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viernes, 20 de mayo de 2011

TODO UN EJEMPLO DE CIVISMO

  El movimiento Democracia Real Ya está dejando en ridículo a sus críticos y detractores.  No es de extrañar que ciertos comentaristas de pago  lo atribuyan a las maquinaciones de “alguien” (“cree el ladrón que todos son de su condición”), incapaces de concebir los resortes de la espontaneidad. 
    Y no es de extrañar tampoco que haya toda clase de observadores al acecho, con la actitud de quien busca un pelo en la sopa,  a la  caza  individuos capaces de romper un escaparate, por ejemplo, o de frases hermosas pero incomprensibles para ciertos clientes políticos, frases del tipo “la imaginación al poder” (por si viene al caso utilizar la misma munición que se emplea contra la memoria del 68).  El señor Quim Monzó nos explica que esto no es una revolución sino una acampada, Cristina Losada nos habla del Cacao Party, etcétera.
    Sienta muy mal que Cayo Lara se haya presentado en la puerta del Sol, en lo que cualquiera puede ver la envidia de sus oponentes, atados en corto por sus expertos en imagen (no se imaginan a Zapatero ni a Rajoy bajando a la arena con tanta naturalidad).  
    Los espíritus habituados a ir sobre raíles creen ver una falla en la pluralidad y en la amplitud de miras de los reunidos, en su diversidad y en su juventud. Nos hablan desdeñosamente de “los hijos del zapping” [sic!], y de paso pasan por alto el hecho de que el movimiento implica –y entusiasma– a personas de muy diversas edades. 
   Por mi parte, quiero resaltar que este movimiento nos está dando un ejemplo de civismo, tanto por su conducta como por sus debates y sus propuestas, de indudable riqueza.  Ante este fenómeno, nuestra clase política contrae, lo quiera o no, una responsabilidad que debería asumir con altura de miras y el saber hacer que ha perdido por el camino.
     Es una maravilla que nuestra puerta del Sol no sea la plaza de Tahir, que ninguna plaza española sea como la egipcia.  Es una suerte que aquí se hable de refinar nuestra democracia, no de echar abajo el sistema. Es una suerte que este aviso llegue bajo esta forma, pacífica, dialogante y participativa,  y no en forma de desbordamiento airado, ni siquiera en forma de cacerolada. Esto nos lo hemos ganado entre todos; no es cosa de estropearlo sino de estar a la altura de las circunstancias. Con ello quiero decir que la responsabilidad de que el movimiento en curso siga siendo  cívico no depende sólo de quienes participan en él directamente.