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martes, 4 de octubre de 2011

BONO Y COSPEDAL, INDIGNANTES


   Casi al mismo tiempo, José Bono y Dolores de Cospedal se han referido al subsidio a los parados en un lenguaje común, dándonos a entender que debe ser controlado y revisado a la baja. La convergencia entre el supuesto socialista y la exultante dirigente popular forma parte, salta a la vista, de la larga y sinuosa campaña contra los logros de la clase trabajadora.
    Desde hace tiempo, oímos insinuaciones  repulsivas,  en forma de frases equívocas, globos sonda y lapsus. Se nos da a entender que la cobertura a los parados es excesiva, que hay abusos, que no faltan los holgazanes, que la economía no levantará vuelo si no se toman medidas para “dinamizar” el mercado de trabajo.
     Y esto se nos da a entender cuando ya estamos indignados, sin pensar ni por un momento en lo feo que es que personas bien situadas, con las espaldas bien cubiertas, se refieran en tales términos a personas mal situadas y con graves apuros de supervivencia. Todavía ni unos ni otros se atreven a proponer que se supriman los subsidios, pero mucho cuidado, porque vivimos en un mundo extraño, en el que se perfila una minoría esclavista y una mayoría esclavizada. 
    Uno de los logros de pasadas épocas fue que los ricos dejaran de comportarse arrogantemente ante quienes no lo son, lo que permitió suavizar el clima social y político por ambas partes, sobre bases constructivas. A fuerza de torpezas y groserías, el clima va a acabar completamente agriado.

miércoles, 6 de julio de 2011

BONO Y LA “ROPA INDECOROSA”


     Es un caso interesante este del señor José Bono, presidente de la cámara de diputados, por formar parte de una tendencia de lo más llamativa, de tipo retrógrado como es usual en los tiempos que corren.  
     Al señor Bono le gusta que la gente vista “correctamente”. Ya vimos cómo llamó al orden al diputado Sebastián por aparecer en el hemiciclo  sin corbata…  esto es, faltando al respeto de sus pares. Ahora resulta que no quiere admitir visitantes  ataviados con pantalón corto, camisa sin magas o camiseta con tirantes. No sabemos lo que piensa de la minifalda o de las sandalias, pero está claro que aborrece las chanclas.  Es su pequeña contribución a la campaña encaminada a devolvernos a los usos y costumbres de los años cincuenta.
    Ya he llamado la atención sobre esta campaña retrógrada, que se complementa con la reaparición de vistosos uniformes, caros vestidos de gala y  sotanas formidables. La apariencia vuelve a ser más importante que el contenido.
    El principio de autoridad recurre a los trucos del pasado, a ver si consigue recuperar el carisma perdido y mantener las distancias. No es un asunto puramente español, es una tendencia global. Si los de la suiza UBS se permiten establecer qué tipo de ropa interior deben vestir sus trabajadoras, ahora se obliga a las dependientas de Carrefour a maquillarse de acuerdo con los gustos del Bono de turno. Y es que el poder siempre ha detestado la común afición de las personas a arreglarse  como les da la gana, un signo de autonomía, algo irritante.
    Si esto sigue así, habrá que obligar a nuestros políticos a que dejen de hacerse los campechanos cuando les conviene, cuando pretenden aproximarse al común de los mortales.  Que vayan a todas partes de traje y corbata, también a los mítines y los actos electorales...  El traje de baño de antaño, una combinación de calzón y camiseta de tirantes, me parece, para ellos, la única solución, el único decoroso, para el caso de que tengan que bajar a la playa.
    En fin, bromas aparte, me será permitido llamar la atención sobre el hecho de que nunca he visto a los usuarios de chanclas y bermudas exigir a nadie que se despoje de la corbata. Tengo mis buenos motivos para sospechar que los usuarios de chanclas son esencialmente más liberales –más tolerantes– que los señores de traje y corbata.