, que  se haya jugado en todo momento a favor del 1% y en contra del 99%, que no se haya parido una sola idea original, como si en este país sólo fuésemos capaces de copiar toscos argumentarios inspirados en folletos servidos por think-tanks de allende los mares.
    Ahora bien, echo en falta dos cosas en  el artículo, por lo que pido aclaraciones. El “juntos, mejor” me parece saludable a condición de que ustedes conserven sus respectivas señas de identidad política. Como hicieron los signatarios de los Pactos de la Moncloa. Si por juntos  se entiende confundidos y revueltos,  la cosa no me haría ninguna gracia, por insana y perversa.
    Habiendo hecho ustedes  un  uso ostensible de la "puerta giratoria" que lleva de la política activa a las altas esferas del empresariado, no vaya a ser que se hayan juntado por haberle tomado el gusto a estar en lo mismo.
    También podría ser que ustedes se hayan  tomado en serio eso de que la derecha y la izquierda son cosas del pasado, o el espejismo de que Sarkozy era un hombre de izquierdas, o el mito del fin de la historia, o el mito de los tecnócratas.  En tal caso, mal, muy mal. Su artículo pretende ser pedagógico, pero, cuidado, porque mezclar las identidades políticas conduce al caos y al descrédito de los mezclados. Les  hago notar que la calle ya ha dicho “ni PSOE ni PP”: ha visto que, más allá de las trifulcas para la galería, sirven a los mismos intereses corporativos. Y esto no se perdona.
   En segundo lugar, echo en falta en este artículo un pronunciamiento claro y distinto a favor de la gente. Esto me inquieta, no vaya a ser que estemos pensando en planes estratégicos completamente distintos, enfocados hacia metas opuestas.  Les pido, pues, una aclaración. ¿Están ustedes reclamando un plan estratégico y un pacto de Estado a favor del 1% o a favor del 99%? La respuesta no me resulta obvia, por eso solicito una aclaración.
    Y la respuesta no me resulta obvia porque he oído últimamente varias llamadas, todas sospechosísimas, a la unidad, a superar los enfoques partidistas, a arrimar todos el hombro, e incluso a dar paso a un “gobierno de concentración”… sin que en ningún momento se haya hablado de poner coto por las bravas –todos a una– al festín que se está dando a nuestra costa la Bestia neoliberal, lo que invita a pensar en que, por el contrario, se trata de seguir engordándola, en plan sacrificio colectivo. ¿Debo o no inscribir su  artículo en esta línea? Espero que esta pregunta algo ruda no me sea tomada a mal, porque es ineludible.
    Ya he escrito en alguna parte que hacen falta todas las personas de buena voluntad, también por supuesto los políticos  que la tengan, para hacer frente a la citada Bestia, antes de que nos mate. Por eso suscribo su “juntos, mejor”, pero sólo con esa finalidad superior. Si la clase política juntase filas simplemente para seguir en las mismas, mal asunto (lo digo con el corazón en la mano). 

viernes, 1 de junio de 2012

NO A UN GOBIERNO DE CONCENTRACIÓN


   Tres  profesores, Jesús Fernández Valverde, Luis Garicano y Tano Santos ( Universidad de Pennsylvania, London School of Economics y Universidad de Columbia respectivamente),  acaban de publicar en El País un artículo titulado “No queremos volver a la España de los 50”.  
   El diagnóstico que nos ofrecen es digno de reflexión, pero  la solución que se les ha ocurrido me parece una locura. Escriben: “España debe decir un claro sí a Europa, que es lo único que nos protege del peronismo empobrecedor [sic!], y que estamos dispuestos a pagar el precio que esto acarrea. Para ello, necesitamos urgentemente un nuevo gobierno, con apoyo de todos los partidos mayoritarios y de nuestros expresidentes, compuesto por políticos competentes y técnicos intachables con amplios conocimientos de su cartera.” Me parece una locura, aunque Felipe González nos haya prescrito el mismo remedio. Rechazo de plano un gobierno de concentración precisamente porque no quiero volver a los años 50. .
   Para empezar, me parece muy significativo que estos tres profesores, no por casualidad de Economía, nos vean a punto de sucumbir ante un “peronismo empobrecedor”. ¿Chocante, no? Al parecer, pretenden descalificar de antemano a cualquier intento de poner coto al capitalismo salvaje por el simple procedimiento de llamarlo “peronismo empobrecedor”.  De paso, alzando la bandera de Europa, nos dan a entender que debemos entender por Europa exactamente lo que entienden ellos y el señor Mario Draghi.
    Naturalmente, nos están proponiendo un gobierno de tecnócratas, pero, como se deduce de todo ello, los tres vienen cargados de ideología, bien que disimuladamente, como acostumbran ciertos economistas orgánicos.
   Nuestros tres profesores no tienen el necesario recuerdo de lo que pasó en este país cuando ciertos políticos inexpertos se  volvieron locos con la idea de un gobierno de concentración. Con la obsesión  de descabalgar a Adolfo Suárez a punto estuvieron de cargarse la democracia. No señor, nada de gobierno de concentración. En este punto prefiero guiarme por el criterio de Manuel Fraga Iribarne, el único peso pesado que no entró en el juego suicida de aquellos tiempos.
   Los españoles han elegido a Mariano Rajoy, y si éste no está a la altura de las circunstancias, habrá que llamarlos a las urnas otra vez. Que esto tiene sus riesgos, ya lo sabemos, pero, por favor, no ignoremos los riesgos, mucho mayores, de meternos en pasteleos margen de la legalidad democrática. Ahora le toca a Rajoy, lo haga así o asá. Lo que no se puede es pervertir a capricho el sistema que nos dimos en 1978. Si lo que les interesa es imponernos un Monti, que lo digan. Yo no lo quiero. No nos hemos dado una democracia para volver a los tiempos de López Rodó. Si la legislatura no llega a término, elecciones generales.
   El caso es que los tres profesores, no sabemos si por ingenuidad o con segundas intenciones,  dan por seguro que a los españoles nos inspira una gran confianza un equipo formado por supervivientes del proyecto de Rajoy y supervivientes de los equipos anteriores, con algún elemento fósil de gran prestancia. Creen que, si nos fuera dado contemplar lo bien que van del brazo González y Aznar,  Solchaga y Rato, Leire Pajín y Dolores de Cospedal, íbamos  a juntar filas con entusiasmo, decididos al sacrificio. Ojo, señores, mucho ojo: Ya se ha oído eso de “ni PSOE ni PP”, no se les olvide, porque un combinado así sería mortal de necesidad para nuestra democracia.