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domingo, 2 de octubre de 2016

TRAS LA CAÍDA DE PEDRO SÁNCHEZ

   La  abyecta operación de derribo que presenciamos tiene el rango de  un aviso para caminantes. Hay en el terreno de juego unas líneas rojas llenas de pinchos y convenientemente electrificadas. Y lo tremendo del caso, lo más inquietante, es que Sánchez cayó fulminado a pesar de haber puesto buen cuidado en no tropezar con ellas. Dijo que no a Rajoy, cierto, pero no dio un solo paso hacia un entendimiento efectivo con Unidos Podemos y con los nacionalistas periféricos. De lo que se deduce que decirle no a Rajoy es de suyo peligrosísimo. El PSOE no ha dudado en arriesgarlo todo –hasta su digna imagen– con tal de que ni siquiera se le pueda imputar la intención de rozar la alambrada. ¡Tan grave es el asunto!
    Ahora, eliminado Sánchez, el PSOE se dispone a hacer lo que los conspiradores no tuvieron la decencia de declarar con la debida formalidad. Allanarán el camino a un gobierno de Rajoy. Está cantado. En algún momento le fue dado comprender a Felipe González que, con la que está cayendo, una gran coalición PSOE/PP sería la ruina, y se decantó por esta solución, menos arriesgada pero no gratuita.
    Ayer mismo, Eduardo Madina, se hacía el tonto, diciendo que no sabía aun si votaría o no a favor de un gobierno del PP… Se ha puesto el acento en la insensatez, irresponsabilidad y mitomanía de Sánchez, en plan táctico. Pero ahora toca decirle sí a Rajoy según lo acordado, sin obtener nada a cambio, por pura “responsabilidad”. De esta manera tan triste el  PSOE sellará su destino para los restos. Acabará, detalles más o menos, como el PASOK.
    La caída de Sánchez es una prueba más de que el centro político ha desaparecido. Se hace ver que existe, pero qué va.  El PP y el PSOE, y naturalmente Ciudadanos, harán algunos pases por el centro aparente, pero en cuanto a las cosas serias, operarán juntos, en línea acostumbrada, en sintonía con sus pares europeos, en un sistema que se ha desplazado todo él a la derecha.
     La defenestración de Sánchez y el sí a Rajoy  no serán  los últimos servicios del PSOE al establishment. Le hará todos los servicios que hagan falta de aquí en adelante, por eso de la “responsabilidad”, en realidad por seguir enchufado al poder. El problema para los demás es que, contra toda lógica, pretenderá también arrogarse la representación no solo del centro mítico sino de la entera izquierda, confundiendo las cosas y los términos quién sabe hasta qué extremos. De modo que tras la defenestración de Sánchez, Unidos Podemos tendrá que superarse a sí mismo, o seremos muchos en este país los que nos quedaremos sin representación.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

EL PSOE SE QUEMA EN SU PROPIA SALSA

    El  PSOE  va camino de repetir la hazaña del PASOK, como era de temer.  Los últimos acontecimientos, incluido el navajazo de Felipe González a Pedro Sánchez, dejan un escasísimo margen a la esperanza de que se salve. El vicio de la acomodación, los intereses creados, el uso torticero de su marca de izquierdas, estas cosas tenían un precio político, a pagar a plazos cada vez más dolorosos.
    Me da la impresión de que Pedro Sánchez, aunque su punto de partida fuese el de la cúpula del partido, viéndose ya ante la responsabilidad de convertirse en nuestro Venizelos, ha venteado el peligro y ha querido alejar de sí tan amargo cáliz. Empezó diciendo que se sentía más cerca de Valls que de Corbyn, empezó haciéndole ascos a Podemos, dándole el gusto a esa cúpula, y ahora anda tanteando un camino propio, a ver si hay alguna manera de evitar el descarrilamiento del socialismo español. Es muy comprensible, ¿no creen?
     No es un asunto de poltronas, pues este hombre, con solo seguir las instrucciones de los primates de su partido, empezando por la de allanarle el camino a Rajoy, tenía asegurada la suya por muchos años. Ya tiene en su contra a los medios de comunicación, al IBEX, a los barones de su propio partido. A poco que se descuide lo ponen de patitas en la calle.
     Por lo visto al señor Felipe González le gustaría que su pupilo le entregase el timón a Rajoy a cambio de nada, ni de buenos modales siquiera, en plan mayordomo, en el supuesto, a mi juicio risible, de así se arreglarán  las cosas y todos contentos. En su empeño segarle la hierba bajo los pies a Sánchez llamándole mentiroso, el ex consejero de Gas Natural ha mostrado, una vez más, todas sus cartas. 

viernes, 29 de enero de 2016

HABLÓ FELIPE GONZÁLEZ

    El ex presidente está empeñado en convencernos de las bondades de un gobierno PP-Ciudadanos, al que, según su parecer, el PSOE debería dar su anuencia.  Se ha apeado de su gran coalición PP-PSOE, lo que nada tiene de extraño a la luz de los resultados electorales.
    La existencia de Ciudadanos podría servir, cree,  para salvar al PSOE. Lo de la Gran Coalición era una jugada a la desesperada, tramada para salvar el status quo, no a su partido. Vista no le falta a González. Ahora ve la ocasión de que el PSOE, ofreciendo unos servicios menores, pueda eludir la responsabilidad por los recortes y atropellos que se avecinan. Y tanto le complace su arreglo que no ve ningún inconveniente en dejarle el campo libre al PP,  decidido a hacer la vista gorda ante los aspectos de este partido que a muchos nos han revuelto las tripas.
     Y memorable ha sido su juicio sobre Podemos. Se trata, nos dice, de un partido leninista y chavista de la peor especie, en lo que, significativamente, viene a coincidir con la apreciación de José María Aznar, ya convencido de que el propósito secreto de Podemos es cargarse la democracia.
     No se trata de una pequeña anécdota al margen. Que ambos personajes, insignes voceros del establishment, nos vengan con estas es mucho más grave que la pueril campaña encaminada a pintarnos como grandes corruptos y vendidos a Iglesias, Monedero y Errejón. Eso es lo que piensa el establishment, capaz de presentarse como el campeón mundial de las libertades.
    Por lo visto, ya no se considera lo bastante fuerte tildar a Podemos de populista. Es leninista, antidemocrático,  esto es, potencialmente violento. Lo que de buenas a primeras justifica que se prefiera apoyar a Rajoy en este trance, y podría justificar luego cualquier medida de excepción.
  Si tenemos en cuenta lo dicho por González, ¿qué posibilidades tiene Pedro Sánchez de entenderse con Podemos? Ninguna, y además se demuestra que Podemos hizo muy bien en poner duras condiciones a un posible pacto de gobierno con el PSOE. 
    El  PSOE está dividido, y la parte progresista, la de Pérez Tapias, en evidente minoría. No por otra razón ha habido espacio de sobra para el nacimiento y la expansión de Podemos, tema que el señor Felipe González pasa por alto en todas sus intervenciones como si también él, como un posmoderno más, considerase inanes las consideraciones históricas más elementales. Este hombre quiere seguir arrogándose el monopolio de la izquierda después de haberla traicionado alevosamente, y encima se permite meter miedo a los ignorantes y a los timoratos con eso del leninismo. Antes se apelaba al comunismo y  al oro de Moscú para mejor perseguir a cualquier opositor, hoy al leninismo y mañana al oro de Irán... 

martes, 26 de mayo de 2015

TRAS LAS ELECCIONES DEL 24-M

    Se constata un gran avance de la izquierda y un retroceso de la derecha, un cambio de tendencia que, con las elecciones generales a la vista, se puede entender como una clara señal de que se prepara una redistribución del poder. Es pronto para echar a volar las campanas, pero se alegra el espíritu al constatar que millones de españoles son, hoy por hoy, inmunes a las mentiras de saturación que hemos padecido durante los últimos meses.
    Hay quien se asusta ante la necesidad de pactar y habla de ingobernabilidad. Evidentemente, no será fácil llegar a acuerdos y atenerse a ellos. Pero, la verdad, creo que ya era hora de que llegásemos a una situación como esta. Las mayorías absolutas habidas hasta la fecha han sido sumamente dañinas para la  normal maduración de nuestra joven democracia. Piénsese en los modales chulescos de sus beneficiarios, en el hurto de los temas serios  y trascendentes del debate público y leal, por no hablar de otras consecuencias indeseables, desde la corrupción a la promoción de auténticos inútiles a puestos de elevada responsabilidad.
   Me hacen gracia las murmuraciones de la derecha ante las declaraciones del presidente Rajoy, que ya pone proa a las elecciones generales sin mirar atrás. ¿Qué esperaban? Hace mucho tiempo que el PP quemó sus naves para mejor disfrutar de la corriente neoliberal-neoconservadora que nos ha traído al presente desfiladero histórico. El resultado era previsible y de aquí a noviembre no tiene la menor posibilidad de rectificar, como no tiene ni la menor opción de pintar de rosa su agenda oculta, que no es otra que la de seguir en las mismas, destruyendo la cohesión social en nombre de los intereses de su red clientelar y de los mandatos de los amos de las finanzas internacionales.
    No cabe ignorar que el PP tenía otras potencialidades, pero ya da igual. Se lo ha jugado todo a una carta, justo a la carta que la gente tiene buenos motivos para aborrecer y temer. Y es que ha dejado la causa de la justicia social en el lado de la izquierda, de manera inequívoca, haciendo daño hasta a sus ingenuos votantes de ayer. Si ahora empezase a hablar de justicia social, sus palabras sonarían  tan hipócritas que es hasta normal que no se atreva a pronunciarlas.
    Hay quien cree que Rajoy no es el mejor candidato por no ser el más locamente neoliberal-neoconservador del elenco, pero ya me dirán lo que adelantan con ello en orden al reencuentro con la sensibilidad del común de los mortales. Y recuerden que ahora precisamente asistimos al hundimiento del absurdo mito de que las derechas entienden la cosa económica mejor que nadie…
    Ahora veremos qué hace el PSOE. Parece que la historia ha tenido a bien darle una oportunidad de redimirse de sus desviaciones. ¿Con quién pactará? Supongo que Pedro Sánchez ya se ha dado cuenta de que cualquier tocamiento con el PP sería desastroso para el partido. Pero no cabe descartar que le chantajeen para que de el paso fatal. La sombra de Felipe González es alargada y no sabemos en qué quedaron las tenidas sobre el famoso gobierno de concentración PP-PSOE. O con la derecha o con la izquierda, señor Sánchez. Este país no está para bromas.
    No quisiera dejarme en el tintero una evidencia de sumo interés. La división de la izquierda no ha sido un impedimento para su avance, y esto por un dinamismo interno que ha desbordado el marco partidario convencional. Cabe ver en ese dinamismo, tan esperanzador, la consecuencia del sufrimiento y la desazón, y además una manera colectiva de sobreponerse a los cantos de sirena del fatalismo histórico.
    La derecha no tiene ni la menor posibilidad de emplear su arsenal contra un fenómeno social de tal amplitud, contra semejante voluntad de cambio. Dicho arsenal quizá le sirvió para sembrar dudas, en espíritus timoratos, sobre la idoneidad de los líderes de Podemos para encarnar una alternativa creíble y para endosarle al partido de Pablo Iglesias una agenda oculta de tenebrosas intenciones totalitarias, pero ha demostrado ser patéticamente inútil contra dicha voluntad. Si lo tuviera que expresar en términos convencionales, diría que el poder establecido ha topado con el pueblo.

    

miércoles, 3 de diciembre de 2014

GLOBALIZACIÓN Y DESNACIONALIZACIÓN

     En 1947 Harry Truman declaró que el sistema capitalista norteamericano solo podría mantenerse en el tiempo y evitar las repeticiones del  crack de 29 si se hacía mundial; era prioritario, dijo, poner coto a los impulsos nacionalistas, un obstáculo para ese plan y, por lo tanto, “una amenaza para la paz” (la amenaza era, en realidad, la suya). Lo que llamamos “globalización” viene de más atrás, del siglo XIX, pero las palabras de Truman fueron su consagración como proyecto a largo plazo de la potencia hegemónica.
     Dicho y hecho. Estados Unidos aplastó todos los brotes de nacionalismo económico, todos los intentos de anteponer los intereses de los pueblos a los intereses transnacionales. Recuérdese de qué manera fueron derribados el guatemalteco Arbenz, el iraní Mossadeg, el indonesio Sukarno y el brasileño Goulart. Recuérdese el asesinato de Lumumba. El argentino Illia fue depuesto por los militares en cuanto se vio su intención de poner límites a los empresarios del petróleo. Estas cosas ocurrían en el Tercer Mundo, lejos de la conciencia del Primero, durante los “fabulosos años” que siguieron al fin de la guerra mundial. La destrucción de Salvador Allende data del fin de ese período (1973). Luego vendrían los “accidentes” de aviación de  Jaime Roldós y Omar Torrijos. Horrores lejanos desde la óptica de las clases bienpensantes. Pero ya le llegaría la hora a Europa. El democristiano Aldo Moro  fue asesinado antes de que pudiese hacer efectivo un entendimiento con los comunistas. La caída de Gorbachov y su sustitución por Yeltsin, peón del neoliberalismo, estaba cantada.
     En definitiva, los líderes que intentaron anteponer los intereses de sus respectivos pueblos a los intereses de la potencia hegemónica y de las élites locales a ella asociadas  siempre acabaron mal. En cambio, los peones favorables gozaron de apoyo mediático, económico y militar sin límites, incluso cuando recurrieron al terrorismo de Estado puro y duro (Suharto, Pinochet, etc.). Por ser poco condescendientes con los intereses de la potencia hegemónica, Milosevic, Sadam Hussein y Gadaffi  fueron  objeto, ellos y sus pueblos, de “bombardeos humanitarios”, ya sabemos con qué resultados. Todo ello según el mismo guión.
     Lo de ahora es una continuación, a lo grande, sin rebozo ni máscara.  Pero sospecho que Truman se quedaría perplejo ante el curso de los acontecimientos. Él hablaba de Estados Unidos en primera persona, y no creo que imaginase que la desnacionalización que imponía a los demás como plato único llegaría a imponerse, neoliberalismo mediante y a la chita callando, a su propio país, donde ya hay gente que no se puede pagar ni el agua.
    Todavía vemos a Estados Unidos como gran protagonista de la historia, sin advertir que sus verdaderos protagonistas desprecian los intereses del pueblo norteamericano. Este pueblo es uno más entre los pueblos caídos en las manos de las empresas transnacionales, los especuladores y los banqueros. Ya decía Marx que el dinero no tiene nacionalidad. Los norteamericanos de a pie lo están experimentado en sus propias carnes.
    Cualquiera que se devane los sesos con la política exterior norteamericana de las últimas décadas se ve en la necesidad de reconocer que no hay manera de entenderla si se prescinde de esas fuerzas privadas, desprovistas del menor compromiso social. Si el complejo militar industrial científico quiere guerra, habrá guerra, a crédito, a costa de las buenas gentes. La comida de los soldados y la limpieza de las letrinas se privatizan, como las cárceles. ¡Adelante con los faroles! Si unos banqueros sin escrúpulos han vendido basura, se los rescata y luego se les confían los resortes económicos del país.
     Truman podía pensar que su agenda serviría a los intereses del pueblo norteamericano,  receptor de la riqueza planetaria, pero los hechos han demostrado su error de cálculo. La clase media norteamericana, la gran obra de ingeniería social de los años de la posguerra, ya ha sido destruida. Los salarios han caído, la desigualdad se ha disparado, el Estado federal ha sido esclavizado por unos mafiosos.
    Ahora les ha toca morder el polvo a los diversos nacionalismos europeos, cuyas elites están entregadas al servicio de esas fuerzas transnacionales.
     Nadie habría imaginado que tras “el milagro alemán” millones de alemanes fuesen a caer en la precariedad, como así ha ocurrido ante nuestros ojos a cámara lenta pero en pocos años. De los británicos ya se ocuparon la señora Thatcher y el señor Blair. La  Unión Europea es a estas alturas un engendro de ocupación al servicio de la élite transnacional. En España, la democracia, tardíamente conseguida, pasará a la historia como una concesión política para ocultar la mano de una desnacionalización sin precedentes, digna de un país tercermundista de los más tirados.
   En el mundo resultante ni los norteamericanos ni los europeos, sean alemanes, italianos, griegos, franceses o españoles, valen en cuanto tales para sus gobernantes, salvo como sujetos de masiva explotación o de maltusiana  exclusión. Al mismo tiempo, toda la artillería mediática bate con furia contra la sola idea de nacionalismo, para lo cual se echa mano de los malos recuerdos de las viejas guerras patrióticas, con tal estruendo que no deja oír la menor crítica contra esta manera de entender la globalización, publicitada cínicamente como una protección contra tales guerras, ya que no contra las que ahora se libran por el petróleo y los intereses privados.
    Si no pasas por el aro, te reventaremos; si pasas con una sonrisa y trabajas "en la dirección del capitalismo salvaje”, te untaremos. Así se acabó simultáneamente con la socialdemocracia y su variante democristiana, así se redujo a los sindicatos a una caricatura de sí mismos, así se redujo a marionetas a varias generaciones de políticos y de jefes de Estado. Y vamos, no se le podía pedir al señor Felipe González que fuese de la madera de Palme o de Allende..., tampoco a Venizelos u Hollande.
    Ni se te ocurra sacar a relucir los principios internacionalistas de la Ilustración ni la Declaración Universal de los Derechos Humanos, indispensables para una globalización digna de tal nombre, incompatibles con esta forma de rapiña. Se pide de ti que celebres la desigualdad, que revuelvas el caldero de lo particular, de lo étnico, de lo religioso; se pide de ti que repitas  los mantras neoliberales, vengan o no a cuento, se te pide que sacrifiques todos los valores humanitarios en el altar del dinero apátrida.
    Aquí el problema no es si los españoles o los griegos van a soportar más recortes, todos ellos de intenciones pésimas. ¿Los va a soportar la humanidad? Esta es la gran pregunta, seguida de la pregunta acerca de qué son capaces de hacer con la pobre humanidad los que nos han conducido este callejón sin salida. A juzgar por estos, la civilización está acabada, putrefacta. A juzgar por las buenas gentes, no. 

martes, 15 de julio de 2014

LLEGA PEDRO SÁNCHEZ

     Al parecer,  dos elementos de juicio han producido cierta alergia (su pertenencia al aparato del partido socialista y su pasajero acomodo en el escenario de Caja Madrid en tiempos de Blesa); pero ahora lo único importante es qué va a hacer, cómo se las arreglará para dotar de sentido al relevo de Alfredo Pérez Rubalcaba.
     De lo que haga Pedro Sánchez dependen, en buena medida, la suerte PSOE, en un tris de acabar como el PASOK, y el destino de la democracia en que habitamos. Este joven profesor de Economía se ha echado a la espalda una carga pesadísima. Ojalá que salga bien librado, pues de su buen hacer depende la desactivación inteligente de algunos problemas que, largamente incubados, podrían saltarnos a la cara de un momento a otro.
     Por fortuna, en todo caso, es demasiado joven como para endosarle la responsabilidad por los yerros que nos han conducido a este desfiladero. Puede pasar con honra a la historia o salirnos rana y acabar como Venizelos. Los ánimos no están para bromas. No basta una faena de maquillaje para salvar al PSOE, ni tampoco eso de poner una vela a Dios y otra al diablo. Le apetezca o no, tendrá que ser original, pues no puede regirse por el modelo de sus predecesores.  Hollande, el Venizelos francés, nada le puede enseñar. Cualquier salida a lo Blair sería su ruina.
    Como considero que la única manera de hacer frente a la bestia  neoliberal, que ahora se relame a la vista del gran festín por ella preparado con motivo del tratado entre EE UU  y la UE, considero que es un deber de la izquierda sumar fuerzas. Y en esta línea, creo que una de las tareas de Pedro Sánchez es guardarse de alimentar los motivos de discordia y tender puentes donde no los ha podido haber. Así, por ejemplo, creo que haría bien en no caer en una fácil descalificación de Podemos. Bien está que el señor Felipe González se declare miembro de la casta, como el señor Montoro. Pero ojalá que él no haga lo mismo. Y ojalá que tampoco imite a Susana Díaz, que  se declaró de “la casta de los fontaneros”, en relación con el muy respetable oficio de sus familiares. No están los ánimos, insisto, para este tipo de boutades. Aquí se está con el 10% ó con el 90% de los españoles, lo que no tiene ninguna gracia, como soy el primero en admitir.
      Tampoco me parecería feliz que descalifique indirectamente a Podemos por el expediente de arremeter contra el “populismo” (y ya lo ha hecho).  ¿Quién está aquí lo suficientemente libre de populismo como para permitirse esa listeza? Y francamente, en el contexto actual los discursos antipopulistas no presagian nada bueno, ni democrático, pues se apunta a dejar a la gente inerme ante las medidas antipopulares que forman parte del catecismo neoliberal.
      ( Los fanáticos neoliberales se han olvidado de las promesas populistas que les permitieron abrirse camino (capitalismo popular, sociedad de propietarios, etc.), lo que indica la malicia del rollo que ahora nos sueltan con su habitual asertividad, que no le consienten a nadie más.)

     En definitiva, le toca a Pedro Sánchez  establecer de qué lado está el PSOE, para lo cual no le queda más remedio que acordarse de Pablo Iglesias, el mayor, y dar por concluida la era del socialismo acomodaticio y servil.

jueves, 29 de mayo de 2014

LA IRRUPCIÓN DE PODEMOS

     Esta es la gran novedad que nos han dejado las elecciones europeas. Quienes se congratulaban por el  supuesto desvanecimiento del 15-M se han llevado una desagradable sorpresa al toparse con su materialización en forma de partido. Podemos ha venido para quedarse, con el sólido respaldo de más de un millón de españoles. Esto  ha pillado desprevenidos a los genios malignos del orden establecido.
     El señor Arriola, consejero áulico del presidente del gobierno, ha dado muestras de una prepotencia más bien patética al confundir un fenómeno político del tamaño de Podemos con una ventolera friki. De tanto jugar con los términos el gran prestidigitador, réplica española de Karl Rove, ha acabado por no distinguir un mosquito de  un tigre.
    Tomar por frikies a los profesores, licenciados, doctores y personas ilustradas en general que han dado vida a Podemos es una ocurrencia realmente estúpida. Pablo Iglesias y su equipo representan a la parte activa de una generación que de tonta no tiene un pelo. Por lo que a ellos se refiere, el infame plan de crear una sociedad clasista en la que sólo puedan hacerse con una preparación digna de tal nombre los hijos de los ricos ha llegado tarde.
    El señor Arriola no tardará en caer en la cuenta de que las exitosas fórmulas que se utilizan para manipular a las gentes de la América profunda son inútiles, contraproducentes e irritantes en la España del siglo XXI. ¿Qué papel cree que harían Arias Cañete o González Pons en un cara a cara con el profesor Monedero o con la “camarera del gin-tonic”, Lola Sánchez, licenciada en Ciencias Políticas? Que sus clientes sigan pendientes de argumentarios idiotas hasta la completa despersonalización y ya veremos lo que pasa.
    Claro que no es Arriola el único que ha dado la nota. Podemos ha provocado reacciones cavernarias dignas de estudio. Pablo Iglesias es “el niñato”, “el de la coleta”, “Pablete”, nada importante, o bien, simultáneamente, un “Lenin”, la  reencarnación de Hitler y de Castro, un Le Pen, un Chávez.  Los mismos que se descamisan para las elecciones le han acusado de “populista”… Y esto no ha hecho más que empezar. Todas las alarmas han saltado a la vez.
    Particularmente expresivo ha sido Felipe González, que se ha declarado orgulloso de pertenecer a “la casta” por lo mucho que esta ha hecho por el país. ¿Le habré entendido mal? Su pertenencia a la casta es evidente, pero, ¿en qué se funda su orgullo? ¿Atribuye a la casta las pensiones no contributivas o se las atribuye al PSOE de los años ochenta? ¿Confunde a aquel PSOE que recibió un apoyo masivo con la casta de marras y nos invita a confundirnos también? Más clara ha sido su definición de Podemos: una moda bolivariana, algo que le preocupa mucho, vamos, como si no fuese una moda. Viene a decirnos que sería catastrófico que fuese a más aquí y en Europa. Exactamente como si en lugar de efecto de la catástrofe que estamos viviendo, Podemos y Syriza  fuesen la causa de la misma. Es una forma de sugerir que más vale conformarse con lo que hay, por ser terrorífico lo que puede pasar.
     No es la primera vez que  Felipe González pulsa las fibras del miedo  a lo desconocido. Ahora bien, ¿por qué lo hace ahora, como si Pablo Iglesias estuviese a punto de instalarse en La Moncloa? Mucho me temo que sigue pensando en un gobierno de concentración o salvación nacional y que en su mente ya opera el fantasma de Hugo Chávez como pretexto añadido. Y el problema es que ese gobierno de salvación sería precisamente el hacha de la casta mafiosa. Por no hablar de la manera realmente grotesca de dar la razón a todos aquellos que han llegado a la conclusión de que la Transición fue  una estafa, lo que no es precisamente un favor para quienes tratamos de defender sus aspectos meritorios y decentes. Muchísima gente joven ya habla con desprecio del “régimen de 1978”, de la socialdemocracia y del liberalismo, y no creo que la ejecutoria de González y sus compadres sea ajena a este desperfecto de nuestro sistema político.
     El poder establecido haría bien en estar agradecido a que, a pesar de sus modales  chulescos, le haya tocado en suerte una oposición tan cívica e ilustrada como Podemos, que hasta le da una oportunidad de reflexionar y de ponerse límites, cosa elemental que no sabe hacer por sí mismo, una oposición que por su sola presencia invita a la sanación democrática de nuestros diversos males, empezando por la sanación del propio PSOE, que si llega a celebrar unas primarias dignas de tal nombre será por lo que ha aprendido el domingo. Pero esta es una apreciación idealista. Lo cierto es que el poder establecido ya ha emprendido su particular cruzada contra Podemos y todo lo que representa. Y esto sí que es preocupante.