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jueves, 26 de mayo de 2016

QUERIDO JEAN-CLAUDE

    Leo en el periódico la carta que Mariano Rajoy le envió a Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, fechada el 5 de mayo. Curioso documento, a saber si hecho público por una infidencia maliciosa o deliberadamente, como parte de la campaña electoral. Me inclino a creer lo segundo.
      La carta me da la impresión de estar dirigida a Jean-Claude, buen amigo, y de paso, como lección de ortodoxia, a los seguidores del presidente en funciones. Para pedirle un favor a Juncker, bastaba medio folio, y la carta tiene cuatro.
      Rajoy presume de su amistad con Juncker y de sus formidables logros económicos. Quiere disculparse por no haber cumplido el objetivo del déficit, una marchita en su expediente. No se le puede reprochar por  ser el primer defensor del Pacto de Estabilidad y Crecimiento.  La culpa recae, nos dice, en la “ralentización del crecimiento mundial”, en las repetidas citas electorales, causantes de algunos desmanes económicos en las administraciones que no dependen de su control. Ruega a su querido Jean-Claude que España no sea castigada. Pide tiempo.
   “Una vez que haya un nuevo gobierno, estamos dispuestos a tomar nuevas medidas” [de ajuste], “en la segunda mitad del año”.  Nótese que Rajoy está tan identificado con ese nuevo gobierno que le sobran las reservas y los matices. Y esto me parece dirigido al consumo interno, pues he de suponer que el señor Juncker no ignora que la situación es más compleja (me temo que la promesa podría irritarle a tenor de las circunstancias).
     También para consumo interno me parecen los párrafos en que Rajoy presume de sus éxitos. Se felicita por su “intensa agenda de reformas”, muy en particular por la reforma del mercado de trabajo. Es admirable lo que ha conseguido en solo cuatro años: “Hemos pasado de perder bienestar, empleo y confianza a mejorar la situación social, crear empleo y tener nuevas expectativas de futuro”.
    No creo que con semejante frase entresacada del argumentario genovés  Rajoy pueda aspirar  a ilustrar y conmover la conciencia del muy curtido señor Juncker, a quien imagino algo impaciente, con una media sonrisita algo sarcástica. ¡Hay que ver este Rajoy!
    Ahora se crea empleo “a ritmos muy intensos”. “El crecimiento español es equilibrado”, de “base sólida”, “sin endeudamiento exterior”…   La economía española es ahora “competitiva”, se crean empresas, etc.
     Suena cínico, con Juncker en el ajo, o podría tratarse de un caso de ingenuidad y entonces cabría imaginar la preocupación del aludido Juncker. Una cosa es mentir y otra creerse las propias mentiras. Este Rajoy parece estarse pasando de la raya. ¿Es que pretende quedarse conmigo?
   Enumerados los logros de Rajoy –y esto es lo grave– queda demostrada la bondad de las políticas aplicadas por orden de Bruselas. No dudo de que a Juncker le gusta que así se exponga y así parezca. Y no dudo de que le habrá hecho cosquillas la siguiente frase de Rajoy: “Ambos compartimos que, tanto la estabilidad de la zona euro como la mejora del bienestar social son objetivos esenciales de la política económica de la Unión Europea”.
    ¿Cinismo o ingenuidad?, se pregunta uno otra vez. Venirnos con el sofisma de que el austericidio apunta al bienestar social es el colmo, y más en una carta oficialmente dirigida al señor Juncker, el organizador del centro de evasores corporativos radicado en Luxemburgo. ¡El austericidio como panacea universal al servicio del bien común! En fin, gracias a esta carta, quedan expuestos, en negro sobre blanco, los objetivos esenciales,lastimosamente contradictorios.