Por lo visto, se está librando en la trastienda del sistema
político-económico un forcejeo del que depende la suerte del proyecto europeo.
Digo “por lo visto”, porque aunque ciudadano directamente afectado por las
decisiones que se tomen, carezco de información seria y contrastada. Me encuentro mareado por las cifras, hundido hasta el cuello en un amasijo de datos, en el que se incluyen
las fintas de Berlusconi, las contradicciones de Sarkozy y las admoniciones
ininteligibles de la señora Merckel.
Como europeo, no recibo explicaciones serias, y me siento rodeado de una
oscuridad de tipo soviético.
Me
reconozco pendiente de las gesticulaciones de nuestros líderes políticos. Y esta
irritante situación me recuerda la época en que uno vivía tratando de descifrar
las intenciones de El Pardo, atento a las palabras sueltas de “los enterados”.
Bien entendido que estos líderes ni siquiera tienen el carácter necesario para
dirigirse a la ciudadanía en primera persona, ni para dar explicaciones ni para
responsabilizarse por sus actos. Sólo son capaces de hablar entre sí. De sobra es sabido que hasta los tiranos tienen que dar algún tipo de
explicación y responder de alguna manera a las inquietudes de la gente, y que
es muy mal asunto cuando no dicen ni pío.
¿Qué les está
pasando a los líderes europeos, a los que hemos elegido y a los que se han enchufado por sí mismos? ¿Se les comió la lengua el gato? No me cabe duda de
que tienen cosas importantes que decir, pero me temo han perdido el habla
porque no pueden decir nada presentable, nada respetable, nada decoroso, y eso
que no les faltan medios para pintar de blanco lo que es negro. Quizá no haya
otro misterio, pues todo indica que, por segunda vez, se echará mano del dinero del contribuyente –del ganado y del que presuntamente gane el día de
mañana– para mantener a flote el sistema bancario y financiero… sin ninguna
garantía de devolución, al tiempo que se deja en los huesos el Estado de Servicios. Se entiende, pues, que no digan esta boca es mía. El presidente Roosevelt fue capaz de reconducir muchos espíritus con sus charlas radiofónicas: tenía cosas positivas que proponer. Esta es la diferencia.