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jueves, 3 de septiembre de 2015

FUGITIVOS Y DESAMPARADOS

    Miles de personas desamparadas pugnan por encontrar  un lugar al sol en esta Europa de por sí atribulada. Son personas de toda condición, con estudios y sin ellos, amas de casa, jóvenes y adultos, todas lanzadas a una épica aventura de final impredecible. La foto del cadáver de Aylan Kundi, un niño sirio de tres años, tirado en una playa, nos pone ante la cruel realidad, ante los hechos de esta civilización agónica.
      Me sobrecogen las manifestaciones de xenofobia, los cálculos según los cuales toda esa gente tendrá que irse por donde ha venido, el “no hay para todos” de los autosatisfechos, me enfurecen los sarcasmos a raíz de que paguen a los mafiosos su billete a la nada  (¡como si fueran ricos, como si fuese posible huir a ciegas!), me repugna la idea de que hay que distinguir entre los aspirantes a figurar como refugiados políticos y los que han llegado hasta aquí por una motivación económica, a los que  pretenden deportar sobre la marcha.
     Del hecho de que muchos  quieran llegar hasta Alemania se deduce que no luchan por sobrevivir sino por instalarse en el paraíso, los muy listos. Este razonamiento me saca de quicio. Como los fugitivos tienen mal aspecto, resulta que hay europeos opinantes  que los consideran pura chusma y que en lugar de apiadarse sienten aversión.  (El mismo mecanismo le servía al doctor Goebbels para fijar la idea de que los judíos no eran humanos.)
     Me asquea que la vieja Europa se gaste muchísimo más dinero en sembrar de cuchillas y puestos de control las fronteras que en atender a los refugiados. Me asquean las negociaciones en curso, cicateras y abstrusas. Me irrita en lenguaje, la neolengua despreciable que habla de emigrantes, no de fugitivos, como sería decente. Me irrita que los responsables de responder humanamente a este éxodo pongan más cuidado en no hacer ni decir nada que se pueda entender como “efecto llamada”, que en cumplir sus obligaciones morales. Y encima, estos responsables se las dan de sorprendidos, como si no se hubieran percatado de que el año pasado el Mediterráneo se cobró la vida de 2.500 personas. Ya han logrado que defender a los fugitivos por encima de cualquier consideración monetaria sea mal visto, como cosa de idealistas y blandengues. Me da asco que se hagan cálculos electorales para sacar tajada de   la "invasión".
     Me repugna que se culpe a los fugitivos de haber llegado hasta aquí. Resulta que ante su sola presencia, los cínicos de siempre, secundados por  la manada bienpensante, soslayan las causas del éxodo. Esto me revuelve las tripas.
     ¿Cómo es posible que tantos europeos cultos y semicultos pasen por alto la tremenda responsabilidad de Europa en la devastación de las patrias y los suelos de estas personas que vienen huyendo a la desesperada?
    ¿Cómo se puede ser tan imbécil como para creer que se pueden bombardear países enteros, que se puede inutilizar la forma de vida de millones de personas, que se puede incitar a la discordia, poner a la gente entre obediencias incompartibles, con riesgo para su vida, sin causar una huida masiva? ¿A quién le puede sorprender que aparezcan por aquí gentes cuyas vidas han sido rotas a bombazos en Afganistán, Irak, Libia y Siria? ¿A quién la llegada de africanos, cuyas tierras han derivado en espacios de reservados a la rapiña multinacional, incluida la europea?
    Lo que está ocurriendo es una consecuencia de los usos brutales del neoliberalismo, en sí mismo un arma de destrucción masiva.
     En teoría, esto debería servir no solo para sacudir las conciencias sino también para cambiar el modus operandi de la civilización occidental. Pero me temo que no ocurrirá, que no se hará nada para que los fugitivos puedan regresar pronto a su tierra con total seguridad. Temo que se improvisen más campos de concentración. Temo que aumente la presión sobre los ciudadanos europeos, en plan Cameron, para que no puedan proteger a ningún forastero.
     Temo que la tragedia vaya a más, porque la criminal lógica subyacente no permite esperar otra cosa.  Ojalá me equivoque, pero, cuidado, porque a la devastación provocada por la guerra y la rapiña, se están sumando ya los primeros golpes del cambio climático, claramente visibles en el espacio africano. Lo que ahora presenciamos, me temo, es solo un botón de muestra de lo que va a venir. Los expertos pronostican múltiples éxodos de millones de personas. Espero que por lo menos seamos capaces de admitir que tal como sean tratados los actuales fugitivos seremos tratados nosotros  y nuestros hijos y nietos. Está claro: o humanismo o barbarie.