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jueves, 17 de mayo de 2012

EL HUNDIMIENTO DE BANKIA


   Digo Bankia donde debería decir Caja Madrid, desarrollada a partir del Monte de Piedad fundado por el padre Francisco Riquer hace trescientos años.
   El pobre Riquer, a buen seguro, no entendería lo que ha pasado, como tampoco lo entiendo yo. Una institución sólida, creada con intenciones sensatas, orientada a ofrecer apoyo a iniciativas razonables y a apoyar a las personas en apuros o con pocos medios, siempre orientada también a proteger al común de los mortales contra los usureros, ha venido a acabar como nuestro Lehman Brothers.
    Ayer mismo, con gran despliegue mediático, se había hecho cargo de Caja Madrid el mayor genio económico, señor Rodrigo Rato, que la transformó en Bankia, con aires de comerse el mundo.  Hoy la publicitada nave se ha hundido ignominiosamente en la bolsa, dejando al aire todas sus vergüenzas y, de paso, las vergüenzas de un sistema que ya no da más de sí. 
   El señor Rato, capitán de la nave, nada parecido al buen padre Riquer, cobraba dos millones de euros anuales (en un país en el que hay cinco millones de parados y en el que el trabajador medio debería trabajar, sudando la gota gorda, más de dos siglos para redondear esa bonita suma)…
    Y ahora se hará lo siguiente: echar mano del dinero del contribuyente, del que ha ganado y del que supuestamente ganará, para reflotar la nave. Una vez conseguido este propósito, el banco será vendido al mejor postor, y vuelta a empezar. La socialización de las pérdidas forma parte de los presupuestos del sistema, de cuya escandalosa inmoralidad somos todos conscientes. En cuanto al señor Rato, se dirá que tuvo mala suerte y que fue víctima de la incomprensión de otros tiburones y aquí paz y después gloria.
    ¡Ay, este Rato! Ha tenido una trayectoria lo suficientemente larga como para vivir la fase neoliberal desde sus comienzos, con predicaciones sobre el "capitalismo popular" y la "nueva economía",  hasta su vergonzoso final. Será recordado no sólo por haber hundido la obra del padre Riquer, sino también por haber vendido las joyas de la corona (Telefónica, Repsol, etc.), por ser uno de los genios de la improvisación y de la imprevisión que nos han conducido a este desfiladero. Yo creo que ha sido el genio mayor, aunque no me olvido de los señores Boyer, Solchaga y Solbes, de similar hechura.
   Hoy más que nunca España necesita economistas serios, conscientes de la totalidad de los problemas implicados, con visión de Estado y sentido de futuro. Porque los simples plagiarios, los que simplemente van con la corriente, los que confunden este país con los Estados Unidos, los que se deslumbran como paletos ante los pases mesméricos de Wall Street, los que se guían por el viejo catecismo neoliberal que les tradujo el profesor Schwartz  hace treinta años, los lacayos de la oligarquía cleptocrática no nos van a servir para nada, salvo para hundirnos en la miseria... del todo.