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jueves, 22 de agosto de 2019

LEYENDO A MANOLO MONEREO

     Leo en Cuarto Poder un artículo de Manolo Monereo, “¡Que se vayan todos! El retorno del ‘momento populista’ que nunca se fue”, publicado el 29 de julio de 2019 (https://www.cuartopoder.es/ideas/2019/07/29/manolo-monereo-que-se-vayan-todos-el-retorno-momento-populista-que-nunca-fue/).
    Es inspirador, como otras piezas que le he leído, comparto su anhelo de una sociedad justa y libre, pero me produce malestar, mucho malestar. Detecto las peculiaridades  intelectuales y estratégicas de una izquierda que, a poco que se descuide, quedará encerrada para siempre en la trampa para incautos que le han tendido los magos la revolución de los muy ricos. 
   Imagina Monereo que la única fuerza capaz de vencer al populismo de derechas es un populismo de izquierdas. Apela al “momento populista que nunca se fue”, apela al 15-M. No suena mal, pero no termino de acostumbrarme a esa manera de hablar y mucho me temo que el 15-M ya se fue. A mi entender el populismo es por definición una instrumentalización del sentir colectivo, por la izquierda o por la derecha. (Lo del nacional-populismo de izquierdas, sobre el que he oído hablar, me parece completamente ilusorio.)
   El 15-M no fue un movimiento populista sino un movimiento popular, cosa muy distinta. Fue una reacción espontánea y masiva contra la crisis económica y su gestión, una reacción de los indefensos y no representados. Si de lo que se trataba era de que Podemos le diese alas y orientación a ese movimiento, fracasó por completo. Se alejó de la gente, perdió apoyo electoral, y no es extraño que , habiendo renunciado a ese papel histórico, se empeñe ahora en “tocar poder” al precio de su completa esterilización. Y en  el supuesto de que volviese a producirse un movimiento popular como el del 15-M –algo muy difícil bajo el repulsivo articulado de la Ley Mordaza–, no creo que Podemos, ya consumido por su torpe ejecutoria, pueda adueñarse de su destino. Ha perdido el tren.
   También me causa malestar el trato superficial que Monereo dedica a la socialdemocracia. Hace bien en señalar la complicidad de los socialdemócratas en la jugada neoliberal y en la restauración del status quo, pero demando precisiones. Una cosa es la socialdemocracia como teoría política y otra la andadura de sus dirigentes de los últimos cuarenta años. Considero muy empobrecedor confundir la socialdemocracia con los hechos de falsos socialdemócratas como Schröeder, González, Blair u Hollande, una confusión que ya afecta seriamente a los más jóvenes. 
   Si la izquierda renuncia a la socialdemocracia por culpa de tales personajes, si renuncia al registro liberal que le pertenece, ¿qué le queda? Perseguir en vano la hegemonía, en plan comunista. Y la gente, aunque no lo diga, se lo barrunta, de lo que se aprovechan a placer los publicistas de la derecha. Y por cierto: Podemos nos debe una aclaración.  No puede jugar a la vez la carta comunista y la carta socialdemócrata, ni siquiera jugando vergonzantemente a ambas. 
    En otro artículo, firmado por Monereo y Julio Anguita (https://www.cuartopoder.es/ideas/2019/08/19/un-mundo-grande-y-terrible/), se habla de reflotar el socialismo, pero no queda claro a qué socialismo se refieren. Por el contexto, no parece que al socialismo libertario. Podría tratarse del de Brezhnef, del de Castro, vaya usted a saber. Lo que hay que tener claro es que muy poca gente se siente atraída por tales modelos y que el PSOE, por un lado, y por el otro, los publicistas de la derecha se aprovechan de la ambigüedad, el primero para sacar brillo a su título en plan tranquilizador, y los segundos para meter miedo con los fantasmas coreanos o venezolanos. Hace falta claridad, aunque ciertos teóricos la teman. 
    Hay quien se complace en imaginar un enfrentamiento a cara o cruz con el capitalismo. Es  comprensible desde luego, porque  la imaginación no es dialéctica ni tiene que atenerse a las duras realidades. No obstante, tal y como están las cosas, entiendo que la socialdemocracia seriamente entendida ofrece el único cauce político en el que pueden converger las distintas variedades de la izquierda. El salto de la minoría a la hegemonía es una cosa de locos.
   Otro motivo de malestar: aunque reconoce que es comprensible que se hable en términos de derecha e izquierda, Monereo considera que es un lenguaje desfasado. No estoy de acuerdo y me da mala espina, porque tengo muy presente cómo empezó el juego de confundir al personal, con Daniel Bell y el canturreo tecnocrático. ¿Acaso se puede olvidar que el pistoletazo de salida de la moda de negar la dialéctica izquierda/derecha lo dio Ronald Reagan, hace muchos, muchos años? Jamás entenderé que la izquierda se dejase vender la moto. 
   En opinión de Monereo, de lo que se trata es de que el 99 por ciento se movilice contra el 1 por ciento, siendo necesario sustituir la vieja dialéctica por la pugna entre los de abajo y los de arriba. No suena mal, suena a pan comido en términos democráticos, pero es un error tremendo, de pronóstico pésimo, una invitación a darse cabezazos contra una pared de hormigón. Y esto lo digo porque no sé de ninguna revolución que se haya producido sobre esa hipótesis. Las grandes revoluciones fueron obra de una combinación de elementos de arriba y de abajo. Y la revolución que habrá de hacerse si queremos salvar el pellejo, la dignidad  y la entera humanidad, será obra de gentes de arriba y de abajo, sumadas, o no habrá revolución. Thomas Jefferson no era un pringadillo, tampoco lo eran los nobles que desencadenaron la Revolución Francesa, tampoco los militares que le dijeron al zar hasta aquí hemos llegado, tampoco lo era Lenin, financiado por los alemanes… ¿O no lo hemos entendido aun? 

lunes, 21 de enero de 2019

LA CRISIS DE PODEMOS

     Íñigo Errejón se ha aliado con la independiente Manuela Carmena y la crisis de Podemos es tal que no hay manera de celebrar su quinto cumpleaños. 
   El proceder de Errejón, una felonía desde la óptica oficial, no parece obedecer a simple ambición personal, ni tampoco a cálculos electorales más o menos obvios. Supongo que ha dado el paso de unirse a Carmena por las bravas ante la imposibilidad de hacerlo por las buenas, desde dentro. Y esto es en sí mismo muy revelador, pues nos deja entrever la rigidez del aparato constituido alrededor de Pablo Iglesias.
    Lo único que tengo claro es que la izquierda situada a la izquierda del PSOE se ha metido, ella solita, en una crisis de las gordas, viéndose sus votantes mareados  y fraccionados hasta sentir náuseas. Esto para gran satisfacción de las derechas y, por supuesto, del PSOE, cuyo lema “somos la izquierda” cobra sentido y hasta parece de buena ley en medio de tamaña confusión.
   Hay algo incomprensible en todo esto, dadas las circunstancias, en teoría favorables a la causa de una izquierda digna de tal nombre. Ya nos veo en situación parecida a la de la veterana Rossana Rossanda, que confesó que no sabía a quién votar en la próxima cita electoral italiana. El colmo.
   Como no entiendo lo sucedido, solo se me ocurre dejar caer algunas impresiones. Por ejemplo, como ya escribí en este blog, no me parece verosímil en la España actual el florecimiento de un liderazgo carismático. Es para alegrarse, pero he aquí que precisamente Podemos se ha jugado hasta la camiseta a esa ficha perdedora. El aparato a medida de tal liderazgo que se ha construido repugna a las personas normales y, para colmo, por muchas invocaciones a la democracia interna que se hagan, no funciona. La soledad del líder empieza a ser preocupante.
    Y hay cuestiones de fondo de las que no se habla. En primer lugar, no se habla de la desmesura y tampoco del adanismo improductivo que en definitiva han terminado por remeter a Podemos en el nicho hasta ayer mismo reservado a Izquierda Unida. Los ataques al Régimen del 78, las llamadas a un proceso constituyente, el antimonarquismo, el republicanismo idealista y ciertas ambigüedades en el tema catalán no podían conducir a otro sitio. No sé cuánta gente se ha dejado entusiasmar por tales movidas, pero me parece que no sirven para definir a una auténtica izquierda a la izquierda del PSOE, pero sí para darle a este todas las facilidades en lo que al monopolio de la cordura se refiere.
   La gente quiere justicia social porque es urgente, pero no está de humor para dar un rodeo enorme y peligrosísimo antes de poner manos a la obra. Es una cuestión de sentido común, y por supuesto de memoria histórica. 
   Y está lo otro: si de las grandes palabras se pasa bruscamente y sin explicaciones a tomar como gran cosa la aprobación de unos presupuestos no tan sociales, la buena gente se desconcierta o se enfada. El desmesurado queda mal parado cuando da muestras de contención… (hasta he oído hablar del famoso chalet de Galapagar como explicación).
   Por otra parte, creo que Podemos se ha equivocado al entrar en el juego de la superación de la dialéctica izquierda/derecha, un rollo posmoderno surgido de la matriz neoliberal (ya Reagan andaba en ello). Esa dialéctica no se puede sustituir provechosamente con el rollo de los de arriba y los de abajo, o lo de la casta y la no casta, como considero demostrado. Para frenar a la horda neoliberal, dicho sea de pasada, no bastan “los de abajo”. Hace falta contar con el apoyo de gentes de arriba, a las cuales es estúpido estigmatizar o asustar.
    Tampoco ha acertado Podemos al meterse en una batalla lingüística minoritaria. Eso de “la portavoza” ha causado hilaridad. Ver machismo donde no lo hay es tan irritante como considerar prueba de feminismo ese palabro pintoresco. La lengua evoluciona, desde luego, pero no a voluntad, y la sociedad patriarcal  es invulnerable a las ridiculeces y además disfruta con ellas.
    Y he dejado para el final un asunto muy molesto: resulta que en el imaginario colectivo, Podemos, que no termina de aclarar su posición, es visto como de izquierdas, como es lógico, con la particularidad de que muchos se lo representan como comunista, como comunista vergonzante… 
     Se ha dicho que el aparato del partido es estalinista y algunos se representan a Echenique en el papel de Beria. Es una frivolidad, desde luego (del mismo calibre que llamar fascistas a los carcas neoliberales de Vox), pero no se puede tomar a guasa por la sencilla razón que afecta a la intención de voto. ¿Cuánta gente está dispuesta a votar a un partido comunista? ¿Cuánta gente está dispuesta a votar a un partido hipócrita, al que se supone capaz de ocultar su comunismo bajo un amable disfraz? La división de la izquierda en comunista y no comunista ya ha causado penas innumerables. Un poco de claridad sería muy de agradecer (no basta con hablar de moderados y no moderados).
   

lunes, 21 de mayo de 2018

LA CASA DE PABLO IGLESIAS E IRENE MONTERO

    Se nos hace saber que Iglesias y Montero tienen perfecto derecho a comprase una casa con jardín y piscina, que lo que ellos hagan con su dinero es asunto suyo. Claro que sí, no faltaba más. Ahora bien, es inútil cerrar los ojos: aquí hay un problema de orden político, simbólico y hasta moral de graves consecuencias para ellos y para el partido que acaudillan. 
     Lo que en tiempos normales sería visto con una mirada de condescendencia e incluso de total indiferencia, en estos tiempos de penuria, y precisamente por tratarse de ellos, no inspira los mejores sentimientos, como podemos considerar demostrado. No se entiende que hayan actuando y actúen como si no hubieran tenido ojos para imaginar lo que se les vendría encima. No lo vieron venir, malo; lo vieron venir y les dio igual, malo también.
    En vista de que la adquisición de la casa de marras ha provocado toda clase de ataques y murmuraciones, Iglesias y Montero acaban de convocar un referéndum interno. Ponen sus cargos y hasta sus actas de diputado en el envite. Los militantes de Podemos tendrán que decidir si los despiden o si, por el contrario, los respaldan (dando de paso su beneplácito a la adquisición). Se trata de una huída hacia delante, con la particularidad de que Iglesias y Montero tienen la certeza de que los inscritos en el censo de Podemos no se atreverán a darles la patada. El lunes próximo conoceremos el resultado.
    A mi juicio, el daño ya está hecho, con independencia del resultado. En primer lugar, porque habrá votantes que rechacen la adquisición (en la línea de Kichi.) En segundo, porque habrá quien de luz verde a la continuidad de Iglesias y Montero por entender que se trata de un mal menor (en la línea de Monedero o de Echenique, capaz de decir que quienes osan criticarles son unos “reaccionarios”…). En tercero, habrá quien les apoye por un instinto rebañiego digno de lástima. Con estos mimbres a la vista, ¿qué porvenir aguarda a Podemos?
    En cualquier caso, avalada o no por los militantes de Podemos, la adquisición de la casa  –se pongan como se pongan Iglesias y Montero y quienes les apoyan–, es un regalo para los enemigos profesionales del partido, que darán la matraca con el asunto de aquí a la eternidad. Pero quizá esto no sea lo peor: Hay que tener en cuenta el efecto de la compra sobre la conciencia política de los hasta ayer mismo simpatizantes de Podemos, de suyo inquietos tras las últimas jugadas, muchos de ellos con el agua al cuello. No estoy hablando de los 400.000 militantes que figuran en el censo de Podemos, sino de millones de votantes otrora esperanzados y ahora visiblemente desconcertados, ya en situación de no  sentirse representados. 
    El “son como todos” –por los pugilatos internos, las extravagancias teóricas, la desmesura, los desplantes innecesarios, el retorcimiento lingüistico, la marginación de  compañeros, el nepotismo, la incoherencia  y el casoplón– amenaza con socavar la base electoral de Podemos. La idea de que Iglesias y Montero van de líderes autoritarios y narcisistas va cobrando forma en el imaginario colectivo, y realmente no sé qué tendrían que hacer para ponerse a cero y recuperar la confianza perdida.

miércoles, 14 de marzo de 2018

EL DEBATE SOBRE LAS PENSIONES

    Como era de prever Mariano Rajoy no respondió a las demandas ciudadanas, claramente expresadas estos días por miles de pensionistas de toda España. Dio la callada por respuesta, hablado mucho eso sí, con su aplomo característico, en plan trilero además. Hasta se dio el lujo de recordar que los primeros hachazos contra los pensionistas  los asestó Rodríguez Zapatero. Dejó bien sentado que las “reformas” son irreversibles, y que hay que continuar por el mismo camino, a juzgar por los excelentes resultados… Lo dicho, con tanto triunfalismo, resultó vomitivo.
   Quizá sea oportuno recordar los primeros ataques graves a los pensionistas fueron perpetrados, en efecto, por Rodríguez Zapatero. Ocurrió a raíz de una cartita que le envió Jean Claude Trichet (un Diktat de la peor especie). El socialista capituló sin ofrecer ni la menor resistencia… y seguidamente urdió en secreto algo muy sucio en complicidad con el líder popular: la modificación clandestina del artículo 135 de la Constitución. España se comprometió a pagar a sus acreedores en primer lugar, en cualquier circunstancia. ¿Y si los españoles sufren? ¡Que sufran!
    Seguramente, Zapatero hizo entonces algo que no quería hacer. Y es probable que a Rajoy no le haga ninguna gracia desairar a los pensionistas en estos momentos cruciales. ¿Acaso no figuran entre ellos los votantes que le han apoyado contra viento y marea?  Maltratarlos viene a ser lo mismo que cargarse su base de sustentación. Está claro que pesa sobre él la pesada mano de los mismos chantajistas que torcieron el camino de Zapatero, a los cuales el destino de los pensionistas españoles presentes y futuros les importa un carajo.
    Pero, claro es, de dichos chantajistas no se habló. Porque, ¿quién esta seguro de poder pararles los pies? ¡Haría falta una combinación de fuerzas dispuesta a jugar fuerte tanto aquí como en la arena internacional!
     Se ha discutido sobre la voluntad del señor Rajoy, sobre sus deseos y capacidades, sobre sus prioridades, pero no sobre ese problema de fondo. Él juega la carta de atenerse al guión de los chantajistas, y como elemento dócil espera ser premiado por ellos. Los otros, sugieren alternativas más o menos interesantes, pero sin contar con dichos chantajistas. Como si no existieran. El caso es que ni Rajoy ni sus oponentes tienen el futuro asegurado. El neoliberalismo tiene una bien ganada fama: destruye partidos y sistemas políticos. Ello forma parte de su esencia. (El previsible hundimiento de Rajoy no inquieta a los chantajistas, por la sencilla razón de que ya tienen a Rivera, otro político de usar y tirar a añadir a la lista fatal.)
    El drama de los pensionistas españoles presentes y futuros forma parte del proceso de destrucción del Estado de Servicios y no se puede entender al margen de la tenebrosa lógica subyacente. Y su movilización generalizada, apoyada por la mayoría de los españoles, nos sitúa ante una alternativa clara. O se está de su parte, del lado de la justicia y la humanidad,  al amparo de la Constitución (con la salvedad del citado artículo 135), o se está de parte de los chantajistas y sus cómplices, ya entregados a la barbarie.
    Desde el punto de vista moral, los pensionistas se encuentran en un plano de superioridad tan clara que cualquier cosa que se diga para burlarlos convierte a quien lo intente en un bárbaro. De ello cualquiera puede extraer alguna lección positiva para la izquierda, hasta la fecha completamente desorientada.
     Los pensionistas no piden el cielo, piden lo justo, a saber, lo que se les debe. De ello se deriva su poder. Es cuestión de calentarse y de comer, aquí y ahora además, algo que no puede esperar la traída de una República o cualquier otra aventura  a lo Puigdemont. Viéndose en los manifestantes de la tercera edad de estos días, como también en la generalizada movilización de las mujeres, quizá ciertos elementos de Podemos aprendan a razonar. 

viernes, 10 de febrero de 2017

IGLESIAS VS. ERREJÓN

   Este enfrentamiento me parece inoportuno y patético. Al parecer, la cosa va de personalismos y camarillas, de una simple lucha por el poder que no guarda relación alguna con el espíritu del 15-M.
   Que los contendientes pidan perdón al estupefacto espectador mientras silban las flechas es lo único novedoso; lo demás es archiconocido.  Se constata que las tendencias cainitas de la izquierda, que tan enorme daño le  han causado desde el siglo XIX, que tantas veces la han dejado a los pies de su poderoso adversario,  no han sido desactivadas. Está visto que  las vanguardias, estupendas en los dominios del arte, propenden a la demencia en los dominios de la política y más cuando se dejan guiar por maestros de otros tiempos y lugares.
    Este enfrentamiento entre moderados (errejonistas) y radicales (pablistas) me causa una profunda desazón. En primer lugar, no sé si son reales o presuntos… En segundo, como en Podemos hay gentes radicales y gentes moderadas, preveo un desenlace traumático.
   Ya veremos qué sale de Vista Alegre, pero doy por seguro que el partido perderá fuelle tanto si decide ir oficialmente de moderado como de radical. Por la pérdida de entusiasmo de los derrotados, pero también por el sometimiento al guión que se derive de la Asamblea, ya sea el de la moderación o el del radicalismo.
     La moderación, relacionada con la conciencia de los propios límites, es una virtud, pero no siempre... Y lo mismo ocurre con el radicalismo, que puede ser tanto no virtuoso como virtuoso, según las circunstancias y la materia de que se trate.
     Ir de radical en plan continuado es tanto como abonarse a un desastre; ir de moderado eterno, es un pasaporte a la acomodación. Y conste que el poder establecido sabe, porque es de manual, que un Podemos moderado será una presa tan fácil como un Podemos radical.
   En mi humilde opinión,  lo ideal sería que Podemos se las arreglase para conservar ambos registros, única manera de que protegerse contra formas de degradación que se siguen de renunciar a uno de ellos. ¿En qué asuntos es menester ser moderado o radical?  Apélese al buen juicio, al sentido de la oportunidad y a la mismísima moral, porque no hay otra en el complejo mundo en que vivimos.
     Hay un momento para ceder, otro para dar un puñetazo sobre la mesa; si importante es el trabajo reglado en las instituciones, también lo es manifestarse en la calle bajo ciertas circunstancias. Y por otra parte, no creo que Podemos pueda postergar por más tiempos su definición política. Lo de moderados contra radicales se ha convertido en una forma de dar largas al asunto. En estos momentos, yo ya sé que Ciudadanos ha renunciado a la etiqueta socialdemócrata, y mucho le agradecería a Podemos que me diga, con no menor claridad, de qué va y de qué no. 

lunes, 19 de diciembre de 2016

VISTALEGRE II: UNA PREGUNTA PARA PODEMOS

     Me intriga la indefinición política de Podemos, que podría ser fruto de una estrategia atrápalo-todo, de una reunión de elementos incompatibles o de una empanada mental. Ojalá las cosas se aclaren en Vistalegre II, pero tengo mis dudas.
    Pablo Iglesias ha dado bandazos muy significativos. Atacó duramente a la izquierda de toda la vida, símbolos incluidos; luego se declaró, al parecer consecuentemente, socialdemócrata, para entenderse después, en espectacular giro, con esa izquierda de filiación comunista a la que acababa de insultar de pésimos modos. 
     Esos giros dieron motivo a protestas internas, lo que acredita la presencia de corrientes diversas (lo que no es malo de por sí salvo en casos de crasa incompatibilidad, en los cuales, dicho sea de paso, la unión solo se mantiene con un líder carismático y un aparato asfixiante).
   Hace unos días, he creído entender que Iglesias se ha arrepentido de aquel ataque y que también lamenta haberse declarado socialdemócrata,  esto no se sabe si por creer que le sentó  mal al cuerpo electoral o para mejor entenderse con el sector Anticapitalista y con Alberto Garzón… ¿En qué quedamos?
    ¿Qué diablos es Pablo Iglesias en realidad? Según una encuesta del CIS, las buenas gentes ya se han hecho una idea del líder de Podemos. Ni socialista ni socialdemócrata lo ven; lo ven comunista. La indefinición, por lo tanto, les huele a cuerno quemado y temen que vuelva el lobo. Como Iglesias saluda con el puño cerrado (un gesto no menos evocador que el saludo a la romana), se puede considerar definido en el imaginario colectivo, justa o injustamente.
    Parece obligado aclarar las cosas y poner los puntos sobre las íes, pero no. Los portavoces de Podemos no se dan por aludidos: no sin osadía posmoderna, se declaran ni de izquierdas ni de derechas (a creerles, se encuentran más allá de la correspondiente dialéctica, ya instalados en la “transversalidad”,  extrañamente ajenos a la lucha de clases). El problema es que la pesada etiqueta de comunistas, con sus negras connotaciones, ya les ha caído encima.
    Los comunistas tienen su espacio, nadie se rasga las vestiduras por su presencia. Lo que pone en guardia es la sospecha de que se intenta dar gato por liebre. Cuanto más oscuros sean los términos teóricos de Podemos, peor, más desconfianza generará, más paranoia. Los del establishment se frotan las manos: presentarse como los garantes de las libertades va a ser juego de niños. ¡Que vienen los comunistas! ¡Fidel Castro! ¡Corea del Norte!
   Por lo visto, algunos elementos pensantes de Podemos, altamente cualificados, andan a la espera de que sobrevenga el advenimiento de un “sujeto histórico” nacional y popular capaz de llevarse por delante todos los obstáculos, y en primer lugar el llamado régimen del 78. Sueñan estos elementos con un nuevo comienzo, como si las milongas sobre el fin de la historia hubieran cortocircuitado sus saberes marxistas.
    Al parecer, son los mismos que se imaginan más allá de la dialéctica izquierda/derecha, que se sienten autorizados a designar significantes vacíos y consecuentemente a llenarlos o sustituirlos; los mismos que dan por hecho que la gramsciana “batalla las ideas” se puede ganar a fuerza de una jerigonza solo apta para iniciados. De paso, dejan traslucir una voluntad de hegemonía que librada del peso de lo real haría saltar por los aires cualquier sistema democrático, monárquico o republicano. Y los del establishmentSusana Díaz incluida– lo disfrutan, seguros de que el personal, por miedo, por alergia o por mero sentido común, correrá a refugiarse detrás de sus pantalones.
   Uno se pregunta a santo de qué tanta confusión. ¿Acaso no ha habido millones de españoles capaces de asumir lisa y llanamente una posición de izquierdas y de votar en consecuencia, triunfantemente además, capaces de asumir con suma naturalidad una posición socialista más o menos firme? Otra cosa es que Felipe González les haya salido rana, que hayan sido timados... Allí están todavía esos votantes, probablemente perplejos ante esta formación nueva que no atina a decirnos con claridad si es de izquierda o no y que, para colmo, podría pedirles que salten a ojos cerrados de la posición socialdemócrata a una posición comunista.
    Las personas justamente indignadas por el curso de los acontecimientos necesitan representantes que se atengan a los imperativos prácticos de la justicia social, no que les coman el coco con cosas raras y propósitos desmesurados. Vistalegre II no debe resolver únicamente los problemas propios de una organización. Debe poner en limpio el ideario básico de Podemos. No se le puede pedir a la gente que le apoye o le vote a ciegas como al principio.
   Por mi parte, necesito saber urgentemente si Podemos tiene  un  registro liberal. Si carece de él, quiero saberlo ya. Me explico: yo no me he dejado robar la parte buena e imprescindible del liberalismo por los manoseos y ruindades de los llamados neoliberales (solo interesados en el laissez-faire económico, ciegos a todo lo demás, que solo les interesa como disfraz).
    Si Podemos se ha dejado mangar la parte noble y progresista del liberalismo, quiero saberlo. No me conformo con una declaración de democratismo  (hay formas de democracia incompatibles con el liberalismo). Y  por favor, no me vengan con la broma de que el neoliberalismo ha vaciado de sentido el término liberalismo como supuestamente ha vaciado al término socialdemocracia, pues en mi cabeza ambos términos siguen llenos de sentido hasta los topes, como  los términos comunista y anarquista. Una cosa es introducir matices, actualizar, y otra distinta hacerse de nuevas.
     Yo me arrogo toda la libertad que me otorga el liberalismo, como me someto al límite que este mismo me impone, a saber, el respeto por el prójimo (eso que el neoliberalismo tiene por norma pisotear, acreditando con ello la nulidad de su supuesto liberalismo). Y además, soy liberal porque no pudiendo estar seguro de poseer la verdad,  habituado a las dosis de escepticismo que forman parte de la herencia liberal,  me siento en la obligación de buscarla, para lo que necesito la ayuda e incluso la oposición de mis semejantes. (Y conste que no se debe confundir esa búsqueda de la verdad con el regodeo en eso que ahora se llama posverdad, regodeo que puede ser tanto banal como criminal).
    Es mucho lo que está en juego. Recuérdese que el liberalismo, aunque tenga las manos sucias como el que más,  es lo opuesto al absolutismo, su único antídoto conocido. Es muy  fácil que recaer en el absolutismo y de paso en la intolerancia si se prescinde de él.
    Pienso que sobre una base liberal debidamente depurada y actualizada se pueden reconsiderar constructivamente muchos temas capitales que durante décadas estuvieron fuera del alcance de la izquierda de formación marxista-leninista. Para ella, un marxismo liberal fue imposible, tan imposible como un anticapitalismo liberal, pero ya es hora de reconsiderar estas cosas, e incluso corre prisa, no vaya a ser que la izquierda deje la libertad en manos de los enemigos de la humanidad (¡como si no fuese precisamente su razón de ser!). Como  ya lo hizo en el pasado al precio de romperse y de volverse sórdida y antihumana hasta extremos indescriptibles allí donde se hizo con el poder, ojo a la repetición.  Que la historia pueda repetirse, y no precisamente como farsa, es algo que debería quitarnos el sueño. Se entenderá, por lo tanto, mi necesidad de salir de dudas en lo que se refiere al núcleo filosófico de Podemos.

jueves, 14 de abril de 2016

DANDO LARGAS POR PURO MIEDO...

      Las idas y venidas para la no formación de gobierno revelan un miedo cerval  a quedar al descubierto como lo que se es. Se reprocha al PP que se limite a escurrir en bulto; pero a sus oponentes,  aunque parezcan más activos, se les puede hacer el mismo reproche.
     Se masca  un doble miedo, a perder votos y a  las reacciones de los poderes fácticos  locales y transnacionales. No es de extrañar que estemos donde estábamos ( y donde estaremos también mañana, y después de una eventual repetición de las elecciones). No se trata de miedos paranoicos.
      Para entender lo que nos pasa hay que tener presente la gravitación de la Bestia neoliberal, una máquina de destruir partidos y sistemas políticos. La situación de impasse no obedece a simples desavenencias personales ni a una ridícula pelea por las poltronas. Es el resultado de un oscuro fenómeno de poder, completamente patológico, para nada democrático, propio de estos tiempos de radical envilecimiento.
     Los acuerdos políticos entre fuerzas políticas distintas solo son posibles en función de los  altos intereses comunes. Pero  no hay manera de llegar a ellos cuando tales intereses, por la misma fuerza de los hechos, se han visto suplantados por los rastreros intereses de la Bestia neoliberal.
     Declararse a favor de la Bestia y levantar grandes olas de repugnancia viene a ser lo mismo. Declararse en contra de ella, le hace a uno merecedor de conmiseración, pues tal parece la mejor manera de provocar sus instintos carniceros, perspectiva que solo seduce a un puñado de valientes.  
     Declararse en parte a favor y en parte en contra, le hace quedar a uno como un tramposo o, en el mejor de los casos, como un estúpido. Se entiende que nadie quiera mostrar sus cartas, que se pierda el tiempo en cominerías, que ni se mente el artículo 135 de la Constitución, que no se hable ni del TTIP ni del TiSA, ni de los emigrantes, ni de  nada trascendente.
     Si el PP se declarase decidido a seguir bailando como un oso de feria al compás marcado por la Bestia, como hizo hasta la fecha,  acabaría políticamente en la ruina, en situación peor que la de Nueva Democracia. Su neoliberalismo hace tiempo que perdió la pátina de novedad y ya todo el mundo sabe que sirve en exclusiva a los intereses de una minoría de bandidos cuya pretensión es  retrotraernos a lo peor del siglo XIX.
     La hora de prometer no sé que capitalismo popular, no sé que sociedad de propietarios, no sé que bondades  del libre mercado, de las privatizaciones y de la propia austeridad, todo eso ya quedó atrás.  La Bestia, que ya no engaña a nadie. Ha agotado sus recursos de marketing. Ahora va a actuar por las bravas, como hizo en Grecia. Por lo tanto, mejor callar: eso no se puede decir. Vamos, que ningún canalla presume de serlo. Y por eso guarda silencio el PP, como callan los empresarios y los especuladores (cuyo autodominio verbal en estos momentos nos indica que son los primeros en saber que no les conviene expresar sus auténticos deseos).
    La situación del PSOE y  Ciudadanos no es menos patética: creen de sabios poner una vela a Dios y otra al diablo. Se las arreglan para que solo veamos sus lindas intenciones sociales, enmascaran su repulsiva fidelidad a la Bestia. Seguro estoy de que tan tremenda contradicción los destrozará. La creencia de que desalojar a Rajoy  equivale a tener un programa “de progreso” es de género tonto. No resistirá el primer empujón de la dura realidad. 
     El caso de Podemos es más complejo, pero tampoco está exento de patetismo. Sobre él pesan los mismos miedos incapacitantes. Ha jugado y pretende seguir jugando a la "centralidad".  Se supone que lo mejor es vestirse de oveja,  por aquello de que las elecciones las deciden los votantes de centro.  Al parecer, es cierto por lo que se refiere a las circunstancias normales,  pero, ojo, porque las de ahora no son normales en absoluto. Que yo sepa, además, a estas alturas ya nadie se fía de las ovejas.
     Podemos da una de cal y otra de arena,  propina coces y amaneradas cortesías  en plan metódico, otra forma de marear la perdiz. También este partido tendrá que elegir. En la actual situación, aunque la aglomeración en el espacio central se preste a engaño,  no hay centralidad que valga. Ya lo veremos pasado mañana, en cuanto se agote la paciencia de los chantajistas de Bruselas.
     En definitiva, o Podemos paga el precio de la domesticación y se gradúa en acomodación, o tendrá que de estar a la altura de las expectativas ciudadanas que le dieron vida, de las que precisamente depende su supervivencia y su crecimiento. No hay término medio.  A diferencia de los otros partidos mencionados, Podemos nada perderá si lo reconoce de una vez por todas.
     O con la Bestia o contra ella. Y como la Bestia, implacable en eso de que conmigo o contra mí, ya sabe que Podemos no nació para darle el gusto ni en público ni bajo cuerda, este partido se engañaría a sí mismo si creyese posible y ventajoso camuflar su razón de ser. ¿Qué ganaría si dejarse pervertir, quizá en nombre de una responsabilidad mal entendida, por los miedos que atenazan a los demás? Nada. Como esos miedos amenazan con reducir nuestra democracia a una mascarada lamentable, bueno sería que por responsable se entendiese el comportamiento de aquel que no se dejase manipular por ellos.

viernes, 8 de abril de 2016

EL COLMO: SEGUIMOS DE “NEGOCIACIONES” PARA FORMAR GOBIERNO…

    Como era de prever, el PSOE, Ciudadanos y Podemos han sido incapaces de entenderse. Ahora parece que Pablo Iglesias consultará a las bases de Podemos para que sean ellas las que decidan si se debe o no  dar vía libre al proyecto del PSOE y Ciudadanos. Que nadie desee ser considerado responsable de que se vaya a nuevas elecciones no es estímulo  suficiente para que unas negociaciones de este tipo lleguen a buen puerto. Los señores negociadores deberían renunciar a esta modalidad política de avestruces, sacar las cabezas de sus respectivos montículos y reconocer de una vez que no van a entenderse nunca con movimientos del trasero que ya empiezan irritar a los bienpensantes y a los indignados por igual.
     Yo opino que Podemos debería allanar el camino a un gobierno PSOE-Ciudadanos basado en el acuerdo programático suscrito por estas dos fuerzas. Mas vale pájaro en mano que ciento volando.
     Es cierto que ni siquiera sobre el papel se puede considerar estupendo  ese acuerdo. Como ha sido pergeñado para no perder votos, entre una cita electoral catastrófica y una posible repetición de las elecciones, como se redactó con la vista puesta en atraer a Podemos,  no es lo que se dice de fiar. Si se llegase a un gobierno PSOE/Ciudadanos, lo más probable es que sea pulido hasta la desfiguración.  Ahora bien, no por ello es completamente despreciable en estos momentos: contiene ingredientes mejores que el tremendo más de lo mismo que nos espera si Sánchez se estrella. 
     En su pacto con Ciudadanos, el PSOE  ha dejado ver hasta dónde es capaz de llegar. Quiere moverse dentro del terreno de juego convencional, sin saltarse ningún límite, y eludiendo cualquier confrontación directa con los amos del cotarro, tratando, al mismo tiempo de recuperar apoyo electoral entre las numerosas víctimas de estos, escondiendo, de cualquier manera y con muchas sonrisas, lo contradictorio de ambos propósitos. Pedirle que se comporte como una izquierda seria es pedir peras al olmo y, además, así está en su papel, para felicidad del grueso de sus votantes.
     Ya es mucho que Sánchez haya preferido ir del brazo de Rivera y rechazar Rajoy (como es mucho que Rivera haya preferido a Sánchez). Y visto lo visto, ¿qué sentido tiene forzar a esta pareja a ir más allá de sus posibilidades? Yo no le veo ninguno, como no le veo ventaja alguna a los insultos oportunistas, que están envenenando la atmósfera del público espectador.
     En cambio, le veo el sentido y la gracia a dejar que el PSOE y Ciudadanos se muestren como lo que son. Que expongan de paso a la vista de todos la futilidad de cualquier oposición blandengue contra el orden de cosas establecido. Eso, que jueguen el juego de la acomodación que tan bien conocen. 
      Si Podemos diese vía libre al tándem PSOE/Ciudadanos no solo conseguiría desalojar al PP del poder. Porque también ampliaría el campo de la izquierda propiamente dicha, única beneficiaria política de los palos que se avecinan. ¿Acaso le conviene pringarse en un gobierno débil obligado a vender como deliciosos  los recortes que figuran en la agenda de Bruselas? Yo creo que no, francamente.  Si uno piensa en los desafíos que se nos vienen encima, sería muy de agradecer contar, por lo menos, con una oposición seria, bien organizada, coherente, libre de compromisos incompatibles con su esencia, capaz de decir verdades como puños y, por lo tanto, en situación de ser creída,  perfectamente diferenciada de lo que se ha dado en llamar "la vieja política".  A buen entendedor pocas palabras: “más vale retroceder un palmo que avanzar un milímetro”. Es una cuestión de estrategia.

jueves, 18 de febrero de 2016

A VUELTAS CON LOS PACTOS IMPOSIBLES

    Corre el tiempo y nada cierto se puede decir sobre los pactos que se trae entre manos Pedro Sánchez, ya emplazado a jugarse la investidura el 3 de marzo. Las así llamadas “negociaciones” parecen encaminadas a ninguna parte, esto es, a nuevas elecciones, y empiezan a irritar. 
    Todo porque el 20-D no ganó nadie, aunque todos cantasen victoria. Nadie se libró de sufrir pérdidas cuantiosas. Podemos no logró “conquistar el cielo”, Ciudadanos se quedó por debajo de sus expectativas, el PSOE sufrió un tremendo bajón, poco faltó para que Unidad Popular-Izquierda Unida desapareciese, el PP perdió su mayoría absoluta y quedó a merced de aquellos con quienes no sabe o no puede comunicarse.
     Tomados los resultados del 20-D en conjunto, se puede concluir que el electorado sigue más o menos donde estaba, ligeramente inclinado hacia el centro izquierda, como en tiempos de Adolfo Suárez. La suma de las fuerzas de signo progresista ha aventajado a las de signo conservador, pero por muy poco. Lo que quiere decir que hay mucha gente en este país que, por inercia,  por miedo a lo desconocido, por sufrir el síndrome de Estocolmo, por autoengaño o lo que sea, ha encajado los recortes y los chantajes sin sublevarse contra los principales responsables de lo sucedido.
      Con ser numerosas las fuerzas que demandan un gobierno de progreso, no son suficientes. No me parece un dato menor que Podemos lograse encaramarse al tercer puesto jugando como partido atrápalo-todo, jugando a la centralidad, a no ser ni de izquierdas ni de derechas. Y es muy significativo que Unidad Popular-Izquierda Unida, un partido que se ha distinguido por su claridad, quedase cruelmente descolgado, al filo del desastre.
    Todo eso indica que el electorado todavía no está en disposición de respaldar una opción clara de ruptura con las políticas que nos han empujado al presente desfiladero. Por algo será. La derecha conservadora ha recibido un aviso, pero también la izquierda, obligada a reconocer que, tomadas en su conjunto, las buenas gentes no quieren que sus representantes políticos echen a correr en plan vanguardia desatinada. Y como la posibilidad de hacer frente a los chantajistas de aquí y de allá depende de que las fuerzas progresistas cuenten con un amplio y generalizado respaldo social, harán bien en no ir por libre ni con prisa.
      En definitiva, creo que más nos vale contar con una oposición fuerte a las políticas austericidas que entrar a formar parte de un gobierno confuso y de corta duración. Los recortes, los desahucios y demás prácticas neoliberales se pueden combatir a pie firme desde la oposición, sin el peligro de quedar pringado en las soluciones a medias  o cosméticas que a no dudar se plantearán. De un recto, sensato y creativo ejercicio de oposición solo cabe esperar un aumento del  atractivo y del poder de convicción de la verdadera izquierda, sobre todo porque se ven venir nuevos y más terribles motivos de indignación por parte de quienes nos quieren imponer, paso a pasito, un modelo de sociedad hobbesiano, malthusiano y demencial. Quizá sea el momento de celebrar que ciertos pactos sean imposibles…

viernes, 29 de enero de 2016

HABLÓ FELIPE GONZÁLEZ

    El ex presidente está empeñado en convencernos de las bondades de un gobierno PP-Ciudadanos, al que, según su parecer, el PSOE debería dar su anuencia.  Se ha apeado de su gran coalición PP-PSOE, lo que nada tiene de extraño a la luz de los resultados electorales.
    La existencia de Ciudadanos podría servir, cree,  para salvar al PSOE. Lo de la Gran Coalición era una jugada a la desesperada, tramada para salvar el status quo, no a su partido. Vista no le falta a González. Ahora ve la ocasión de que el PSOE, ofreciendo unos servicios menores, pueda eludir la responsabilidad por los recortes y atropellos que se avecinan. Y tanto le complace su arreglo que no ve ningún inconveniente en dejarle el campo libre al PP,  decidido a hacer la vista gorda ante los aspectos de este partido que a muchos nos han revuelto las tripas.
     Y memorable ha sido su juicio sobre Podemos. Se trata, nos dice, de un partido leninista y chavista de la peor especie, en lo que, significativamente, viene a coincidir con la apreciación de José María Aznar, ya convencido de que el propósito secreto de Podemos es cargarse la democracia.
     No se trata de una pequeña anécdota al margen. Que ambos personajes, insignes voceros del establishment, nos vengan con estas es mucho más grave que la pueril campaña encaminada a pintarnos como grandes corruptos y vendidos a Iglesias, Monedero y Errejón. Eso es lo que piensa el establishment, capaz de presentarse como el campeón mundial de las libertades.
    Por lo visto, ya no se considera lo bastante fuerte tildar a Podemos de populista. Es leninista, antidemocrático,  esto es, potencialmente violento. Lo que de buenas a primeras justifica que se prefiera apoyar a Rajoy en este trance, y podría justificar luego cualquier medida de excepción.
  Si tenemos en cuenta lo dicho por González, ¿qué posibilidades tiene Pedro Sánchez de entenderse con Podemos? Ninguna, y además se demuestra que Podemos hizo muy bien en poner duras condiciones a un posible pacto de gobierno con el PSOE. 
    El  PSOE está dividido, y la parte progresista, la de Pérez Tapias, en evidente minoría. No por otra razón ha habido espacio de sobra para el nacimiento y la expansión de Podemos, tema que el señor Felipe González pasa por alto en todas sus intervenciones como si también él, como un posmoderno más, considerase inanes las consideraciones históricas más elementales. Este hombre quiere seguir arrogándose el monopolio de la izquierda después de haberla traicionado alevosamente, y encima se permite meter miedo a los ignorantes y a los timoratos con eso del leninismo. Antes se apelaba al comunismo y  al oro de Moscú para mejor perseguir a cualquier opositor, hoy al leninismo y mañana al oro de Irán... 

sábado, 26 de diciembre de 2015

ACLARACIONES SOBRE PEDRO SÁNCHEZ

    Un corresponsal me reprocha mi “falta de confianza” en el PSOE y en particular que lo tenga metido en el saco de la mafia neoliberal. Me dice que he sido injusto con Pedro Sánchez, a quien considera el líder natural de la izquierda y el hombre indicado para liderar la operación de dejar fuera de juego a Rajoy.
     Me recuerda que Pedro Sánchez acaba de negarle su apoyo al PP ayer mismo. Lo sé, me he fijado, pero yo adscribo al PSOE al campo neoliberal desde hace mucho tiempo a la luz de sus hechos, esto es, en clave de poder y no de juegos de prestidigitación.
      Admito que en mis comentarios no le he otorgado a Sánchez el beneficio de la duda. No le conozco personalmente. Solo sé de él lo que he visto en los periódicos y en la tele. Puede que él se crea las mejores palabras que ha pronunciado al calor de la campaña electoral, puede que tenga las mejores y más socialistas intenciones, pero carezco de pruebas.
      Ahora bien, he tomado nota de que dejó de hablar de la eliminación del artículo 135 de la Constitución en cuanto se vio presionado por el establishment y de que se declaró más próximo a Valls que a Corbyn. No puedo ignorar tampoco que tiene un asesor llamado Jordi Sevilla, neoliberal y partidario de una gran coalición PP/PSOE, ya compinchado al respecto con Josep Piqué y correligionario económico del señor Garicano, el asesor de Ciudadanos.  
     ¿Pequeñeces? No, a mi parecer, aunque entiendo que mi corresponsal no haya prestado atención esos elementos de juicio: el candidato saltó a la palestra en clima electoral,  definiéndose al calor de las circunstancias, empujado por la necesidad de hacer valer lo que por razones históricas el PSOE aun pueda tener de socialista en el imaginario colectivo. Pero de ahí que tenga la cabeza y los huevos para romper con la herencia de los González y los Solchaga media un trecho.
     He visto a Pedro Sánchez andar por el filo de la navaja, tratando de conciliar los buenos propósitos del socialismo con el orden de cosas existente, como si tal cosa fuese posible en la práctica.  Le he visto eludir temas tan graves como el TTIP y el TiSA, de cuyos pormenores ya debe estar más que enterado. Y además, lo que me parece sintomático, recibió tan mal a Podemos como lo recibieron los del IBEX y de la caverna.  Encima, se ha presentado como el continuador de los maestros de la acomodación y el gatopardismo, desde González a Zapatero, a mucha honra me ha parecido entender.
    Admito que Pedro Sánchez me halagó los oídos cuando expresó su deseo de barrer de un plumazo la reforma laboral, pero, ¿cómo podría hacerlo sin pelearse con el establishment, provisto de excelentes peones dentro de su propio partido?
     Por su juventud y por las dramáticas circunstancias, Pedro Sánchez bien pudo declararse socialista renacido, echar pestes sobre la tercera vía, condenar la capitulación de la socialdemocracia ante los intereses del gran capital. Y no lo hizo. Para mí, esto quiere decir que el PSOE, balandronadas sociales aparte, está donde estaba, esto es, en la acomodación. Y por esta razón no lo puedo colocar en el frente antineoliberal. Y conste que me irritan más los neoliberales encubiertos que los declarados.
    Quizá Pedro Sánchez, desprovisto de escamas, por salud juvenil o por no estar atrapado en las redes clientelares, se sienta en posición nueva, quizá crea en el proyecto que los socialistas no contaminados por los intereses particulares todavía atribuyen al PSOE. Pero con eso no me basta. El partido que preside hace mucho que dejó de cumplir sus deberes, hace mucho que actuó como cómplice necesario del desplazamiento a la derecha de nuestro sistema político.
     Entiendo que mi corresponsal defienda a Pedro Sánchez.  Y reconozco que yo no quisiera estar en el pellejo de su defendido. Para salvar al PSOE de la trampa histórica en la que ha caído, tendría sacar del sótano a Pablo Iglesias el Viejo, apoyarse en la parte sana de su partido  y darles la patada a los profesionales de la acomodación, tendría que sacar pecho ante el establishment local y transnacional. Es lo que, a mi juicio, le toca, porque de seguir igual el PSOE se irá al carajo en plan Venizelos.
    ¿Lo veo capaz de tamaña heroicidad?  Pues no. Quizá esté deseando poner manos a la obra, pero yo no creo que le dejen. Y es que el PSOE, como el PP, ya quemó sus naves al servicio de la Bestia neoliberal para mejor disfrutar de sinecuras y zanahorias. 
     En fin,  querido amigo, que de aquí a nada se pondrá de moda la palabra “responsabilidad”, para justificar la siguiente ronda de acomodación, con o sin Pedro Sánchez. Ya se sabe, a la irresponsabilidad social por la responsabilidad corporativa, responsabilidad esta que en las urnas cotiza cada vez menos, como acaba de demostrarse. Y no se me enfade si le digo que presiento que la historia no tardará en sepultar al PSOE y al PP en la misma sima política, abrazaditos los dos. 


jueves, 10 de diciembre de 2015

EL PANORAMA ELECTORAL

   Reina una gran agitación en el centro del espacio político, donde los partidos atrápalo todo, Podemos entre ellos, agitan sus banderas. Se pugna por seducir a la masa de indecisos. Lamentablemente, ese centro es un espejismo. No hay tal centro, como constataremos después del 20-D.
     De hecho, la Comisión Europea, presidida por Jean-Claude Juncker –genio de la evasión fiscal, capo austericida–, acaba de puntualizar que, sea el que sea, el próximo gobierno de nuestro país tendrá que dar una vuelta de tuerca a la reforma laboral y atenerse a los  límites del déficit y de la deuda públicos (nuevos recortes sociales).
     Nótese que la Comisión, ya impaciente,  no ha tenido a bien esperar hasta después del 20-D para emitir este Diktat. Y no hace falta ser ningún genio para saber que  nos empuja de mala manera, como sobre raíles, a las coordenadas del TTIP y el TiSA, esto es, a un modelo de sociedad hobbesiano y darwinista en el que todas las lindas palabras  de ahora estarán fuera de lugar.
    No hay centro, insisto. Ni podría haberlo en circunstancias como estas.  O se está del lado de las personas, o se está del lado de la Bestia neoliberal. No otra es la confrontación, aquí, en Europa y en el mundo. Si nos atenemos a esta cruda realidad, la confusión deja paso a una visión ante la cual no cabe hacer el avestruz, pues el propio sistema democrático se encuentra en peligro aquí y en todas partes, por la incompatibilidad entre los fines de la Bestia y los de la gente.    
    Las encuestas predicen que tanto el PP como el PSOE algo pagarán en las urnas por lo que han hecho, pero nada dicen del daño que dicha incompatibilidad producirá a los partidos emergentes a partir del punto y hora en que se vean en el trance de pasar por el aro.
    Las encuestas predicen el final del bipartidismo imperfecto, pero mucho me temo que con eso no basta inaugurar una nueva fase histórica. Veo venir más desgaste. En cuanto se disipen las fantasías electorales, ¿qué creemos que van a sentir los votantes del PP y del PSOE, por muy curtidos que estén? La catarsis electoral durará poco.  
    En cuanto a los emergentes, su desgaste será rápido, porque obedece al mismo mecanismo perverso y sus votantes tienen menos estómago. Todo esto es malo para nuestra democracia en sí misma, y es pronto para saber si será capaz de sobreponerse, pues el daño es demasiado grave, no un simple toque de atención. En teoría, una democracia puede regenerarse, pero no hay manera de lograrlo a fuerza de abusar sofísticamente de su legitimidad en perjuicio de los intereses comunes. La crisis y su gestión, he aquí dos armas de destrucción masiva contra los sistemas democráticos, cuya salud no importa un comino al establishment.
    Para mí, hay dos frentes en liza. Por un lado, el frente neoliberal, del que forman parte el PP y Ciudadanos. Todo indica que tendrán tanta fuerza en el Parlamento que hasta me parece estúpido dar pábulo a una reforma constitucional, no vaya a ser que veamos sustituida la Constitución de 1978 por un sofrito neoliberal.
    El papel del PSOE se presenta equívoco aunque Sánchez haya tratado de girar hacia la izquierda. No le hemos vuelto a oír hablar de eliminar el sucio artículo 135; declaró sentirse más cerca de Valls que de Corbyn; y encima, tiene un consejero económico neoliberal, el señor Jordi Sevilla (hasta ayer mismo, un firme partidario de un gobierno de concentración PP/PSOE…). También es muy significativo que haya tratado de fastidiar a Podemos por el sencillo expediente de agitar el fantasma de Syriza, una manera de declarar su fidelidad al establishment.  Todo indica que el PP y Ciudadanos podrían contar con el apoyo del PSOE en los temas verdaderamente importantes, cualquiera que sea el resultado que  obtenga Pedro Sánchez el día 20. Que el PSOE se juega su porvenir es cosa sabida, pero es incierto que vaya a reaccionar. Piénsese en los casos de Venizelos y de Hollande, dispuestos a hundirse a mayor gloria del sistema.
    Nos queda el otro frente, el antineoliberal, en el que encontramos a Podemos, Unidad Popular-Izquierda Unida y las diversas mareas. Hoy separados por cuestiones menores, creo que estas fuerzas formarán un todo compacto en el Parlamento, aunque sin posibilidad alguna de influir en el curso de los acontecimientos.  El frente neoliberal no las dejará llevar adelante ningún referéndum, no les dará opción a dejar su huella en la reforma constitucional; no conseguirán la eliminación del artículo 135, ni sacar adelante sus proyectos sociales. Esto es triste, pero cabe esperar que se consolide una fuerza clara de oposición, tanto más digna de confianza cuanto menos doble el espinazo, tanto más importante para el día de mañana cuanto mejor informe a la ciudadanía de lo que está urdiéndose en la trastienda del poder. Como la indignación irá en aumento, como el otro frente cargará con toda la responsabilidad, su hora llegará, tarde o temprano. A menos que el sistema colapse por el camino.

martes, 10 de noviembre de 2015

LOS DOS FRENTES EN LIZA

     El PP  nos promete un futuro muy lindo, merecidamente ganado por su buen hacer, luce simpático como nunca, muy moderado, se saca de la manga intereses sociales de última hora. El PSOE da muestras de socialismo y  promete derogar la reforma laboral. Todos defienden los bienes públicos, la sanidad, la educación, las pensiones, faltaría más.  Muy tranquilizador, se adormecen los malos recuerdos. También Ciudadanos tiene lo suyo, con su limpieza y su juventud, con ese líder de refresco que sabe hablar  estupendamente sin atenerse al consabido argumentario.  En fin, que dan ganas de votarles, que apena tener que elegir entre tres opciones tan buenas, que además están de acuerdo en la defensa de la unidad de la patria.
     Ahora bien,  ironías aparte, después del 20 de diciembre, cuando se disipen los narcóticos y los anestésicos, la cosa se pondrá brava.  Se prevén nuevos requerimientos de las altas instancias económicas, se prevén nuevos ajustes de la tuerca que nos tiene asfixiados.  Y si te he visto, no me acuerdo.
     ¿Se imagina alguien a Rajoy dando marcha atrás a las medidas económicas de las que tanto se ufana?  ¿Cree alguien que Sánchez se acordará del compromiso de eliminar el maldito artículo 135 que Zapatero y Rajoy calzaron en la Constitución? Lo que cabe esperar de él ya lo dijo, elegantemente, al declararse más próximo a Valls que a Corbyn. No preveo que haga historia plantándole cara al TTIP ni al TiSA. Doy por seguro que, como Rajoy, no tendrá el buen gusto de informarnos antes de las elecciones sobre lo que sin duda ya sabe  sobre tan secretos y decisivos tratados.  Y con Garicano como economista de cabecera, no preveo que Rivera se salga ni tanto así del guión. Se trata de un frente neoliberal. Y si se cumplen los vaticinios de los expertos, si finalmente gana Rajoy seguido por Rivera, si se acaba el duopolio, ya sabemos lo que nos espera. Se entenderán en lo principal, flanqueados por el PSOE de un modo u otro y con grave daño para sí mismo. En todo caso, parece que nos libraremos de la mayoría absoluta, instrumento que en manos de nuestros políticos ha demostrado ser peligrosísimo.  Algo es algo.    
     Del otro lado tenemos un frente antineoliberal, también dividido entre distintas sensibilidades. Por un lado tenemos a Podemos, por el otro a Unidad Popular. Compiten entre sí, pero tendrán que sumar sus fuerzas en el Parlamento. Separados, estos grupos serían cruelmente ninguneados.
    Las diferencias que no pudieron limar a priori,  se limarán por sí solas. Según los sondeos, el cielo no será asaltado, lo que tiene sus ventajas. Una victoria a lo Artur Mas sería peor que la derrota parcial que se ve venir. Nada menos recomendable que una victoria por los pelos si tenemos en cuenta el tremendo desafío que se nos viene encima. 
        Visto el peligro, se entiende la impaciencia, la sensación de ahora o nunca. Pero la historia tiene su tempo, y hasta se puede insinuar que le está haciendo un favor al desunido frente antineoliberal, al obligar al frente opuesto a cargar con toda la culpa del atraco y del cambio de modelo de sociedad que nos ha sido impuesto, privándole de la posibilidad de echársela encima.  Un favor, porque le da tiempo a madurar y constituir la alternativa necesaria, dentro de lo real posible, mientras sus oponentes se queman por completo; un favor, porque le da tiempo a que estos se quemen  no solo aquí sino en todas partes; porque le da tiempo a encontrar sus verdaderos amigos europeos, evitándole la penosa soledad que padeció Syriza. Y tiempo también para que hasta el más despistado se harte de votar contra sus propios intereses y se movilice en consecuencia. 

martes, 25 de agosto de 2015

EL CASO TSIPRAS

    La trágica rendición de Alexis Tsipras ante el chantaje de los bárbaros del norte ha helado la sangre a la izquierda europea, a partir de ese preciso momento condenada a una nueva división frente a un enemigo que actúa al unísono y en plan apisonadora. Acostumbrémonos, que por un lado tendremos a quienes consideren al señor Tsipras un simple renegado y por el otro a quienes parecen estar decididos a enterrarse políticamente con él por una solidaridad fuera de lugar.
    Entre los exponentes de la primera tendencia, tenemos, por ejemplo, a Varufakis, que ya tildado de traidor a Tsipras (con matices, eso sí), y a quienes han decidido abandonar Syriza para crear un nuevo partido. Entre los de la segunda, a los que  le apoyan a ojos cerrados, convertidos en pruebas vivientes de que “no hay alternativas”.  
    Las réplicas del terremoto griego se han dejado sentir, cómo no, en España. Mientras el establishment se felicita por la capitulación de Tsipras, muy oportuna en términos electorales, la izquierda sufre  la aludida división.
   Lo más significativo es, a mi juicio, la actitud de los máximos dirigentes de Podemos, que han afirmado contundentemente que Tsipras hizo lo que debía, de lo que se deduce que ellos habrían hecho exactamente lo mismo. Al parecer, Pablo Iglesias y los suyos pretenden, a la vez, tranquilizar al establishment, apoyar al socio descalabrado y dar muestras de responsabilidad y centralidad, objetivos sumamente irritantes desde la óptica de cualquier izquierda que se precie.
    Hace unos días le oí decir a Teresa Rodríguez que habrá que contar con cierto “temblor de rodillas” en momentos cruciales, en referencia a las enseñanzas del caso Tsipras. Y ya le ha caído  desde las alturas un patético correctivo, según el cual el fracasado político griego es un auténtico león [sic]...
    Y leo en un artículo de opinión que Teresa Rodríguez incurrió en una “gansada”. Conste que ella no dijo (y yo estaba allí) que sus propias rodillas no fueran a temblar…  Simplemente, llamó la atención sobre las duras realidades e instó, no sin simpatía, a sobreponerse a futuros temblores. Es evidente para mí, además, que no tuvo intención de hacer leña del árbol caído. De modo que de “gansada”, ni media.
    Por mi parte, creo que a nadie se le puede ocultar que hay un antes y un después de la claudicación de Tsipras, a quien ahora vemos metido en la penosa huida hacia delante y ya de camino a una felonía que hará historia.
     Es triste, porque la historia precisamente le dio a este hombre la ocasión de ser recordado como un héroe y reclamado como tal. A mi juicio, debió dimitir  (no digo pegarse un tiro o saltar por la ventana) antes de firmar, y por supuesto, negarse rotundamente a emprender esta impresentable huida hacia delante. Con ello le habría hecho un gran favor a Grecia, a Europa, a la Democracia y a todos los que deseamos plantarle cara a la presente dictadura del capital. La división es entre colaboracionistas y no colaboracionistas, esto sí que lo ha dejado bien claro el señor Tsipras, el enésimo político que le ha salido rana al sufrido votante de izquierdas.

lunes, 27 de julio de 2015

LA RAZÓN POPULISTA COMO ESPEJISMO

    Podemos reitera que no es “ni de izquierdas ni de derechas”, repite que la dialéctica izquierda/derecha es asunto superado. Esta originalidad no es baladí, pues separa a Podemos de quienes se sienten de izquierdas, y empieza a escamarme.
    Deduzco que  Pablo Iglesias se ha tomado realmente en serio eso de no ser de izquierdas ni de derechas. Al principio, me pareció una arriesgada argucia electoral encaminada a constituir un partido atrápalo-todo, a hacerse querer  por los despistados votantes del centro, en aplicación del abecé de la sociología electoral. (Arriesgada, porque la posición de un partido no la define él solo. También depende, y a veces decisivamente, de la posición que le atribuyan sus adversarios y sus propios militantes. Siendo obvio que Podemos ha quedado inscrito en el lado izquierdo, como radical además).
    Ahora me inclino a creer que si algo tiene esta anomalía de argucia electoral, tiene mucho más de principio ideológico de máxima significación. O Pablo Iglesias no habría rechazado de ese modo a Alberto Garzón y a todos los símbolos de la izquierda. Si se ha atrevido a desconcertar de paso a sus propios seguidores debo pensar que la cosa tiene mucha importancia para él.
    A mí me suena mal eso de “no ser de izquierdas ni de derechas”.  Me  suena a franquismo, a fascismo, a falangismo.  Una cosa es que la gente del 15-M se hiciese eco de esa fórmula (por estar rechazando simultáneamente al PSOE y al PP), otra cosa es que ciertos  posmodernos la usen por creer que hemos arribado al fin de la historia, y otra muy distinta que tal sea la referencia de un partido  que aspira a gobernar. De modo que ahora necesito pruebas para no considerar insano este planteamiento de Podemos.
    Intrigado, tentado estoy de atribuir esta excentricidad a la influencia de Ernesto Laclau, un pensador enrevesado, capaz de entretejer, no sin originalidad, los hilados de Gramsci, Althusser y Lacan (lúcido aquel, muy liantes estos dos).  Considerado un posmarxista (no se bien lo que es), Laclau ha influido en la izquierda latinoamericana de los últimos tiempos y no es sorprendente que Iñigo Errejón le hiciese objeto de su tesis doctoral. No es un autor menor. Otra cosa es que su pensamiento sea adecuando a nuestras particulares circunstancias.
     A diferencia de lo que hoy se estila, la visión que tiene Laclau del populismo no es negativa. Entiende que el populismo, en un grado u otro, forma parte de la acción política, en todo momento, como estamos viendo ahora mismo (por ejemplo, cuando el PP  y el PSOE se sacan de la manga una serie de medidas “populistas” de última hora). Hay, claro es, un populismo revolucionario, el que más le atrae, y otro conservador. Los  análisis de Laclau se han basado, sobre todo, en la versión peronista del populismo, un caso de libro.
     El populismo peronista hizo acto de presencia, como otros, en una sociedad donde la dialéctica izquierda/derecha no había rendido ningún fruto en orden a la redistribución de la riqueza, donde el sistema político era inútil, una simple mascarada al servicio de la oligarquía, donde la izquierda de toda la vida  se había empantanado víctima de la represión, donde había un abismo entre ricos y pobres. Y surgió como novedad, por encima de la vieja política, dispuesto a trascender aquella dialéctica, abarcándolo todo, y a la vez obligado a ello por los furibundos ataques recibidos desde los dos lados del campo de juego político. De allí su pretensión totalizante, a partir de la supuesta centralidad que se atribuía a sí mismo.
    No se hablaba de clases, sino de ricos y pobres, de oligarcas y descamisados, donde estos términos eran a todas luces exactos. Las viejas etiquetas ya no valían. Perón se sacó de la manga su justicialismo, con la creatividad que Laclau atribuye a estos movimientos en el plano de los dichos. ¿Comunismo, socialismo? No, no: ¡justicialismo!  De puertas para afuera, Perón hizo fortuna con su “tercera posición”, ni con la URSS ni con los Estados Unidos.
    Cabe ver la influencia de Laclau en la renuncia a expresarse en términos de izquierda y derecha, en la acuñación de la oposición pueblo vs. casta, en una nueva forma de hablar, en la renuncia a viejos dichos y símbolos, e incluso en cierta vaguedad de propósitos, típica de los populismos.
    Las preguntas espinosas se remiten a lo que el pueblo decida en su momento.  Se da por supuesto que todos los que oponemos a la casta vamos  o debemos ir en el mismo barco, en lo que anida una voluntad de alcanzar la hegemonía, unida a la razón populista (conceptos este y aquel centrales en la obra de Laclau). Todo esto es muy interesante, pero no le veo la utilidad en nuestro caso.
    Es cierto que aquí el sistema ha traicionado el bien común, como en la Argentina de finales de los años 40. Ahora bien, hecha esta constatación, se terminan los parecidos. En aquel país y en aquel entonces la divisoria entre ricos y pobres era brutal  e insalvable, no había asomo de cohesión social, etc. Puede que lleguemos a esa situación, pero todavía no hemos llegado, con lo que basta para dar por no aplicables las sugerencias de Laclau sobre la formación de un poder hegemónico de corte populista.
    En un viejo post afirmé que en la España actual no hay populismo a la vista, digan lo que digan los publicistas orgánicos del establishment. Y es que no lo creo posible. El nacimiento del peronismo obedeció a circunstancias irrepetibles.
   La combinación de los carismáticos Perón y Evita no es de las que se repiten, tampoco de las que se fabrican a voluntad.  Además, no se puede pasar por alto que el populismo peronista pudo desenvolverse porque Perón sumó la legitimidad emanada de las urnas al liderazgo de las fuerzas armadas, es decir, se hizo con la totalidad del poder efectivo, sin el cual nada hubiera podido hacer contra una oligarquía intratable.
    Pablo Iglesias tiene un carisma indudable, pero solo el que corresponde a nuestro tiempo y lugar, donde los liderazgos a la Perón o a la Chávez no son bien vistos. Si intentase abusar de él, a buen seguro que toparía con una repulsa creciente dentro de sus propias filas. Y  téngase en cuenta que está llamado a actuar en un Estado en el cual, por imperfecta que sea la separación de poderes, no podría hacer lo que le viniera en gana, por muy de su parte que creyera tener a la razón populista de Laclau.
     El esquema populista basado en un simple y llano “pobres contra ricos” no podría funcionar en la España de hoy como funcionó en la Argentina de Perón o en la Venezuela de Chávez. Aunque las cosas van de mal en peor, todavía hay millones de españoles que tiene algo que defender, un trabajo, un pensioncita, un pequeño bar, algo, con el correspondiente miedo a perderlo y la inevitable resistencia a dejarse llevar por la razón populista, algo que les inspira pavor, de lo que se aprovecha el establishment.
   Y hay un dato más, a mi juicio fundamental, que cierra la puerta a un movimiento populista en nuestro país. Y es que la Argentina que confió su destino a Perón era un país inmensamente rico, que vendía trigo y carne a espuertas, a un mundo medio muerto de hambre. El chavismo, por poner otro ejemplo, tuvo su petróleo. ¿Qué tenemos nosotros?  Hace falta un país rico para que el populismo pueda hacer valer su poder, para que pueda crecer desde el primer día.
    Desde el primer momento, Perón pudo hacer y convencer porque tenía dinero (lo mismo que Chávez). En cuanto las arcas se vaciaron, su régimen sucumbió. Y si el crepuscular peronismo encarnado en la señora Kirchner pudo frenar a los acreedores y hacerse querer con medidas sociales de corte populista, la explicación la encontraremos en la riqueza de aquel país, justo en lo que a nosotros nos falta.
    Mucho me temo que la influencia de Laclau  puede contribuir a desorientar a Podemos, y de rebote a todos. Esto por no recordar que, en su necesidad de alcanzar la hegemonía para no verse a los pies de los caballos, Perón dio lugar a una formación dotada de facciones de izquierda radical, de centro, y de extrema derecha, esto es, a un guirigay que solo él, carisma, demagogia y dinero mediante, sabía “manejar”.  No creo que un artilugio así interese a nadie por estos lares.
     Y no dejaría de parecerme una ironía cruel de la historia que a estas alturas ciertos  ingredientes del peronismo, para colmo entresacados de los académicos y enrevesados libros del profesor  Laclau, confundiesen la mente de la izquierda española, como confundió y mareó Perón a la izquierda de su país, no una sino varias veces… Aquí de lo que se trata es de arreglar, refundar, actualizar o relanzar la izquierda, no de renegar de ella en plan genialoide.