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viernes, 31 de octubre de 2014

NEOLIBERALISMO Y CORRUPCIÓN

     Tuvimos en España la mala suerte de que cuando por fin se produjo la apertura democrática, de suyo limitada por la herencia dictatorial, se nos colase el neoliberalismo por la puerta de servicio, una desgracia.
    Digo por la puerta de servicio porque, en teoría, esta doctrina, promotora del capitalismo salvaje, era incompatible con la sensibilidad tanto de la derecha actualizada como de la sin actualizar, e incompatible también, por descontado, con el socialismo español. En teoría, contábamos con la protección de la Constitución de 1978, y con el instinto de la gente, que ni siquiera veía con buenos ojos el simple título de liberal a secas, como descubrieron Garrigues y Roca. Pero si entró por la puerta de servicio lo cierto es que se adueñó de la casa.
     Es algo que merece un estudio en profundidad, pues en teoría, insisto, este país contaba con anticuerpos de todos los colores contra esta afección que se caracteriza por su desprecio del bien común y por una adscripción militante y descarada a la ley del más fuerte, la más destructiva de todas, hobbesiana y clasista hasta el horror.  Para nada sirvieron los anticuerpos franquistas, falangistas, democristianos, socialistas y comunistas, y de su inoperancia se podría extraer la precipitada conclusión de que eran insustanciales, simples mascaradas.
    A falta de ese estudio en profundidad, creo que la invasión neoliberal se vio favorecida por la tendencia a copiar lo de fuera (¡que inventen ellos!), que nos dejó inermes frente al chantaje de la banca, de la Europa de los mercaderes, del Fondo Monetario Mundial y el Banco Mundial (caídos en manos del neoliberalismo a principios de los años ochenta). El resto lo hizo la táctica del movimiento neoliberal, espléndido a la hora de untar a sus peones. La indigencia intelectual de ciertos personajes y personajillos, deslumbrados por tan tosca y criminal doctrina, selló nuestro destino.
     La falta de hábitos democráticos arraigados impidió que se pusieran límites a la infección. Por lo visto, era fácil pasar del elitismo de antes al nuevo, como era fácil hacer ese tránsito desde el secreteo de los años de clandestinidad, propicio a la creación de una elite llamada a emular a la de siempre. Fácil de solo pensar en las recompensas presentes y futuras, y por supuesto en los inconvenientes de oponerse. Claro que para alcanzar esas recompensas era preciso reducir al parlamento a una función ceremonial y usar contra natura –contra el pueblo– la legitimidad democrática. La falta de desarrollo de la democracia y la falta de sentido democrático de los sucesivos gobiernos nos dejó a los pies de los caballos.
    En todo caso, lo  cierto es que el neoliberalismo penetró de la mano de su opuesto, el socialismo, y  que se hizo fuerte en tiempos de José María Aznar, un entusiasta de la “nueva economía” que prescindió del contenido social-liberal y social-cristiano del partido que había recibido en herencia, y que prescindió también del nacionalismo que formaba parte de la derecha española. La transformación de los dos partidos hegemónicos en formaciones neoliberales más o menos encubiertas tuvo efectos tan corrosivos sobre el sistema de 1978 que este ha llegado a parecer una estafa. Y a la corrupción moral del conjunto debemos añadir la corrupción de las personas.
      El neoliberalismo a dos bandas modificó la escala de valores y dio alas a toda clase de tiburones, grandes y pequeños. El señor Solchaga, ex trotskista  reconvertido al socialismo acomodaticio, se felicitaba de lo fácil que era “hacer dinero” en España. Se vieron cosas extraordinarias, la caída del socialismo felipista en una corrupción bananera, la “cultura del pelotazo”, las amistades peligrosas del rey, la emergencia de la beautiful people, la admiración por Mario Conde, la exaltación del yuppy, supuesto emprendedor, todo muy sintomático. El ideal de la justicia social desapareció del horizonte. Estaba en la Constitución, pero se borró de la mente de los encargados de desarrollarla coherentemente y de hacerla cumplir.
     Se produjo  una elevación del dinero fácil a la cima de la escala de valores. “Tanto tienes, tanto vales. Si no te haces rico, tonto eres.”  Se hizo la vista gorda a los negociados más sucios, en plan dinámico. Las joyas de la abuela fueron privatizadas. Adiós, Iberia. Recuérdese la manera en que  Telefónica fue confiada a los designios personales de Juan Villalonga, hoy inscrito en el cuadro de honor de nuestro “capitalismo de amiguetes”. Empresas levantadas con el esfuerzo de todos en tiempos del franquismo se privatizaron  a demanda de los gurús neoliberales, y esto se hizo cuando ya se sabía lo que había pasado en otras latitudes como resultado de esta manera facilona  y antipatriótica de hacer caja. Se procedió a “liberalizar” el suelo, como si las leyes regulatorias precedentes hubieran sido idioteces franquistas, dando rienda suelta a toda clase de pillerías, un gran negocio para cualquiera que estuviera en la pomada y de paso una manera de desarrollar redes caciquiles y clientelares como parte de la consolidación del poder territorial. Se procedió a privatizar los servicios públicos al son del mantra neoliberal de que el Estado es incompetente por definición.
    El manualillo neoliberal daba muchísimo de sí, de modo que no se consideró una imprudencia temeraria confiar las finanzas del país a un abogado, el señor Rodrigo Rato, celebrado autor del “milagro español”, hoy sospechoso de incompetencia y rapacidad. Los tiempos de Fuentes Quintana habían quedado atrás y no nos quepa duda de que de tales frivolidades vienen estos lodos. El señor Blesa pertenece a la misma camada, ávida de dinero y de una cutrez que hiela la sangre.  Sería inútil buscar la más mínima originalidad en los  protagonistas de esta jugada. Son copias de copias de neoliberales de ambos lados del Atlántico, imbuidos del mismo desprecio por la gente común.  
    De acuerdo con el manualillo, se sobreentiende que los que están arriba son “los mejores”, que no deben dejarse maniatar por el interés de la mayoría, por el pueblo, solo interesante como objeto de explotación. Claro que al principio este fue halagado con créditos, con dinero de plástico para consumir o para llegar a fin de mes, con productos baratos fabricados por mano de obra esclava de otras latitudes, con la expectativa de una sociedad de propietarios, con referencias entusiásticas al capitalismo popular, una forma de engatusar. No estaba previsto que los salarios subiesen y sí, en cambio, descargar sobre el trabajador las consecuencias de lo que Stiglitz ha denominado “capitalismo de casino”.
     Entiéndase de una vez que las tarjetas black, elitistas por definición, no tienen nada de raro en el contexto de la revolución de los muy ricos, de la guerra de clases desencadenada por la minoría cleptocrática y sus agentes indígenas y extranjeros. Son algo que a sus usuarios se les debía, como prueba de su superioridad. Tampoco son anómalos los negociados de Felipe González y José María Aznar, irreprochables dentro de este marco ideológico. Si alguien dice que no le parece bien que estos presuntos estadistas, que ya tienen garantizada una existencia digna a cuenta del erario público, se dediquen a los negocios, seguro que es un anticuado. El neoliberalismo ha modificado la mentalidad: ellos también tienen derecho a engordar sus arcas todo lo posible, como campeones del emprendimiento, una manera de predicar con el ejemplo.   
    Claro que esto mismo se ha hecho siempre, con neoliberalismo o sin él,  en cualquier república bananera, en cualquier Estado fallido. Y se hacía aquí mismo, en tiempos de la Restauración y del franquismo, pero, ay, no en tales proporciones. Con la llegada del neoliberalismo se han batido todos los récords. Ahora hasta hay gentes de poca edad que manifiestan que lo más importante en la vida es hacer dinero. Como hay gentes de edad que, en sede parlamentaria, se cachondean del dolor de los niños españoles que se ven sumergidos en la pobreza. Pedirle un compromiso social a un neoliberal declarado o encubierto es  pedirle peras al olmo, algo tan absurdo como pedirle que cuide la naturaleza.
     Hay miles de profesionales con plena dedicación al negocio de las mordidas, el más primitivo de todos, con algo nuevo: esa doctrina que les capacita para obrar con buena conciencia.  No se les pida el menor remordimiento. Vender unas viviendas sociales a un fondo buitre de no se sabe dónde sin preocuparse por los inquilinos, entra dentro de lo natural…  Hacerse con una parcela de lo público a crédito, cobrar del erario público y poner de rodillas a los trabajadores para añadir  unos beneficios adicionales a los pagos regulares a cuenta de las arcas del Estado,  es tan normal como trenzar con los amigos y pagar las mordidas con la mayor gentileza. Como normal es crear inextricables redes de  testaferros y sociedades pantalla.
     El elitismo caciquil de toda la vida nunca se fue y ahora se ve  potenciado al máximo por el catecismo neoliberal. Se ha encarnado en tiburones de todos los tamaños. De ahí que no se tengan escrúpulos morales a la hora segarle la hierba bajo los pies a la parte más débil de la sociedad  (“¡que se jodan!”).  Aparte de la corrupción inherente a un sistema así, el problema es que el neoliberalismo, que no ha sido concebido para redistribuir la riqueza y sí para concentrarla, ni siquiera la crea. Lo suyo es succionar la que hay en beneficio propio. Después de mí, el diluvio…  Ya pueden el papa y el rey invocar los valores morales y ya pueden las gentes pedir justicia, referencias ausentes en el catálogo neoliberal. Tan grave es la enfermedad que no se va a remediar con el encarcelamiento de unos cuantos tiburones, no caigamos en ese espejismo. Aquí lo difícil va a ser desarraigar la mentalidad neoliberal, esto es, ganar “la batalla de las ideas”.  Para seguir adelante, al neoliberalismo depredador se le han acabado los conejos en la chistera. Solo le quedan las mentiras y la violencia, pero esa batalla hay que ganársela.

lunes, 25 de junio de 2012

EL CONTUBERNIO DE MÚNICH (LECCIONES ACTUALIZADAS)


 Conmemoramos aquel “contubernio” de hace medio siglo, entendido como antecedente necesario de la Transición, lo que me invita a ir en busca de las enseñanzas de nuestros mayores.
     Como es sabido, el régimen del general Franco estaba empeñado en entrar en Europa, como antes había entrado en la ONU, propósito que se vio frustrado por la movilización general de la oposición, que se dio cita en el hotel Regina de Múnich bajo el patrocinio del Movimiento Europeo. 
    Personalidades diversas (republicanos, monárquicos, socialistas, socialdemócratas, liberales, democristianos) del interior y del exilio se unieron por encima de sus diferencias y rivalidades: sólo una España democrática podía tener cabida en Europa. El acuerdo, con el abrazo de Madariaga y de Gil-Robles, vino a simbolizar una formal ruptura con la lógica  fratricida de 1936. “¡Los de Múnich, a la horca!” se oyó en la plaza de Oriente.
    Creo que la fórmula magistral del Contubernio debe ser recuperada. Entonces el enemigo a batir era el régimen dictatorial del general Franco. Hoy el enemigo a batir es la Bestia neoliberal, la dictadura de los mercados o dictadura de los muy ricos.
    A los de Múnich, algunos de los cuales tuvieron que cruzar clandestinamente la frontera o utilizar un pasaporte falso, les llegó el momento de lucidez y de valor, y ya no pudieron ser frenados por el miedo. Por eso se atrevieron a rubricar, a cara descubierta, el acuerdo democratizador. Hay que aprender de ellos, tomando nota de que en la lista de los asistentes hubo muchos que, de haberlo querido, habrían podido medrar a satisfacción en las entretelas de ese régimen que, como la citada Bestia, tan bien sabía administrar los premios y los castigos.
    Lo más devastador para los intereses de Franco fue la variedad de las personas que habían desafiado su  poder. Ni eran sólo cuatro gatos ni eran todos comunistas. En el hotel Regina había gentes procedentes de su propio bando… indicación segura de que los tiempos habían cambiado, pues estas personas preferían entenderse con sus enemigos de ayer a seguir en las mismas.  Y es que  habían encontrado una base sentimental y racional para superar el drama de las dos Españas, lo que venía arruinarle el negocio y a ponerlos fuera de su control.
   Los de Múnich tuvieron el mérito de decir basta, tuvieron el mérito de unirse, de encontrar una causa común en la lucha contra la dictadura y en la promoción del ideal democrático. Y es que a veces hay que decir basta. No se llegó al cónclave de Múnich sin recorrer un camino, pero se recorrió.
    Y yo tengo por seguro que ya somos muchos los que sabemos que  es una inmoralidad y una locura seguir riéndole las gracias a la Bestia neoliberal. Que esta se empeñará en seguir adelante, hasta la total devastación de nuestro país y del planeta entero, eso lo sabemos, pero cabe la esperanza de que personas de diversa filiación política, de diversa edad, e incluso antiguos servidores suyos, se unan con la finalidad de cerrarle el paso. Es lo que nos toca. Los de Múnich se envolvieron en la bandera de la democracia. A nosotros nos toca envolvernos en la del bien común. De manera inequívoca.

lunes, 28 de mayo de 2012

ECONOMÍA Y PERVERSIDAD



  La publicidad impuso la absurda creencia de que vivimos en el único orden posible, de que todo aquel que no ponga por encima el dinero es un estúpido, de que lo primero es y debe ser la economía, el saber de los únicos sabios que merecen ser oídos. La Bestia neoliberal es, por definición, una perversidad económica, cosa de economistas sin entrañas asociados a los intereses del 1%.
    Los presuntos genios de la economía,  se han pasado cuarenta años vendiendo humo (una sociedad de propietarios, capitalismo popular…) y operando seria y metódicamente a favor de ese 1%. Los resultados, a la vista. Ya estamos todos metidos en una pirámide de Ponzi planetaria. La humanidad ha sido desplumada, EEUU es la sombra de lo que era, Europa es un pecio político, España un país arruinado, endeudado hasta las cejas. El contrato social, roto. La legitimidad democrática, usada para grandes robos de guante blanco…
    Nos espera más propaganda (de los “brotes verdes”, pasamos al “crecimiento”), más reformas aprobadas en verano, anunciadas en vísperas de vacaciones, más noticias administradas con elevado sentido de la psicología de masas (se empieza diciendo que Bankia necesita 4.500 millones de euros, para llegar, a saltos, a 23.000 millones). Sí, nos espera más propaganda, parte de ella envasada como noticia. Y nos espera el cultivo de toda clase de irracionalidades, incluidas las religiosas.
   Y desgraciadamente, nos espera más violencia, de diverso tipo. Violencia sutil, con modificación de leyes, con chantajes, con multas por protestar,  con vigilancia de unos y de otros, con demonizaciones, con maniobras de distracción –guerras periféricas incluidas–, y –por último– brutalidad a gran escala aquí mismo. Lo que no quiere decir que la Bestia neoliberal se vaya a salir con la suya. Cuando se llega a este punto, comienza la cuenta atrás. Como a Hitler, a la Bestia neoliberal le llegará su hora. Y es que ahora todos sabemos a qué atenernos, hasta los crédulos y los tontainas que le rieron las gracias.

jueves, 17 de mayo de 2012

EL HUNDIMIENTO DE BANKIA


   Digo Bankia donde debería decir Caja Madrid, desarrollada a partir del Monte de Piedad fundado por el padre Francisco Riquer hace trescientos años.
   El pobre Riquer, a buen seguro, no entendería lo que ha pasado, como tampoco lo entiendo yo. Una institución sólida, creada con intenciones sensatas, orientada a ofrecer apoyo a iniciativas razonables y a apoyar a las personas en apuros o con pocos medios, siempre orientada también a proteger al común de los mortales contra los usureros, ha venido a acabar como nuestro Lehman Brothers.
    Ayer mismo, con gran despliegue mediático, se había hecho cargo de Caja Madrid el mayor genio económico, señor Rodrigo Rato, que la transformó en Bankia, con aires de comerse el mundo.  Hoy la publicitada nave se ha hundido ignominiosamente en la bolsa, dejando al aire todas sus vergüenzas y, de paso, las vergüenzas de un sistema que ya no da más de sí. 
   El señor Rato, capitán de la nave, nada parecido al buen padre Riquer, cobraba dos millones de euros anuales (en un país en el que hay cinco millones de parados y en el que el trabajador medio debería trabajar, sudando la gota gorda, más de dos siglos para redondear esa bonita suma)…
    Y ahora se hará lo siguiente: echar mano del dinero del contribuyente, del que ha ganado y del que supuestamente ganará, para reflotar la nave. Una vez conseguido este propósito, el banco será vendido al mejor postor, y vuelta a empezar. La socialización de las pérdidas forma parte de los presupuestos del sistema, de cuya escandalosa inmoralidad somos todos conscientes. En cuanto al señor Rato, se dirá que tuvo mala suerte y que fue víctima de la incomprensión de otros tiburones y aquí paz y después gloria.
    ¡Ay, este Rato! Ha tenido una trayectoria lo suficientemente larga como para vivir la fase neoliberal desde sus comienzos, con predicaciones sobre el "capitalismo popular" y la "nueva economía",  hasta su vergonzoso final. Será recordado no sólo por haber hundido la obra del padre Riquer, sino también por haber vendido las joyas de la corona (Telefónica, Repsol, etc.), por ser uno de los genios de la improvisación y de la imprevisión que nos han conducido a este desfiladero. Yo creo que ha sido el genio mayor, aunque no me olvido de los señores Boyer, Solchaga y Solbes, de similar hechura.
   Hoy más que nunca España necesita economistas serios, conscientes de la totalidad de los problemas implicados, con visión de Estado y sentido de futuro. Porque los simples plagiarios, los que simplemente van con la corriente, los que confunden este país con los Estados Unidos, los que se deslumbran como paletos ante los pases mesméricos de Wall Street, los que se guían por el viejo catecismo neoliberal que les tradujo el profesor Schwartz  hace treinta años, los lacayos de la oligarquía cleptocrática no nos van a servir para nada, salvo para hundirnos en la miseria... del todo.

LA CACEROLADA DEL 15 M


     Se equivocan totalmente quienes minimizan estas caceroladas por el procedimiento de contar si eran tantos o cuantos los protagonistas.
    El fenómeno irá en aumento, y es inevitable recordar el caso argentino, la famosa cacerolada que puso fuera de combate al ministro de Economía, al presidente De la Rúa y a quienes trataron de sucederle. El mensaje fue: “¡Que se vayan todos!”
   Aunque a algunos les cueste creerlo, en las calles habita un poder, un poder que ningún gobernante en su sano juicio ha despreciado jamás.  O nuestros gobernantes hacen algo serio para contener y hacer retroceder a la bestia neoliberal, o esto se va a poner muy feo.
    Porque resulta que ya todo el mundo sabe que operan al servicio del 1%, como todo el mundo sabe que nos han metido en una formidable pirámide de Ponzi, como todo el mundo sabe por medio de qué sencillos trucos se desvalija a los pueblos en beneficio de una insaciable minoría cleptocrática. 
    Ya no nos hace ninguna gracia que el BCE preste dinero a bajo interés a los bancos para que estos se lo presten a los Estados a un interés mayor y creciente, negociejo que no sabemos a qué  malvado se le ocurrió y qué clase de gentuza puso en práctica sin consultarnos, como si viviésemos en un mandarinato. Ya no soportamos un minuto más que se nos tenga enganchados a la adicción bursátil de unos mangantes de altos vuelos, ni que se nos obligue a seguir metidos en una espiral crediticia tramada por esos listillos.
     No se puede desvalijar a los pueblos impunemente, poniendo cara de idiota o cara seria.  Y no estamos de humor para que con el dinero del contribuyente, el que gana y el que se supone que ganará con el sudor de su frente, se nutra el 1% local y el mundial también. Ya no estamos de humor para tolerar que un señor genio que ha embarrancado un banco se lleve al bolsillo en un año lo que al ciudadano de a pie le costaría ganar dos siglos y un poco más. ¡Pero en qué cabeza cabe!
    ¿Qué piensan hacer nuestros gobernantes, los de aquí, los de Bruselas y los que siguen riéndole las gracias a Wall Street, donde se urdió la mayor estafa  de todos los tiempos? ¿Seguir igual? ¿Ahora que todo el tinglado está a la vista? ¿Ahora que sabemos lo geniales que son con los números?
    Pues que sepan que se están cargando el buen rollo, que se están cargando al país, que se están cargando a Europa, que se están cargando la cohesión social y, por lo tanto, la convivencia.  Que sepan que, en adelante, no habrá mentira que sea pasada por alto, que no habrá brote verde ni luz a la salida del túnel que engañe a nadie. Que sepan que, para seguir igual, tendrán que recurrir a medios sucios y violentos, al repertorio de los peores canallas que figuran en los anales de la humanidad. Y que sepan que, si siguen así, se cargarán (usemos un lenguaje rudo) la gallina de los huevos de oro.
   Quizá sea oportuno señalar que ni siquiera hace falta que se vuelvan buenos y sensibles quienes no lo son. El presidente Roosevelt no era bueno ni sensible. Simplemente, comprendió que así no se podía seguir. Era inteligente, astuto, y sabía que no se podía tomar a broma las protestas, las huelgas y la desesperación. Por eso ha pasado a la historia como un gran hombre, como un benefactor de la humanidad e incluso como el salvador del capitalismo. Tomen nota las personas inteligentes y con carácter que pueda haber en las altas esferas. Antes de que sea tarde. Por  algo han sonado las cacerolas.

viernes, 11 de mayo de 2012

¡BRUSELAS EXIGE MÁS RECORTES!


     Tras la palmadita en el hombro, nuevas exigencias de los chantajistas de Bruselas, como viene siendo norma. ¡Hacen falta más recortes!  Sucede esto cuando el gobierno ha resuelto meter 30.000 millones de euros de las arcas públicas en el agujero negro de la banca insana, de cuya robustez oímos presumir no hace mucho tiempo.
     Leo una carta al director publicada por Pablo Fernández Lorenzo en El País, con un una frase digna de ser enmarcada: “Dime dónde recortas y te diré a quién sirves.” Fernández Lorenzo pone el dedo en la llaga al recordarnos que los recortes se han cebado en la parte más débil, de forma descarada, sin que se haya detectado la menor intención de repartir el dolor.
     Ya está totalmente claro que los que recortan no nos sirven a nosotros.  Para ellos, mucho más importante que mejorar nuestra situación, es aprovechar la crisis para dejarnos en los huesos, con el espinazo doblado. Estamos ante una obra maestra de ingeniería social encaminada a devolvernos a la ley de la jungla, ejecutada a mayor gloria de una minoría, que puede contar con una soberbia asistencia en caso de tener algún problemilla.
   Quiere esto decir que la legitimidad democrática está siendo dilapidada a la vista de todos, que está siendo usada contra nosotros. Es irónico, porque hasta un dictador se lo pensaría dos veces antes de proceder de forma tan bárbara y descarada contra el bien común. 
    Los de Bruselas y sus asociados locales, quislings y colaboracionistas entusiastas de la peor especie,  necesitan recibir por la vista y por el oído la enorme indignación que su comportamiento nos produce.
    De ahí la importancia de la manifestación del próximo sábado. Me complace que sea mundial y ahí estaré. Con la humanidad. Contra la Bestia.

lunes, 5 de septiembre de 2011

EL INDIGNANTE TRASFONDO DE ESTA CRISIS



     La entrada precedente, sobre la infumable reforma constitucional, ha irritado a quienes desearían vernos bailar como osos de feria. Que si no había más remedio, que si así es el mundo, que si el banco central europeo nos ha salvado con su Diktat, que si los partidos mayoritarios han dado pruebas de un elevado sentido de la responsabilidad… Pero yo me reafirmo en lo dicho.
    Y algo más voy a añadir: esta reforma de las Constitución representa un sacrificio horripilante de la soberanía en el altar de los intereses financieros y, además,  introduce unas disposiciones que contradicen su espíritu, incompatibles con varios de sus artículos de mayor enjundia, a los que vacía de contenido (artículos 1, 129,130,131…). 
    Este atropello se inscribe en una serie de reformas canallas, encaminadas a cargar sobre nuestras espaldas el montante la juerga neoliberal, por un lado, y por el otro, a  destruir el Estado de bienestar, lo que equivale a romper el contrato social. Naturalmente, nos será dicho que no, que lo que se pretende  es salvarlo, una mentira de las gordas a juzgar por lo que han hecho los neoliberales un año tras otro.
   Y conste que no estamos ante un asunto meramente económico, como pretende hacernos creer la parte interesada. Estamos ante un asunto de poder, de un poder que, por su propia dinámica, se encuentra en  situación de sacar partido de esta crisis que él mismo provocó. Lo que desde fuera parece un fracaso inapelable, desde dentro es un paso más por el camino del éxito. Nótese lo bien que se dosifica el tempo de los acontecimientos, nótese el escalonamiento de las reformas canallas, de las que nadie habló cuando se trataba de socializar las pérdidas.
    Pese a lo ocurrido, pese al derrumbamiento de la pirámide de Ponzi, seguimos en las mismas.  Se pide aun menos gasto público –menos gasto social–, más austeridad, más privatizaciones, menos derechos para la clase trabajadora e incluso menos impuestos, lo que indica que la galopada nihilista va a continuar.
   Economistas tan serios como Joseph  Stiglitz, Paul Krugman y Nouriel Roubini han dejado claro que así, EN LUGAR DE SALIR DE LA CRISIS, LA AGRAVAREMOS. Pero es que da igual. Da completamente igual que la gente ya sepa que se exigen  sacrificios que no servirán para nada salvo para sufrir. En definitiva, estamos ante un chulesco despliegue de rapacidad, ante el cual una de dos, o uno se indigna, o quedará convertido, automáticamente en un COLABORACIONISTA. Se puede llegar a tan fea condición por interés, por falta de luces o por simple cobardía.

sábado, 3 de septiembre de 2011

LA REFORMA CONSTITUCIONAL


     Acabamos de asistir a un espectáculo vergonzoso, a un trágala, a una cacicada, a un pacto del capó.  ¿Con que éstas tenemos? ¡Modificar la Constitución que nos dimos en 1978 con el exclusivo propósito de dar satisfacción a unos chantajistas que para nada tienen en cuenta nuestros intereses!  
    No tengo palabras para decir lo que siento.  Si ya estaba indignado, ahora lo estoy mucho más, y también alarmado, porque el daño ya está hecho,  con una tremenda pérdida de legitimidad. 
   Me pregunto de dónde han sacado los responsables de esta jugada la  creencia infantil de que los chantajistas van a agradecer el favor. Aprobar semejante modificación del texto constitucional equivale a proclamar a los cuatro vientos que los españoles estamos decididos a ahogarnos en la miseria antes de ponerles el más pequeño límite.  En lugar de contenerse, los chantajistas se crecerán, ya advertidos de que, aparte de rendirnos, no sabemos hacer nada de nada.
    Pedir una democracia real ya es, salta a la vista, una cuestión de supervivencia.
    

martes, 21 de junio de 2011

LA RESPUESTA DEL EUROGRUPO…


    Se ha celebrado en Luxemburgo una tenida del Eurogrupo  y, al término de la misma,  Jean Claude Juncker, su presidente, y Olli Rehn, comisario europeo de Economía, nos han aclarado la situación. Dicen comprender a los indignados, pues  “los más débiles” tienen que pechar con una “factura desproporcionada” como consecuencia de la crisis.
     Al menos, reconocen que hay algo indignante en todo esto, lo que  no quiere decir gran cosa:  a continuación  afirman que no hay nada que se pueda hacer al respecto.Es más, se desprende de sus comprensivas palabras que la indignación es muy peligrosa: no vaya a ser que se contagie la desconfianza, no sea que los países más indignados acaben fatal, como Grecia, hoy en el ojo del huracán.
    Más que la “comprensión”, lo que me llama la atención es la amenaza, ya con valor de respuesta formal.  El presidente y el comisario declaran que Atenas no tiene más remedio que tragar con las medidas de “ajuste” y “privatizar”, y  hacerlo rápido, o irá a la quiebra (una desgracia peor que tragar).
    Los modales de ambos caballeros son exquisitos, con un toque de conmiseración  muy de agradecer, pero estamos, obviamente, ante un chantaje, un chantaje al pueblo griego y, por extensión, a la Europa menos pudiente. Esta es la situación, en efecto, y haríamos bien en sentir el puñal en las costillas.
   Yo no recuerdo haber participado en la elección de los señores Juncker y Rehn, y creo que nadie se acordará de ellos cuando se haga memoria sobre los pasos en falso conducentes a la ruina del sueño europeo.  Y eso que, como servidores de lo que Krugman llama el Comité del Dolor, son de  lo más intrigantes, no como políticos (desgraciadamente ínfimos) pero sí  desde el punto de vista psicológico y moral.

miércoles, 15 de junio de 2011

¿CUÁNTO DURARÁ EL BUEN ROLLO?


      Desde la Transición hasta la fecha, descontadas las excepciones –el tono de  reyerta de los "debates" parlamentarios y la bilis negra de ciertos medios de comunicación–, el buen rollo se ha establecido entre nosotros. Formamos parte de un pueblo experimentado y escarmentado, que sabe lo que se juega y que por nada del mundo quiere volver a las andadas. De  ahí que el movimiento de indignación se haya caracterizado por eso, por el buen rollo, por las buenas maneras, mucho mejores que las de ciertos elementos de la élite política y empresarial que han sido los primeros en sembrar vientos sin pensar en las tempestades. Si indignación y civismo pueden ir de la mano, este movimiento lo ha demostrado hasta la fecha de manera elocuente, en grado insuperable.
    Pero la gran pregunta es cuánto durará el buen rollo. Como ya he dicho alguna vez, la responsabilidad por lo que pueda ocurrir no depende solamente de los indignados. ¿Ha sido capaz el poder establecido de responder a las demandas, de hacerse cargo de los problemas planteados?
     A los indignados les ha sido dada la callada por respuesta. Y esto, obviamente, no ha calmado los ánimos.  Todo lo contrario. La clase política ha hecho las cosas tan mal que Cayo Lara, contra toda lógica, fue rociado con agua e insultos en Tetuán, donde se manifestaba, como un indignado más, para evitar un desahucio. Hay gente tan indignada que no traga a ningún  político,  o no se entiende el mal rato que le hicieron pasar. 
    La mano dura del catalán Puig sólo podía servir para elevar el grado de indignación, como estamos comprobando en estos momentos.  Si al final el poder  apela al “uso legítimo de la fuerza”, como amenaza Mas, en estos momentos respaldado desde Madrid, el buen rollo se podrá dar por terminado, si es que no debemos darlo por ya finiquitado, a la vista de los heridos de las últimas horas.
     El ninguneo y el maltrato darán la razón a los elementos más radicalizados del movimiento, hasta la fecha atados en corto desde dentro. Y en el supuesto  de que éste consiga que la indignación no se salga de madre, pueden surgir otros problemas clásicos.  Me refiero a la aparición de los provocadores de pago,  llamados a actuar con el fin de justificar el “uso legítimo de la fuerza”. No sería la primera vez que sucede. Y también, desde luego, hay que contar con los provocadores de extrema derecha. En Barcelona han sido detectados varios personajes que dan mucho que pensar.
     Ya ha dado comienzo es la descalificación del movimiento, que si huele a porro, que si no se atiene a la ley, que si ocupa espacios públicos, que no respeta a los parlamentarios democráticamente elegidos, que si holgazanes, que si mastuerzos, que si cuatro gatos, etc.  Naturalmente, con estas cominerías, con estos golpes bajos, no se va a ninguna parte. La indignación está más que justificada y esto lo sabemos todos, no sólo los cinco millones de parados, siendo obvio que la legitimidad democrática  no se puede usar indefinidamente para pisotear en bien común. ¿Por qué creemos que los indignados catalanes se han manifestado ante el parlamento autonómico, algunos de ellos ya airados? Por los recortes sociales que figuran en la agenda política oficial, no por capricho, no por capricho, no por capricho...
     

martes, 24 de mayo de 2011

EL 15 M Y SUS CONTINUACIONES

Desde el punto de vista sociológico, el resultado de las elecciones ha sido el que cabía esperar, y no creo que haya sorprendido  a quienes se movilizaron el 15M bajo el lema de “democracia real ya”. Los veo decididos a continuar en la brecha, conscientes de que   nuestro sistema político no se puede sanear de la noche a la mañana.
     Yo no considero que el veredicto de las urnas haya sido un fracaso desde la óptica del 15 M, ni tampoco que los jóvenes hayan cometido tales o cuales errores estratégicos, apreciación injusta que oigo por ahí. Los debates continúan. Nótese que el PP ha salido victorioso sin mostrar sus cartas y que el PSOE se ha ganado a pulso su fracaso por jugárselo todo a cartas que ni siquiera eran las suyas. Es un poco absurdo pedir máxima claridad y un acerado programa de actuación a quienes acaban de poner manos a la obra.
    Después de oír los latiguillos de nuestra clase política, qué refrescantes, qué acertados los de la puerta del Sol, salidos del alma.  Ahora, la cuestión que se les plantea a los movilizados del 15M es cómo continuar, cómo dar un sentido a la indignación, compartida por mucha gente que votó en blanco, a partidos minoritarios o que directamente no acudió a los colegios electorales.
     Bien mirado, las alternativas son sólo dos, con sus correspondientes espinas. O se participa en el sistema de partidos creando uno o se opta por ser la conciencia vigilante de la acción de gobierno, en  disposición de no dejarle pasar ni una, obligando a todos a elevar el nivel moral  de sus actuaciones y  poniéndonos ante los problemas reales que no admiten camelos ni demoras. 
    Esta segunda opción es  la que mejor cuadra con la espontaneidad original. Se le puede dar vida con manifestaciones, acampadas, sentadas, manifiestos, pliegos de firmas, boicots a determinadas empresas, caceroladas y flechas vía twitter o facebook. No es poca cosa erigirse en una atenta conciencia vigilante y dejar constancia de lo que se considera moralmente intolerable
    Se trata de una opción dinámica, versátil, fácil de poner en sinérgica relación con los focos de protesta del mundo entero, cuya interconexion  se acabará imponiendo por necesidad. Y parece hecha a medida para permitir la participación puntual de miles de ciudadanos  dispuestos a hacer algo concreto de vez en cuando, en ocasiones señaladas, personas que, por tal o cual motivo, no pueden movilizarse a todas horas.  Gracias a las redes sociales la caja de resonancia de las iniciativas promete ser portentosa.
    Saliendo a la calle pacíficamente y con grandes caceroladas,los argentinos fueron capaces de hacer caer, uno tras otro, a varios presidentes indignos de confianza. La resistencia activa no violenta de Gandhi es un arma poderosísima, la más temible para el poder establecido, que anda muy sobrado de medios para aplastar a los violentos pero que se queda inerme ante ciudadanos pacíficos asistidos por buenas razones. Nótese que el señor Rubalcaba se abstuvo de cumplir el encargo represivo de la junta electoral.
     La otra posibilidad es crear un partido de nueva planta.  Para ello, claro es, habría que aceptar las reglas del juego. No parece la apuesta más probable: hay mucha gente harta  de la "partitocracia"... Sin embargo, si se trata de sanear nuestra democracia, es una opción a considerar. Como lo sería, en su caso, la de apoyar al partido que más se aproxime a los ideales del 15m. En cambio, sería desatinado  descalificar de pies a cabeza el sistema de partidos, mejorable pero en absoluto desdeñable (como sabe cualquiera que haya vivido bajo una  dictadura de un partido único). 
     Considero importante que no se haga ningún caso al latiguillo posmoderno que pretende convencernos de que  la dialéctica izquierda/derecha ha sido superada. Es un cuento de la izquierda vendida y de la derecha que la ha comprado a precio de saldo. Una cosa es que la izquierda oficial se haya derechizado y otra distinta creer que la causa de la izquierda ha desaparecido. ¿Acaso ha desaparecido la injusticia social? ¿Vivimos en una sociedad sin clases? Pues no, y por eso la indignación. La causa de la izquierda está vivísima, aguardando a sus mejores intérpretes. 
    Y algo más: O se apuesta por una socialdemocracia auténtica, en teoría capaz de dar respuesta a las demandas de justicia social dentro del sistema, o se apuesta por modelos frontalmente enfrentados con el capitalismo. Si se opta por lo segundo, habrá que rescatar del olvido a Marx y a Kropotkin, incompatibles entre sí pero expertos en estas materias.  Este declarado propósito de ir a por todas echaría para atrás a muchos simpatizantes del 15m (lo que no quiere decir que "ser antisistema" sea poco respetable en los tiempos que corren).