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martes, 14 de febrero de 2012

“SOCIALISTAS DE ÉLITE”

     Así se titula el libro de Javier Chicote, subtitulado “Felipe y los felipistas. De Suresnes al club del millón de dólares” (La esfera de los libros, 2012), un trabajo de muy recomendable lectura,  aunque  deprimente.
     Más que los nombres y apellidos y el montante de las ganancias, sin duda espectaculares, lo que me llama la atención es el fenómeno en sí mismo, que no dudo en poner en directa relación con la poquedad del socialismo que nos ha tocado en gracia, caracterizado por una perfecta adecuación a los requerimientos oligárquicos nacionales, europeos y atlantistas.
     Algo parecido ha ocurrido con los socialistas de otras latitudes, no menos acomodaticios, como acreditan los casos de Mubarak, Schröder y Blair, miembros distinguidos de la Internacional Socialista.
      No se trata simplemente de un asunto de personas, pues cabe hablar de un síndrome –el síndrome del socialista pudiente–, cuyo padecimiento algunos llevan con cierto disimulo, pues, como es natural, quieren seguir siendo “socialistas” ante las buenas gentes…  y ser invitados como tales socialistas a las tenidas del Club Bilderberg  y a tomar asiento en los consejos de administración, donde les cabe esperar un trato cuasi preferente. 
     No hay que confundir a  las víctimas de este síndrome con los socialistas  no pudientes que se han pasado a la derecha ostentosamente con aires de haber descubierto el Mediterráneo. Aunque no quepa ni la menor duda sobre que tanto aquellas como estos  trabajan en sentido socialmente retrógrado, con sus particulares intereses por  referencia suprema. Hace tiempo que los poderosos han descubierto las enormes ventajas que se derivan de tratar con mimo tanto a los enfermos como a los no enfermos.
    Nada nos puede sorprender que los sistemas políticos se hayan desplazado hacia la derecha en  todas partes, como oportunamente señaló James Petras.  Lo que sí me sorprende es con qué facilidad, como me sorprende el caso de nuestros socialistas, y me preocupa, y mucho, ya de cara al porvenir, pues el “no nos representan” también ha ido por ellos.
     La gente empieza a cansarse del juego.  Hay muchos votantes socialistas que se sienten burlados y estafados, y a ellos no bastará con decirles “he entendido el mensaje” o cosa parecida,  ni  les resultarán suficientes los avances referidos a la igualdad de género, a los matrimonios homosexuales y al aborto, si se dejan intocados los asuntos económicos más serios y perentorios, en los que no le va a bastar al PSOE ir dos pasos por detrás del PP por el mismo camino de perdición.
     También me sorprende que no haya excepciones claras, personalidades de referencia, insobornables, capaces de decir algo, de mantener el rumbo, algún legítimo continuador de Pablo Iglesias. Es como si, por así decirlo, a nuestro socialismo le hubiera faltado su Fraga Iribarne, esto es, un líder capaz de evolucionar y de adaptarse al espíritu de los tiempos pero sin pasarse de rosca, sin entrar en contradicción consigo mismo y con sus seguidores, un líder desprovisto de la tendencia al enriquecimiento fácil, bien armado desde el punto de vista intelectual,  sin complejos…  De seguir las cosas así, habrá que admitir que la derecha ha  sobrellevado  su necesaria puesta al día con menos daño para sus líderes que lo ocurrido en el campo de la izquierda. Los líderes de esta han acabado extrañamente irreconocibles. Una desgracia, sin duda, sobre la que habrá que reflexionar.  

domingo, 4 de diciembre de 2011

LA DERROTA DEL PSOE


    Un buen amigo, socialista de toda la vida, me ha expresado la creencia de que el PSOE ha sido derrotado por culpa de la incomprensión de la izquierda y, desde luego, por la crisis, siéndome imposible arrancar de él la menor autocrítica. Defiende a Rubalcaba y da pruebas de confiar en las posibilidades de Carme Chacón, al tiempo que descalifica fríamente a los indignados.
   Nunca le vi tan perdido y vulnerable, y eso que ha tenido que pasar por no pocos trances amargos, como muchos votantes del PSOE.  Está claro que, mientras el PP aglutina a todo lo que se mueve desde el centro derecha a la derecha extrema, no ocurre lo mismo del lado contrario.  Da la impresión de que el “bipartidismo imperfecto” se encuentra en crisis, quizá entrado ya en una fase terminal más o menos larga, se modifique o no la ley electoral.
     Lleva cierta razón mi amigo socialista cuando dice que Zapatero hizo las reformas a regañadientes, y que si las demoró es porque le repugnaban, pero eso no implica que el votante de la izquierda, ya aguzados sus cinco sentidos por la crisis,  le vaya a celebrar los resultados, aunque se le diga que podríamos estar peor de no haber cedido él al chantaje de los mercados. Ya dije que esta crisis es sumamente dañina para la democracia. Al PSOE le ha tocado pagar los platos rotos, y ya veremos como sale librado el PP. Pero hay más cosas que decir.
     Era prácticamente imposible que Rubalcaba, el hombre fuerte del gobierno socialista, pudiera salir airoso de la prueba electoral, pues estaba tan quemado como el propio Zapatero, de cuya gestión no tuvo a bien distanciarse ni un milímetro. En realidad, no ha habido incomprensión de la izquierda. Lo que ha habido es un espejismo, por el cual el PSOE se ha sentido en la izquierda, sin advertir su obvia traslación hacia la derecha, para colmo vergonzante. Mucha gente ha sido testigo de esa traslación, y no precisamente la más despistada.
    El trágala de la modificación constitucional no ha sido un asunto menor, como tampoco la forma en que nos vimos involucrados en los sucesos de Libia, como la forma en que hemos acabado integrados en el famoso escudo antimisiles. Entiendo que mi amigo socialista vea con simpatía  a Carme Chacón, pero no debería olvidar que precisamente ella ha andado en estos arreglos, como también en el “manejo” de lo de Afganistán, teniendo en todo ello un papel muy semejante al que ha cumplido Elena Salgado, de modales no menos exquisitos.
    Se me ocurre que a estas alturas el PSOE se ha habituado a la práctica de la acomodación, algo que le viene de lejos, de cuando era de temer algún coletazo de la dictadura.  Y se me ocurre que, de aquí en adelante, tal y como están las cosas, no le va a ser suficiente con seguir en las mismas.  Los que hablan de renovar el partido harían bien no creer ni por un momento que los indignados son estúpidos y ellos los únicos listos. 

miércoles, 23 de noviembre de 2011

LA VICTORIA DE RAJOY


     Como se veía venir, el PP venció ampliamente el 20 de noviembre. Para el PSOE la cita electoral ha tenido un resultado calamitoso, y si el daño no fue mayor se lo debe al hecho de que muchas personas de espíritu práctico pensaron que votarle a Rubalcaba era la única manera de oponerse al rodillo de Rajoy. 
    Así las cosas, tras las elecciones, nuestro “bipartidismo imperfecto” es aún más imperfecto, y esto porque la izquierda está dividida y porque al PSOE le costará salir del agujero. El tiempo no ha pasado en vano, y a los desaciertos de Felipe González han venido a sumarse los de José Luis Rodríguez Zapatero. La memoria, a su manera, hace sus sumas y multiplicaciones, y no se puede vivir eternamente del recuerdo de Pablo Iglesias, como tampoco se puede levantar nada creíble sobre el antiguo miedo a la derecha. Acabamos de comprobarlo. Además, eso de hacer una política de derechas desde la izquierda sin sufrir bajas, es una forma de suicidio.  Sólo se puede servir a dos señores –al pueblo llano y a los primates del sistema atlántico– en fase de vacas gordas, y esto con disimulo. En los tiempos que corren, no hay manera. 
    Hay un problema que me obsesiona:  La presente crisis es una máquina de triturar sistemas democráticos. Lo que le ha ocurrido al PSOE no es más que un adelanto, sobre el cual debería tomar nota el victorioso PP antes de que sea tarde. No dudo de la capacidad de autoregeneración de los sistemas democráticos, pero hay que andarse con ojo. 
    La mayoría absoluta carga sobre las espaldas del PP una responsabilidad histórica de género abrumador. No sólo tiene que lidiar con una crisis económica sin precedentes; también debe arreglárselas para dejar bien claro que nuestra democracia sirve al bien común y no a otra cosa. Si  Mariano Rajoy se limita a ejecutar el proyecto del Comité del Dolor integrado por grandes banqueros, grandes empresarios y magos de las finanzas, no sólo sufrirá el PP. Sufrirá el sistema político que nos dimos en 1978, una perspectiva realmente espantosa.