Mostrando entradas con la etiqueta #indignados. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta #indignados. Mostrar todas las entradas

sábado, 11 de abril de 2020

¿A TRABAJAR EL LUNES?

     Se mantiene el confinamiento, se mantiene el estado de alarma… Pero  he aquí que hoy expira el permiso de retribución recuperable y  que el lunes próximo se incorporarán a sus puestos de trabajo los trabajadores hasta ayer mismo considerados no esenciales
   Estoy pendiente de las noticias, pero este giro de los acontecimientos me ha pillado por sorpresa. ¿Ha pasado el peligro? No, simplemente se ha cumplido un plazo fijado hace un par de semanas a saber con qué criterio. 
     Los trabajadores y las empresas han recibido algunas indicaciones para evitar contagios. Al menor síntoma, el trabajador deberá quedarse en su casa... Se repartirán mascarillas en el metro. Atención al distanciamiento social, a la higiene. Y poco más. En el documento oficial se indica  que las personas "vulnerables por edad" (así, sin precisar) y las que  padezcan algunas patologías previas están eximidas. Es un detalle a agradecer.
      Pero lo grave es que aquí, de pronto, los contagiadores asintomáticos, tan peligrosos, pasan a segundo plano, como si no existiesen. ¿Quién le asegura al trabajador que no meterá el virus en su casa?
     Gracias al esfuerzo colectivo, tremendo en el caso del personal sanitario, íbamos bastante bien. Se han reducido los contagios, sí, pero es imposible cantar victoria. Dicho personal sanitario está al límite, se ha bordeado un colapso asistencial... hay muchísimos muertos, un indecible sufrimiento.
    ¿Por qué correr riesgos?¡No logro entenderlo! Un miembro del consejo de expertos confiesa no haber sido consultado; el gobierno afirma que sí consultó. ¿En qué quedamos? 
     ¿Quién fijó en dos semanas el permiso de retribución recuperable? ¿Qué poder o poderes? ¿Por qué no se puede prorrogar? ¿Qué o quiénes se encuentran por encima del estado de alarma?
      Mucho me temo que el lunes se volverá al tajo prematuramente, por intereses económicos particulares ajenos a la batalla contra el virus. 
      Leo la prensa. Parece que unos no quieren pedirle explicaciones al gobierno, para no moverle el suelo bajo los pies, mientras otros callan cucamente, desde siempre alineados con los intereses del  sadocapitalismo.
      Según la OMS, un levantamiento prematuro de las barreras de seguridad podría tener consecuencias desastrosas. 
     Espero que quienes han optado por reanudar ciertas actividades económicas el próximo lunes sepan lo que hacen. Porque si la situación vuelve a descontrolarse, como temo, serán barridos por un tsunami de indignación, con grave daño para el entero sistema político.
     Ya saben mis lectores lo que pienso de los señores Trump, Johnson y Bolsonaro, los del aquí no pasa nada, esto es una gripecita, unos jodidos darwinistas sociales que solo piensan en la pela y en pisar el acelerador económico caiga quien caiga. De modo que me entenderán si les confieso que ahora he tenido que ponerme en guardia ante la posibilidad de que detrás del humanitarismo nuestro haya escondidos o a la vista capataces de la misma laya, solo que más hipócritas, simples lobos vestidos de piel de oveja. 

viernes, 3 de abril de 2020

LA PANDEMIA, EL SADOCAPITALISMO Y LA VERDAD

     El neoliberalismo no es una mera doctrina económica. Es una forma de entender la vida y las relaciones humanas, una pseudofilosofía  confeccionada con retales decimonónicos; es una religión laica, una más de las que ha producido la modernidad. Yo no dudo en incluirla, sin contemplaciones, en el saco del estalinismo y el fascismo (como sigamos así, se cargará a la humanidad entera). 
    Y digo que es una religión porque sus cultores se distinguen por su fanatismo y sus supersticiones. No buscan honradamente la verdad, se la inventan sobre la marcha y, como es propio de esta clase de gente, niegan cualquier elemento de juicio que interfiera sus delirios. 
    Ahora mismo, dato tremendo, se ha sabido que desde enero de 2017 el Pentágono vio venir esta pandemia (https://ctxt.es/es/20200401/Politica/31805/militares-coronavirus-pentagono-the-nation-covid19-exclusiva-ken-klippenstein.htm), poniendo sobre la mesa la necesidad de contar con elementos –respiradores, guantes, epis, etc– que ahora se están echando en falta desesperadamente. Y nada, ni caso. Y claro que ese informe no fue la única señal de alarma. No nos sorprenda: el neoliberalismo no pasa de ser  un disfraz del poder, del poder en estado puro, libre de frenos morales y, además, imbécil. 
    Siempre se ha mentido, siempre se ha ocultado la verdad. Pero nunca como ahora, tan metódicamente. Resulta que el mentiroso, hechos sus cálculos, opera con la certeza de que saldrá ganando. Los tontos seguirán engañados, y los listos, los que no se traguen la mentira, unos pocos, recibirán junto con el conocimiento de la verdad una revelación añadida, un patadón en la cara, a saber, la evidencia de que al mentiroso le importa un comino ser pillado,  en lo que cualquiera puede ver no solo la prueba de su desfachatez sino también la de su poder. Te miento porque puedo mentirte, ¿o no te das cuenta, imbécil? Meto el informe del Pentágono en un cajón y me olvido, porque me da la gana.
    La reacción ante el coronavirus ha sido la que cabía esperar: negación de la realidad, mentiras. Puro automatismo. Trump, Johnson y Bolsonaro han actuado como autómatas, sin percatarse de que ahora tienen que vérselas con un virus. Nada, una gripecita. Simplemente, hay que sacrificar a los viejos, y adelante con los faroles. ¿En serio?
    Si ahora vacilan es porque el sistema mismo se ve gravemente amenazado. El virus es insensible a sus peroratas. Ninguno de los tres sobrevivirá políticamente a la hecatombe, esto lo doy por seguro. Ya se han cubierto de oprobio, ya han dejado a la vista sus vergüenzas intelectuales y morales, su incompetencia y su sadismo. Ahora, de pronto, la verdad cotiza alto, como también la solidaridad.
    Ahora bien, si estoy seguro de que estos tres personajes se irán por el sumidero de la historia de aquí a poco, no puedo decir lo mismo del sadocapitalismo en cuanto tal. Los tres son simples peones, de fácil sustitución.
    Si el sadocapitalismo fue capaz de robarnos la cartera impunemente a raíz de la estafa del 2008, si fue capaz de engatusar a millones con no sé qué recuperación, con no sé qué capitalismo verde, ¿por qué tendría que enmendarse ahora? Algunos lo dan por muerto y enterrado, imaginan a Friedman hundido y a Keynes resucitado. 
    Puede que la imperiosa llamada a la fraternidad humana tenga algún efecto positivo, puede que algo se haga para suavizar los horrores presentes y  venideros, puede que los publicistas del sistema nos inculquen algunas dosis de esperanza, pero, cuidado. Nos toca estar atentos a la letra pequeña y a los hechos. No es una pequeña cosa que el señor ministro de finanzas de los Países Bajos se haya poco menos que disculpado por su escasa empatía con los países del sur y que ahora hable de algún regalo asistencial. Pero habrá que ver qué entiende él por regalo. Y así con todo.

sábado, 23 de noviembre de 2019

ESPAÑA: ¡CUIDADO, MUCHO CUIDADO!

    Todavía no sabemos si se llegará o no a un “gobierno de progreso”, ni si llegado el caso merecerá dicho título. Pero hay algo claro:  se nos impone la obligación de andar con cuidado en evitación de situaciones irreparables. Los juegos sofísticos y los cálculos de mercadotecnia política son muy peligrosos en las actuales circunstancias, y también inmorales. 
   Lo digo porque la cuestión catalana va camino de ocasionarnos daños que creíamos de otras épocas, de otras latitudes. El independentismo catalán ya ha desequilibrado por completo sistema político, potenciando los efectos de la crisis económica de la peor manera posible (unos y otros aprovechan el fenómeno para ocultarla y para ir maquiavélicamente a su bola, sin preocuparse por las consecuencias). 
   El nacionalismo independentista catalán ha despertado el nacionalismo españolista, y ya se están produciendo colisiones no solo entre políticos sino también entre familiares y amigos. De pronto, tocado el tema, la tolerancia, sin la cual no hay sociedad abierta que valga, se ve arrastrada por el fango. 
    En nuestro caso, con una guerra civil a las espaldas, milagrosamente salidos de una larga dictadura (milagrosamente, a juzgar por los modales actuales), hay que ser psicopáticamente malvado o patéticamente ignorante y necio para echar leña al fuego como se está haciendo a diario. 
   Por eso, me permito recomendar la entrevista que Ángel Villarino le hizo a Slavenka Drakulik, publicada en El confidencial(https://www.elconfidencial.com/mundo/europa/2019-11-16/slavenka-drakulic-balcanes-crisis-politica-espana-nacionalismo_2337340/), donde esta escritora croata, estudiosa de la desintegración de Yugoslavia, nos ofrece algunas observaciones sobre la galopada del nacionalismo catalán y la emergencia de su contrario. 
   Según Slavenka Drakulik, bien podríamos haber incubado ya, sin darnos cuenta, el huevo de la serpiente. Primero esto, luego el caos, por último la sangre y la aflicción. Evitar que tal cosa se haga realidad depende, a su juicio, de todos y de cada uno de nosotros.
   Por mi parte, diré lo siguiente: 1) Mientras los independentistas catalanes sigan erre que erre, los redivivos nacionalistas españolistas seguirán en alza, lo que solo puede redundar en un gravísimo daño para la democracia (cualquier concesión que se les haga, por nimia que sea, será motivo de respuestas airadas). 2) Como no sé de ningún Estado que, meramente charlando, haya consentido y facilitado graciosamente la segregación de una de sus partes, temo un desenlace violento, como lo teme la señora Drakulik, especialista en estos temas.
   De momento, ya tenemos aquí a Vox, en respuesta al desafío catalán, con Abascal y los suyos en situación de gravitar sobre Ciudadanos y sobre el Partido Popular hasta el punto de haberlos alejado del centro y de suministrarles la correspondiente cobertura retórica para mejor atacar a Sánchez (como si Sánchez fuera nuestro peor problema, como si no fuera obvio que es indecente utilizar el tema catalán como arma arrojadiza).
   De momento, ya tenemos en la retina los desórdenes habidos en las calles y carreteras de Cataluña, y también las masivas protestas pacíficas del independentismo. Los desórdenes violentos nos indican que el independentismo se nutre de una indignación desviada, pues no va contra un estado de cosas injusto, lesivo para todos los españoles, sino en defensa de un ideal particular. Y las manifestaciones pacíficas, por muy respetables que sean, van de lo mismo. Lo que solo puede tener dos efectos negativos: el descrédito de las movilizaciones sociales de protesta y un aumento de las previsiones represivas del Estado. No son extremos que uno tenga ganas de agradecer a los señores independentistas.    
   De momento, ya tenemos al presunto “gobierno de progreso” dependiendo de una peculiar clase de pseudoprogresistas de obediencia independentista. De momento, tenemos al constitucionalista Sánchez puesto situación de depender de personajes que se han jactado tomar a broma el por ellos llamado Régimen del 78. 
   De momento,  ya tenemos a Sánchez en coalición con Pablo Iglesias, el mismo que ha tenido a gala desairar al rey y dar alas a un proceso constituyente (¡con estos mimbres!). Y qué fácil se lo han puesto a Abascal: que estos van, de últimas, a por el rey. Lo que desencadena, cómo no, un reflejo defensivo que potencia el reflejo defensivo ante la hiriente estimulación independentista. 
   Es cierto que últimamente, en los debates televisivos, Pablo Iglesias ha esgrimido determinados artículos de la Constitución, pero no se sabe si sinceramente o por mero oportunismo. Y esta duda es de suyo muy significativa y desequilibrante. ¿Constitución en parte o totalmente? Peligroso juego este, precisamente por la situación creada por los independentistas catalanes, republicanos ellos (algunos por cálculos sobrevenidos). 
   Se levantan de sus tumbas los fantasmas, rojos y azules, en el peor momento, desviando la atención de problemas urgentes, con grave daño a la credibilidad del sistema. 
   Hay aprendices de brujo que imaginan que, de una tacada, se puede enmendar la plana a la Constitución del 78 y solucionar el problema catalán. Se deja entrever, en lugar del “café para todos” que dio lugar al diseño autonómico, un República para todos…
   Ya sabemos por dónde andan Esquerra Republicana de Cataluña y los señores de la CUP, asociados a los herederos de Pujol y desentendidos de la izquierda del otro lado del Ebro. Pero he aquí que los de Más País, supuestamente venidos para calmar los ánimos, se han mostrado partidarios de cierto “federalismo republicano” que no se sabe cómo pretenden alcanzar y que no se sabe por qué imaginan que serviría de antídoto contra el independentismo catalán. Sobre el papel, se puede escribir cualquier cosa, pero la historia  no se anda con bromas ante tales pretensiones. Si para resolver los problemas que afectan a la gente normal se requiere el derribo de la Monarquía, estamos perdidos. Y por cierto: Esta gente no tiene ni la menor idea de cómo se las gasta un Estado moderno.
   Los señores independentistas catalanes sueñan con su Estado propio y con su República particular. Es decir, se han saltado ya la Constitución (una “deslealtad intolerable”, como dijo el rey con toda razón). 
     Uno no puede dejar de lamentar las torpezas del gobierno anterior, incapaz de desactivar el conflicto. Si de lo que se trataba era de enconarlo, lo hizo muy bien, pero, ¿cómo salir de esta trampa histórica? Me será dicho que mediante el diálogo, y me será repetido el mantra de la “plurinacionalidad”, pero como no he tenido noticia de que los independentistas catalanes estén dispuestos a pisar el freno ni por cortesía, ni por respeto a los catalanes que no lo son, ni por una mejor idea de lo que podría ser una izquierda española, nos veo en un callejón sin salida. Si el nuevo gobierno, pretendidamente de progreso, va a depender de los independentistas catalanes, mal asunto, mal asunto para la izquierda y para el sistema político en su conjunto. En fin, lo dicho, hay que leer la entrevista a Slavenka Drakulik, publicada en El confidencial…

jueves, 14 de noviembre de 2019

LA NEUROSIS DEL PACTÓMETRO

    Como ya dije en este blog, la crisis económica, descaradamente gestionada a favor de la minoría rapaz, debe ser entendida como trituradora de los sistemas políticos conocidos. Lo que aquí nos pasa está sucediendo en todas partes. Lo que nada tiene de consolador. Hasta lo que ocurre en Cataluña tiene que ver con esa desgracia mundial.
   Ahora andamos neuróticamente a vueltas con el pactómetro. Se dice que es posible un “gobierno de progreso”. El resultado de las elecciones, que han dado cierta ventaja al centro izquierda, parece ir en esa dirección, para gran fastidio del bando retrógrado, pero el invento está en el alero. Lo verdaderamente peligroso: si el PSOE y Unidas Podemos se queman conjuntamente, la revancha retrógrada estará servida. De la noche a la mañana, estaríamos en situación parecida a la de los franceses y los italianos, es decir, hechos un lío. Con el agravante de que aquí tenemos la cuestión catalana, de ribetes demenciales. 
   Hay varias cositas que no entiendo. Entiendo, sí, la escalada de Vox, que ha hecho su agosto con la cuestión catalana y con los mantras bannonianos y trumpianos. Entiendo, en parte, al PP, oscilante, como siempre, entre sus pulsiones derechistas y sus necesidades centristas, pero no comprendo su falta de sentido de Estado, su lenguaje pasado de vueltas, por momentos incendiario, de pésimo efecto sobre las conciencias. Tampoco logro entender a los de Ciudadanos, que ni siquiera ahora, barridos en las urnas, parecen en condiciones de recapacitar. Como no los entiendo, estimo que les falta un tornillo. Como les falta a los señores de la izquierda catalana que se han aliado con los herederos de Pujol. El  problema es que esos tornillos faltantes dañan al entero sistema político, que rechina horriblemente.
   Tampoco entiendo que Unidas Podemos se haya jugado hasta la camiseta a la carta de meterse en un gobierno de coalición con el PSOE. ¿Por qué no se limita a apoyar, a colaborar con el PSOE? ¿Por qué ese empeño de “tocar poder”? A mi juicio, con esto de la coalición comete varios errores de imposible rectificación. En primer lugar, ha violentado a Sánchez a la vista de todos, lo que no deja de ser aprovechado, desde ya, por sus enemigos, que ya lo pintan como un débil, como aliado de maduristas o cosa peor, dispuesto a cualquier componenda con tal de atornillarse a La Moncloa. Era obvio que Sánchez no quería gobernar en coalición con Unidas Podemos. Ha dado su brazo a torcer, y ya se publicita que cederá en temas capitales, sea cual sea su intención. 
    En segundo lugar, Unidas Podemos da a entender que para apoyar a Sánchez se puede y se debe exigir esto o lo otro, de lo que naturalmente han tomado nota todos los que tienen algo que ofrecer a la luz del pactómetro. Si Iglesias se hace con una vicepresidencia, ¿por qué tendría Rufián que apoyar gentilmente a Sánchez? Que este haya sido el más votado llega a parecer una pequeñez… 
   Y en tercer lugar, esto de la coalición PSOE/Unidas Podemos puede ser un negocio de lo más ruinoso para la izquierda y una delicia para el establishment, una de cuyas especialidades es pringar a la izquierda en sus maniobras contra el bien común. En cuanto empiecen los chantajes, que empezarán en cuanto se constituya el gobierno, Sánchez e Iglesias harán, me temo, lo que se acostumbra: perorarán sobre su elevado sentido de la responsabilidad. Pero habrá que ver qué cara se les pone a sus votantes. Los del PSOE ya están acostumbrados a ciertos acomodos, pero los de Unidas Podemos no, lo que podría tener resultados catastróficos.

viernes, 26 de julio de 2019

LA INVESTIDURA FALLIDA

    La fracasada investidura de Pedro Sánchez no solo copa los titulares; oigo despectivos comentarios, brevísimos, como de pasada, en bares, taxis y ascensores. Impresión de cosa zanjada, de asunto sobre el que ya no apetece añadir nada más. 
   Algunos desesperados escriben que todavía es posible que Sánchez e Iglesias se pongan de acuerdo. Me sorprende. Si algo ha quedado claro es que estos caballeros no están en condiciones de alumbrar un gobierno de coalición.  Mejor que mañana, ya todos en alta mar, ahora mismo: archívese ese sueño. Un gobierno de coalición con esos mimbres naufragaría a las primeras de cambio, y la vergüenza y el daño serían mucho mayores para la izquierda y para el entero sistema político.
   Es tentador echarle la culpa del fracaso al tándem Sánchez/Redondo, a la perfidia del IBEX o a una llamadita de la Casa Real. Pero no se me pida que caiga en esa trampa. En mi opinión, la culpa la tiene Pablo Iglesias. Ha pedido demasiado como tiene por costumbre y muy mal de la cabeza tendría que estar Sánchez para ceder a sus pretensiones. 
   En lugar de apoyar a Sánchez sin pringarse en su gobierno, en lugar de un razonable acuerdo de colaboración, Iglesias ha optado por tentar a la suerte, a ver si sonaba la flauta, y al menos conseguía una vicepresidencia para Irene Montero. No ha sonado, y ahora se dispone a hacer política a costa de Sánchez, presunto responsable del tremendo fracaso, se dispone a hacer política facilona, digo, de nivel no superior a la practicada por la derecha.  
   Lo preocupante no es que Pablo Iglesias de muestras de no conocer la naturaleza del PSOE, uno de los pilares del establishment. Lo grave es que ignore sus propios límites y los de Podemos. La idea de que podría hacer una política de izquierdas seria por el simple procedimiento de subirse a la chepa del PSOE es digna de lástima. La creencia de que Unidas Podemos podría acomodarse a una política de izquierdas de pega sin sufrir un colapso es ya de género tonto. 
    Nótese que la fuerza combinada PSOE y Unidas Podemos no se presta a ensoñaciones estimulantes. En el supuesto de que no se dañaran mutuamente, estos partidos no le llegarían ni a las rodillas a lo que fue el combinado de Syriza de la primera hora. ¡Y ya sabemos cómo acabó Syria!
     Darnos a entender que se ha desperdiciado la gran ocasión de parir un gobierno de izquierdas digno de tal nombre es un completo desatino. Lo que se ha desperdiciado es la oportunidad de un gobierno de sufrida contención de las pulsiones derechistas sistémicas. Media un abismo entre lo uno y lo otro. Y conste que lo de la sufrida contención, a lo máximo a que se puede aspirar en la actualidad, no es ninguna pequeñez. 
   Desde la óptica de los indefensos e incorrectamente representados (categoría en la que me incluyo) lo mejor que podría haber hecho Unidas Podemos es respaldar la investidura de Sánchez, colaborar en lo posible, asistirle en temas de Estado, no meterle palos en las ruedas, dejarle que cargue con sus responsabilidades (se vienen encima 15.000 millones de nuevos recortes), y tener vida propia, sin perjuicio de esa colaboración. 
    Y en lo de tener vida propia incluyo el necesario trabajo de introspección y puesta a punto de su ideario. Considero demostrado que es una locura arremeter contra el régimen del 78, agitar el fantasma constituyente, dejarse llevar por peroraciones sobre el derecho a decidir y la soberanía catalana, desairar al rey  y venir luego a exigir que se cumpla la Constitución y que se le haga un lugar a Unidas Podemos en el gobierno (por no mencionar el apoyo electoral modesto y menguante). De seguir como va, Unidas Podemos encajará a con exactitud milimétrica en el nicho de la antigua Izquierda Unida. Y de ello no se le podrá echar la culpa a Sánchez, ni al IBEX ni a las cloacas del Estado. Se lo habrá buscado y ganado a pulso.

jueves, 27 de junio de 2019

¿A QUÉ JUEGA PABLO IGLESIAS?

   Como se recordará, en su momento Podemos tuvo la oportunidad de acelerar la caída de Rajoy por el simple procedimiento de apoyar a Pedro Sánchez. Pidió demasiado y la desperdició. Me pareció un error. 
    Ahora Pablo Iglesias anda en lo mismo: a cambio de su apoyo a Sánchez reclama un gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos, a ser posible con él de vicepresidente o de ministro. ¡Cielos! ¡Otra vez pidiendo demasiado, insensible a sus propios límites, a la correlación de fuerzas y a los cálculos elementales! Si Sánchez cediese, el engendro resultante sería de corta vida, con perjuicio seguro para el PSOE y para Unidas Podemos. 
    Es lógico que Pedro Sánchez, consciente de los números y de los intereses de su partido, consciente de algunas peculiaridades de Unidas Podemos, no esté por la labor. Lo ilógico es la pretensión de Pablo Iglesias, que descuida los números y no parece percatarse del peligro que corre su partido. En lugar de reprocharle a Sánchez su negativa, este debería agradecérsela. Porque ir por la vida como ruedecilla de auxilio del PSOE… Unidas Podemos iría por ese fangoso camino protestando, de lamentación en lamentación, con buenos motivos, pero sin efecto alguno,  una forma más bien patética de pregonar su impotencia y su desconocimiento de las duras realidades.
    Una cosa es apoyar al PSOE con motivo de la investidura, una cosa es cooperar en lo posible, y otra distinta pringarse en su gobierno. Unidas Podemos tiene que reencontrarse a sí mismo, y sobre todo tiene que reencontrarse con su electorado potencial, y no podrá hacerlo si se compromete con Sánchez en grado innecesario y en situación de evidente inferioridad. 
    La tarea de Pedro Sánchez es complicada y poco envidiable. Consciente de el PSOE puede acabar como sus pares italianos y franceses, se afirma en lo social, en su ser de izquierdas, viéndose favorecido por el giro de Ciudadanos hacia la derecha  y por la calenturrienta retórica del PP y de Vox. Pero, no nos engañemos, Pedro Sánchez tiene que casar ese noble propósito con la voluntad de los chantajistas que dominan los resortes del poder en España y fuera de ella, de larga data entongados con los socialistas europeos. Conseguirá que le sean concedidas algunas migajas, que le den tiempo, que no le trituren de la noche a la mañana. Dichos chantajistas aprecian sus modales suaves, su talante, su moderación. La cosa va de mantener el status quo, una de las especialidades del PSOE, maestro en acomodaciones. Unidas Podemos no debería engañarse al respecto. Su pretensión de controlar al PSOE desde la sala de mandos, en plan parasitario, no tiene ningún porvenir y además dañaría la causa de la izquierda propiamente dicha. 

miércoles, 19 de junio de 2019

TRAS LAS ELECCIONES AUTONÓMICAS, MUNICIPALES Y EUROPEAS

   Impacientes por saber a qué atenernos, ya estamos cansados de imaginar pactos. El resultado de las elecciones generales se ha complicado con este nuevo paso por las urnas, y a saber en qué acaba todo esto. Pero ya hay algunas cosas claras, al menos para mí.
    En primer lugar, creo que el sistema, tomado en su conjunto, se ha deslizado varios grados hacia la derecha. El PSOE ha renacido de sus cenizas, pero no ha conseguido alzarse con una victoria comparable a las de antaño. Además, no ha tenido que hacer gran cosa para sacar brillo a su lema “somos la izquierda”. Le ha bastado con hacer gala de moderación, de buen rollo, del famoso talante. La situación le favorecía: Unidas Podemos iba en caída libre y la derecha de toda la vida reaparecía a cara descubierta causando reacciones alérgicas masivas. 
    Sociológicamente hablando, el país se encuentra donde siempre, algo vencido hacia el centro izquierda, pero los aspirantes a representarlo, si exceptuamos al PSOE, no parecen haberlo tenido en cuenta. Ciudadanos ha preferido girar hacia la derecha, para competir con el PP y ponerse en situación de recabar apoyos de Vox. Todo un espectáculo. 
    Ciudadanos se ha presentado como una cosa y funciona como otra… sin dar ninguna explicación. El sueño de un partido de centro derecha digno de tal nombre, sin pesadas rémoras, se ha ido al diablo. El Partido Popular, por su parte, después de volcarse descaradamente hacia la derecha, ha vuelto a declararse de centro. Las alianzas pondrán a unos y otros en su sitio. 
    Yo entiendo que el sistema se ha desplazado hacia la derecha porque siendo Ciudadanos, el Partido Popular y Vox peones de brega del neoliberalismo, no tienen en el PSOE un aguerrido oponente, sino, salvo que se me demuestre lo contrario, un cómplice vergonzante. Ni qué decir tiene que Unidas Podemos habría podido ser ese oponente que falta, pero no lo será, por la sencilla razón de que se ha desangrado por el camino. De modo que la cabalgada nihilista de los señores neoliberales va a continuar con mejores o peores modales. 
    Los socialistas se han visto duramente acosados por la derecha, que no se ha privado de ninguna indecencia, pero no desde las alturas del poder, y esto por la sencilla razón de que no interesa engordar el demonio de los populismos nacionalistoides, lo que nos ha valido una tregua, un espacio para el teatro político. Ya vendrán las vueltas de tuerca, según el guión preestablecido. Los indefensos, seguimos indefensos. Ya estamos bajo la amenaza de nuevos recortes (15.000 millones), y habría que ser muy ingenuo para creer que el PSOE “en colaboración” con Unidas Podemos represente una protección digna de tal nombre.

lunes, 21 de enero de 2019

LA CRISIS DE PODEMOS

     Íñigo Errejón se ha aliado con la independiente Manuela Carmena y la crisis de Podemos es tal que no hay manera de celebrar su quinto cumpleaños. 
   El proceder de Errejón, una felonía desde la óptica oficial, no parece obedecer a simple ambición personal, ni tampoco a cálculos electorales más o menos obvios. Supongo que ha dado el paso de unirse a Carmena por las bravas ante la imposibilidad de hacerlo por las buenas, desde dentro. Y esto es en sí mismo muy revelador, pues nos deja entrever la rigidez del aparato constituido alrededor de Pablo Iglesias.
    Lo único que tengo claro es que la izquierda situada a la izquierda del PSOE se ha metido, ella solita, en una crisis de las gordas, viéndose sus votantes mareados  y fraccionados hasta sentir náuseas. Esto para gran satisfacción de las derechas y, por supuesto, del PSOE, cuyo lema “somos la izquierda” cobra sentido y hasta parece de buena ley en medio de tamaña confusión.
   Hay algo incomprensible en todo esto, dadas las circunstancias, en teoría favorables a la causa de una izquierda digna de tal nombre. Ya nos veo en situación parecida a la de la veterana Rossana Rossanda, que confesó que no sabía a quién votar en la próxima cita electoral italiana. El colmo.
   Como no entiendo lo sucedido, solo se me ocurre dejar caer algunas impresiones. Por ejemplo, como ya escribí en este blog, no me parece verosímil en la España actual el florecimiento de un liderazgo carismático. Es para alegrarse, pero he aquí que precisamente Podemos se ha jugado hasta la camiseta a esa ficha perdedora. El aparato a medida de tal liderazgo que se ha construido repugna a las personas normales y, para colmo, por muchas invocaciones a la democracia interna que se hagan, no funciona. La soledad del líder empieza a ser preocupante.
    Y hay cuestiones de fondo de las que no se habla. En primer lugar, no se habla de la desmesura y tampoco del adanismo improductivo que en definitiva han terminado por remeter a Podemos en el nicho hasta ayer mismo reservado a Izquierda Unida. Los ataques al Régimen del 78, las llamadas a un proceso constituyente, el antimonarquismo, el republicanismo idealista y ciertas ambigüedades en el tema catalán no podían conducir a otro sitio. No sé cuánta gente se ha dejado entusiasmar por tales movidas, pero me parece que no sirven para definir a una auténtica izquierda a la izquierda del PSOE, pero sí para darle a este todas las facilidades en lo que al monopolio de la cordura se refiere.
   La gente quiere justicia social porque es urgente, pero no está de humor para dar un rodeo enorme y peligrosísimo antes de poner manos a la obra. Es una cuestión de sentido común, y por supuesto de memoria histórica. 
   Y está lo otro: si de las grandes palabras se pasa bruscamente y sin explicaciones a tomar como gran cosa la aprobación de unos presupuestos no tan sociales, la buena gente se desconcierta o se enfada. El desmesurado queda mal parado cuando da muestras de contención… (hasta he oído hablar del famoso chalet de Galapagar como explicación).
   Por otra parte, creo que Podemos se ha equivocado al entrar en el juego de la superación de la dialéctica izquierda/derecha, un rollo posmoderno surgido de la matriz neoliberal (ya Reagan andaba en ello). Esa dialéctica no se puede sustituir provechosamente con el rollo de los de arriba y los de abajo, o lo de la casta y la no casta, como considero demostrado. Para frenar a la horda neoliberal, dicho sea de pasada, no bastan “los de abajo”. Hace falta contar con el apoyo de gentes de arriba, a las cuales es estúpido estigmatizar o asustar.
    Tampoco ha acertado Podemos al meterse en una batalla lingüística minoritaria. Eso de “la portavoza” ha causado hilaridad. Ver machismo donde no lo hay es tan irritante como considerar prueba de feminismo ese palabro pintoresco. La lengua evoluciona, desde luego, pero no a voluntad, y la sociedad patriarcal  es invulnerable a las ridiculeces y además disfruta con ellas.
    Y he dejado para el final un asunto muy molesto: resulta que en el imaginario colectivo, Podemos, que no termina de aclarar su posición, es visto como de izquierdas, como es lógico, con la particularidad de que muchos se lo representan como comunista, como comunista vergonzante… 
     Se ha dicho que el aparato del partido es estalinista y algunos se representan a Echenique en el papel de Beria. Es una frivolidad, desde luego (del mismo calibre que llamar fascistas a los carcas neoliberales de Vox), pero no se puede tomar a guasa por la sencilla razón que afecta a la intención de voto. ¿Cuánta gente está dispuesta a votar a un partido comunista? ¿Cuánta gente está dispuesta a votar a un partido hipócrita, al que se supone capaz de ocultar su comunismo bajo un amable disfraz? La división de la izquierda en comunista y no comunista ya ha causado penas innumerables. Un poco de claridad sería muy de agradecer (no basta con hablar de moderados y no moderados).
   

martes, 12 de junio de 2018

PEDRO SÁNCHEZ COMO ESPERANZA

    Pedro Sánchez ha conseguido renacer de sus cenizas contra todo pronóstico. Se ha hecho con la presidencia por escaso margen y con apoyos oportunistas, pero, digan lo que digan sus adversarios, limpiamente. Alivio, curiosidad, e incluso algo de esperanza donde no había ninguna, esto nos ha traído de momento, y no es poco. 
   El nuevo equipo de gobierno es una pequeña obra de arte, se diría que una carabela dentro de una botella, con guiños de inteligencia hacia personas de muy distintas sensibilidades y desde luego que también hacia los poderes establecidos tanto locales como internacionales. 
    De aquí a las próximas elecciones el PSOE se pone en situación de recuperar a los votantes que perdió en beneficio de Podemos y de Ciudadanos. ¿Cómo no se nos ocurrió antes?, se estarán preguntando los partidos desplazados. Un equipo de personas de primer nivel, tecnocráticamente aromatizadas, flanqueadas por un astronauta y por un político veterano. Personas que cuando hablan lo hacen como seres pensantes y no como loros sometidos a un argumentario y a un reparto de papeles preestablecido.
   ¿Y qué pasará? Todo indica que Sánchez y su equipo, si los tomamos como experiencia histórica, por breve que sea, nos darán una indicación precisa de  por dónde pasan las líneas rojas del sistema de poder. Y esto porque van de mesurados y razonables. 
    Pedro Sánchez tratará de hacer honor al “somos la izquierda” para no acabar como Hollande. Y sin duda también, como le ocurrió a Zapatero, tendrá que vérselas con los amos de la situación. Lo único que juega a su favor es el fenómeno populista de corte eurófobo, de cuya amenaza dichos amos, reyes del estropicio,  responsables directos de su emergencia, son perfectamente conscientes. Mejor él que los de la Liga Norte.
   Como conviene a la situación,  es probable que estos señores sean más indulgentes con Sánchez que con Zapatero, pero no creo que le den demasiada cuerda. Y es que lo que Galbraith llamaba “la revolución de los muy ricos” sigue su curso. ¿Cuánto tardarán en pedir nuevos recortes en puntos sensibles? ¿Hasta dónde permitirán una reversión de la reforma laboral? Dicha revolución es perfectamente capaz de levantar el pie del acelerador, pero es incapaz de frenar. Ya deberíamos saberlo. Y conste que reflotar el Estado de Bienestar o Estado de Servicios no figura en su agenda. Puede que Macron se repute social-liberal, o que Juncker (hasta ayer mismo patrón de la ministra Nadia Calviño en la Comisión Europea), se llene repentinamente la boca con el “pilar social”, pero el rumbo ha sido trazado con mano de hierro. Unas palabritas no cambian nada.
     Las cosas están montadas de tal manera que el gatopardismo es la norma. No obstante, gracias a Sánchez, contando con su buena voluntad y con la de su equipo de gobierno, nos será dado ver, con singular crudeza, qué es posible y qué no en las actuales circunstancias, es decir, dentro de lo que es, pues desde hace tiempo lo que podría ser no pertenece al sistema (como tampoco la justicia y menos aun la humanidad). En tiempos de Rajoy, la cosa no estaba clara, porque, bien que remoloneando, este se atenía al guión de los amos del cotarro, sin la menor pretensión de llevarles la contraria (en la ingenua seguridad de que por ello sería recompensado). En cuanto a Sánchez, o les lleva la contraria, un poquito siquiera, sudando y forcejeando a la vista de todos, o está perdido. 

lunes, 4 de junio de 2018

SÁNCHEZ DESALOJA A RAJOY

    Como en otras latitudes, los pilares del bipartidismo se venido abajo. Ya es definitivo. El PP venía con plomo en el ala, por lo que su repentina precipitación no debería sorprender a nadie, ni siquiera a sus partidarios más fieles. El PSOE, el otro pilar, ha triunfado, pero solo en apariencia. La victoria de Sánchez  ha sido por los pelos, gracias al apoyo oportunista de partidos incompatibles. También el PSOE venía seriamente dañado. La crisis económica y su gestión, brutalmente contraria al bien común, les ha pasado factura a  los dos partidos antes hegemónicos. A no dudar, Sánchez tratará de desmarcarse, en busca de una absolución, pues parece haber comprendido que la salvación de su partido pasa por sortear la trampa en que cayeron los socialistas griegos y franceses. Y no lo tendrá nada fácil, pues de todos es sabido que los dueños de la situación tratan bien a los socialistas acomodaticios y machacan a los que no lo son. 
    El panorama no luce despejado.  La de Sánchez podría ser una victoria pírrica. Quizá consiga suavizar las formas, quizá le sea dado hacer algo serio por los niños que sufren, quizá pueda eliminar algunas vergüenzas, como la Ley Mordaza, pero tiene muy poco margen de maniobra. De entrada, ha aceptado el presupuesto de Rajoy. Y no creo que sea lo único que tenga que “tragarse con patatas”. En los temas de fondo, habrá continuidad. Lo que permite vaticinar una creciente desafección por parte de sus apoyos oportunistas, ya dispuestos a pedirle imposibles. 
    Para colmo, el triunfalismo económico del gobierno saliente puede volverse contra Sánchez. Habrá quien pase en un abrir de ojos del triunfalismo al pesimismo. Hay mucha gente que se ha tragado las mentiras del PP. Que todo va bien, que hemos sido salvados de la crisis, que los presupuestos son sociales, etc. Ya está toda la maquinaria mediática en disposición de fuego, para culpar a Sánchez de todos los males habidos y por haber. Su “buen talante”, tan de agradecer, una de sus bazas fuertes, será objeto de ataques demenciales, como ya le ocurrió a Zapatero.
    Ya es demasiado tarde para considerar que, quizá, lo verdaderamente purificador habría sido dejar que el  PP cargase, a palo seco y sin escapatoria posible, con toda la responsabilidad de sus hechos y sofismas. Sería triste que la izquierda acabase pagando los platos rotos y se quedase sin fuelle para nada mejor. 
   Esperemos, en todo caso, que la izquierda comprenda que necesita configurar una alternativa potente y, sobre todo, realista, dentro de lo real-posible como diría Bloch, algo que parece muy lejano. Como del otro lado se perfila una armada imponente –Ciudadanos y el PP,  llamados a entenderse en temas capitales– más vale que se de prisa. Pero, claro, durante el interregno que ahora da comienzo corre el peligro de fragmentarse   aun más de lo que está. 

lunes, 21 de mayo de 2018

LA CASA DE PABLO IGLESIAS E IRENE MONTERO

    Se nos hace saber que Iglesias y Montero tienen perfecto derecho a comprase una casa con jardín y piscina, que lo que ellos hagan con su dinero es asunto suyo. Claro que sí, no faltaba más. Ahora bien, es inútil cerrar los ojos: aquí hay un problema de orden político, simbólico y hasta moral de graves consecuencias para ellos y para el partido que acaudillan. 
     Lo que en tiempos normales sería visto con una mirada de condescendencia e incluso de total indiferencia, en estos tiempos de penuria, y precisamente por tratarse de ellos, no inspira los mejores sentimientos, como podemos considerar demostrado. No se entiende que hayan actuando y actúen como si no hubieran tenido ojos para imaginar lo que se les vendría encima. No lo vieron venir, malo; lo vieron venir y les dio igual, malo también.
    En vista de que la adquisición de la casa de marras ha provocado toda clase de ataques y murmuraciones, Iglesias y Montero acaban de convocar un referéndum interno. Ponen sus cargos y hasta sus actas de diputado en el envite. Los militantes de Podemos tendrán que decidir si los despiden o si, por el contrario, los respaldan (dando de paso su beneplácito a la adquisición). Se trata de una huída hacia delante, con la particularidad de que Iglesias y Montero tienen la certeza de que los inscritos en el censo de Podemos no se atreverán a darles la patada. El lunes próximo conoceremos el resultado.
    A mi juicio, el daño ya está hecho, con independencia del resultado. En primer lugar, porque habrá votantes que rechacen la adquisición (en la línea de Kichi.) En segundo, porque habrá quien de luz verde a la continuidad de Iglesias y Montero por entender que se trata de un mal menor (en la línea de Monedero o de Echenique, capaz de decir que quienes osan criticarles son unos “reaccionarios”…). En tercero, habrá quien les apoye por un instinto rebañiego digno de lástima. Con estos mimbres a la vista, ¿qué porvenir aguarda a Podemos?
    En cualquier caso, avalada o no por los militantes de Podemos, la adquisición de la casa  –se pongan como se pongan Iglesias y Montero y quienes les apoyan–, es un regalo para los enemigos profesionales del partido, que darán la matraca con el asunto de aquí a la eternidad. Pero quizá esto no sea lo peor: Hay que tener en cuenta el efecto de la compra sobre la conciencia política de los hasta ayer mismo simpatizantes de Podemos, de suyo inquietos tras las últimas jugadas, muchos de ellos con el agua al cuello. No estoy hablando de los 400.000 militantes que figuran en el censo de Podemos, sino de millones de votantes otrora esperanzados y ahora visiblemente desconcertados, ya en situación de no  sentirse representados. 
    El “son como todos” –por los pugilatos internos, las extravagancias teóricas, la desmesura, los desplantes innecesarios, el retorcimiento lingüistico, la marginación de  compañeros, el nepotismo, la incoherencia  y el casoplón– amenaza con socavar la base electoral de Podemos. La idea de que Iglesias y Montero van de líderes autoritarios y narcisistas va cobrando forma en el imaginario colectivo, y realmente no sé qué tendrían que hacer para ponerse a cero y recuperar la confianza perdida.

jueves, 19 de abril de 2018

TRUMP, MAY, MACRON Y SUS 113 MISILES

    Los misiles han sido lanzados contra Siria en respuesta a un ataque con gases venenosos por parte de las fuerzas de Bashar al-Assad en Duma. Tal es la versión oficial, avalada por las más altas instancias occidentales (a excepción del papa Francisco).  
   “Misión cumplida”, dice Trump. La señora May y el señor Macron prometen nuevos ataques si el régimen de Damasco vuelve a las andadas con dichos gases. No queda claro si el ataque con misiles debe considerarse una represalia o una acción encaminada a acabar con el supuesto arsenal químico de Assad. Y no está claro porque en lo tocante a lo de Siria todo es deliberadamente confuso.
    ¿Qué certeza tenemos de que realmente las fuerzas de Assad  empleasen gases venenosos en Duma, siquiera puntualmente? ¡Ninguna!  No me negarán que sensación de déjà vu es inquietante. Viene a la mente la lista fatal revelada por el general Wensley Clark: Irak, Libia, Siria, etc. 
    Los 113 misiles vienen después de los 59  tomahawk lanzados en septiembre del año pasado contra la base siria de Shairat, ¿lo recuerdan? Trump quedó como un héroe por haber respondido así, contundentemente, a un ataque con gases contra el pueblo de Jan Shijun… Luego resultó que la cosa no estaba clara y que la supuesta contundencia de Trump fue mas bien teatral. Mucho ruido y pocas nueces. Como ahora.  ¿Hubo ataque con gas en Jan Shijun? ¿Quién lo perpetró? En realidad, nada sabemos. Igual que ahora. 
    ¿Qué hay debajo de todo esto? ¿Mantener la guerra en Siria, ahora que Assad parece en condiciones de ganarla? ¿Acostumbrar a la opinión pública a este tipo de acciones con miras a tenerla psicológicamente a punto por si viene al caso emprender una escalada  bélica de grandes proporciones? ¿Hacer negocios por el simple procedimiento de hacer imposible la paz? ¿Desviar la atención de los problemas internos, llámense brexit o Stormy Daniels? 
    En cualquier caso, las más altas instancias planetarias harían bien en tomar nota de una  evidencia crucial: su credibilidad está por los suelos. Pringadas en el drama sirio, de tanto tirar la piedra y esconder la mano, de tanto manipular, de tanto hacerse las buenas para mejor satanizar a Assad,  ya no inspiran ninguna confianza. Y peor, porque ya dan miedo, más miedo que Putin. No estoy seguro de que les importe, dada su prepotencia, pero sí tengo la certidumbre de que nos encaminamos hacia una edad muy oscura.

viernes, 23 de marzo de 2018

LA LLAMADA DE LA TRIBU

   Así se titula el último libro de Mario Vargas Llosa (Alfaguara, 2018),  que  versa sobre su evolución intelectual. Como los escritores no suelen mostrar sus cartas, es de agradecer,  bien entendido que estas “confesiones”  dejan traslucir una forma de buena conciencia que pocas veces se encuentra en estado tan puro y que, francamente, ha llegado a irritarme.
    Reconoce Vargas Llosa que su punto de partida fue el comunismo, cuya versión china le deslumbró. Lo normal en su momento, lo tribal entre ciertos intelectuales de la izquierda latinoamericana. Ser comunista llegó a ser, en determinados círculos, un requisito del progresismo y de la hombría de bien. No se me pregunte por qué, porque a finales de los años cincuenta ya se sabía de sobra lo que había pasado y pasaba del otro lado del Telón de Acero.  Pero, claro, hay que recordar a Jean-Paul Sartre y a sus corifeos, decididos a justificar todas las aberraciones soviéticas y maoístas en nombre de los altos intereses de la revolución, en lo que yo solo puedo ver una desmoralización en toda la regla, lamentable por sus efectos en muchísima gente aparentemente despierta. Si uno protestaba, le endosaban en título de capitalista incondicional, o de pequeño burgués delirante.
    Entraba dentro de lo previsible que un escritor como Vargas Llosa acabase harto. No me lo imagino leyendo con agrado el famoso Libro rojo, más bien vomitivo. ¡Menuda decepción experimentaron él y otros muchos! Pero lo interesante del caso, lo que verdaderamente llama la atención, es de qué manera pasó este hombre de un catecismo a otro, se diría que de un salto. Porque pasó, sin escalas, sin consideraciones dialécticas de ninguna clase, del catecismo comunista al catecismo neoliberal, el refrito de Hayek y de Friedman, bien cargado de darwinismo social.
    Y llama la atención precisamente por tratarse de él, ya que esos tránsitos de la izquierda a la derecha, en plan Jiménez Losantos, han sido muy frecuentes. Frecuentes digo, no siempre por revelación, por caída del caballo. Hay que tener en cuenta que el tintineo del vil mental obra prodigios en las conciencias, especialmente en aquellas que, habiendo renegado de las “virtudes burguesas” y ya embebidas de  los saberes criptomaquiavélicos escondidos en la trastienda del comunismo real, carecían de las fibras morales necesarias para resistir la tentación de acomodarse y de cambiar de amo. Y es preciso recordar aquí, entre las mayores genialidades del movimiento neoliberal, su inteligente política de atraerse a intelectuales de izquierdas. Haber sido izquierdista no era un mal antecedente…si la conversión era total. Piénsese, por ejemplo,  en los servicios del trotskista Kristol a la causa de ese movimiento retrógrado.
   Yo le he oído decir a un algo enojado Vargas Llosa que lo del neoliberalismo es un invento, pues solo hay liberales, se supone que todos hayekianos como él. Vamos a lo grave: Vargas Llosa se salta a la torera todo el plantel de liberales que no fueron neoliberales hayekianos, desde Keynes a Galbraith. Y esto es lo que a mí, liberal en el sentido de estos, me saca de quicio.
    No solo me irrita la falta de probidad intelectual. Me enerva un problema de fondo: la torticera reducción del liberalismo a la versión de Hayek es sumamente dañina para la causa del liberalismo en cuanto tal. Miles de jóvenes indignados, como el Vargas Llosa de los años cincuenta, odian al liberalismo de resultas de este juego de prestidigitación. Y ni qué decir tiene que ese odio es un pasaporte al absolutismo. Es tremendo, pero el movimiento retrógrado se ha apoderado de la palabra “libertad” bajo las mismas narices de la izquierda.
     En resumen, estas memorias de Vargas Llosa sirven descaradamente a los intereses del capitalismo salvaje. Y si esto es de lamentar, se me permitirá que yo lamente también que, tras su abandono del comunismo, eludiese la responsabilidad trabajar en la búsqueda de las buenas razones que la izquierda, ya muy divida por aquel entonces entre comunistas y no comunistas, estaba buscando y todavía no ha encontrado. Pasar del comunismo al capitalismo salvaje era, entre todas, la solución más fácil para él, por lo visto, dada su propensión a ver las cosas o blancas o negras y dada su propensión militante, para nada independiente.

miércoles, 14 de marzo de 2018

EL DEBATE SOBRE LAS PENSIONES

    Como era de prever Mariano Rajoy no respondió a las demandas ciudadanas, claramente expresadas estos días por miles de pensionistas de toda España. Dio la callada por respuesta, hablado mucho eso sí, con su aplomo característico, en plan trilero además. Hasta se dio el lujo de recordar que los primeros hachazos contra los pensionistas  los asestó Rodríguez Zapatero. Dejó bien sentado que las “reformas” son irreversibles, y que hay que continuar por el mismo camino, a juzgar por los excelentes resultados… Lo dicho, con tanto triunfalismo, resultó vomitivo.
   Quizá sea oportuno recordar los primeros ataques graves a los pensionistas fueron perpetrados, en efecto, por Rodríguez Zapatero. Ocurrió a raíz de una cartita que le envió Jean Claude Trichet (un Diktat de la peor especie). El socialista capituló sin ofrecer ni la menor resistencia… y seguidamente urdió en secreto algo muy sucio en complicidad con el líder popular: la modificación clandestina del artículo 135 de la Constitución. España se comprometió a pagar a sus acreedores en primer lugar, en cualquier circunstancia. ¿Y si los españoles sufren? ¡Que sufran!
    Seguramente, Zapatero hizo entonces algo que no quería hacer. Y es probable que a Rajoy no le haga ninguna gracia desairar a los pensionistas en estos momentos cruciales. ¿Acaso no figuran entre ellos los votantes que le han apoyado contra viento y marea?  Maltratarlos viene a ser lo mismo que cargarse su base de sustentación. Está claro que pesa sobre él la pesada mano de los mismos chantajistas que torcieron el camino de Zapatero, a los cuales el destino de los pensionistas españoles presentes y futuros les importa un carajo.
    Pero, claro es, de dichos chantajistas no se habló. Porque, ¿quién esta seguro de poder pararles los pies? ¡Haría falta una combinación de fuerzas dispuesta a jugar fuerte tanto aquí como en la arena internacional!
     Se ha discutido sobre la voluntad del señor Rajoy, sobre sus deseos y capacidades, sobre sus prioridades, pero no sobre ese problema de fondo. Él juega la carta de atenerse al guión de los chantajistas, y como elemento dócil espera ser premiado por ellos. Los otros, sugieren alternativas más o menos interesantes, pero sin contar con dichos chantajistas. Como si no existieran. El caso es que ni Rajoy ni sus oponentes tienen el futuro asegurado. El neoliberalismo tiene una bien ganada fama: destruye partidos y sistemas políticos. Ello forma parte de su esencia. (El previsible hundimiento de Rajoy no inquieta a los chantajistas, por la sencilla razón de que ya tienen a Rivera, otro político de usar y tirar a añadir a la lista fatal.)
    El drama de los pensionistas españoles presentes y futuros forma parte del proceso de destrucción del Estado de Servicios y no se puede entender al margen de la tenebrosa lógica subyacente. Y su movilización generalizada, apoyada por la mayoría de los españoles, nos sitúa ante una alternativa clara. O se está de su parte, del lado de la justicia y la humanidad,  al amparo de la Constitución (con la salvedad del citado artículo 135), o se está de parte de los chantajistas y sus cómplices, ya entregados a la barbarie.
    Desde el punto de vista moral, los pensionistas se encuentran en un plano de superioridad tan clara que cualquier cosa que se diga para burlarlos convierte a quien lo intente en un bárbaro. De ello cualquiera puede extraer alguna lección positiva para la izquierda, hasta la fecha completamente desorientada.
     Los pensionistas no piden el cielo, piden lo justo, a saber, lo que se les debe. De ello se deriva su poder. Es cuestión de calentarse y de comer, aquí y ahora además, algo que no puede esperar la traída de una República o cualquier otra aventura  a lo Puigdemont. Viéndose en los manifestantes de la tercera edad de estos días, como también en la generalizada movilización de las mujeres, quizá ciertos elementos de Podemos aprendan a razonar. 

viernes, 27 de octubre de 2017

LA CARTA DE PABLO IGLESIAS

   Vale la pena leer la epístola de Pablo Iglesias. Queda uno advertido acerca de lo que se propone: liquidar el llamado Régimen del 78  y sustituirlo por una República.  Ya familiarizados con estos decires y con la praxis correspondiente a raíz del caso catalán,  la carta no se puede tomar a la ligera.
   El adversario a batir es el “bloque monárquico” (PP, PSOE y Ciudadanos, tipificado este como “de extrema derecha” [sic!]) . Iglesias nos hace saber que dicho bloque anda metido en una “conjura monárquica para superar, mediante una restauración conservadora y centralista, la crisis española”. Tremenda afirmación. Según el párrafo que uno esté leyendo, el bloque es poderosísimo o algo podrido a la espera del empujoncito que lo mande a la cuneta de la historia.
    Pablo Iglesias afirma que hay solo una oposición, la que representa Podemos. Dice que el hecho de que no fuese a la recepción palaciega del 12 de Octubre así lo demuestra… Un gesto vale más que mil palabras. Los que fueron a la recepción y el que se negó, los conjurados y  el puro, el desafiante (el líder que se llena la boca con la palabra diálogo pero que no quiere representarnos en el palacio cuya entrada le ha sido habilitada con nuestros votos).
    Escribe Iglesias a modo de conclusión: “El espíritu constituyente del 15M debe impulsar la nueva España a la que aspiramos; social, republicana y plurinacional”.
   En primer lugar, yo no sé si el señor Iglesias puede arrogarse  tan frescamente la representación del 15M en base a  semejante guión. Lo dudo. Y por otra parte, ¿dónde está escrito que con los mimbres disponibles sea hacedera una República  sostenible y feliz –mejor que lo que ya hay? 
    A mi juicio, una República traída por los pelos sería una desgracia para España y también para la causa republicana. La visión de Iglesias como Puigdemont bis no tiene ninguna gracia, pero por ahí van los tiros. Por lo que nada tiene de extraño que el PSOE, felipista o sanchista, no pueda ir con él a ninguna parte. De donde resulta un gran favor a Mariano Rajoy.
    Iglesias, el solito, se ha sindicado como antisistema número uno, ciego a la correlación de fuerzas, con olvido de los decires sobre la transversalidad, desdeñando la ventaja moral de operar desde la Constitución en favor de quienes no nos sentimos representados. Increíble pero cierto. El establishment, feliz, por dos motivos: Iglesias asume estúpidamente el papel que este le había adjudicado, yendo de populista, antisistema y demás, y se mete en un nicho electoral condenado a la irrelevancia.
   Pone Iglesias el acento en su “nueva España plurinacional”. Como vivimos en el Estado de las autonomías y no bajo el franquismo, como aquí nadie puede sentirse como los angoleños bajo la dominación de los portugueses, se pregunta uno por el significado y los alcances de la expresión.
   Traída a colación en un contexto emocional marcado por el independentismo catalán, “plurinacional” adquiere unas connotaciones apropiadas para el lanzamiento de un ataque contra lo que Iglesias entiende por “centralismo borbónico”, contra la derecha en general y, por supuesto, contra la Constitución del 78.
    Me pregunto a quién diablos se dirige Iglesias.  Al parecer, a una capilla, quizá a quienes por jóvenes o por ignorantes pueden disfrutar con semejante pastiche, pero no creo que a sus cinco millones de votantes, muchos de los cuales podrían volver al PSOE a toda prisa, puestos en fuga por el plan y por la maniquea interpretación de la historia subyacente.
   En plan teórico se puede dar vueltas al concepto de nación todo lo que se quiera e incluso ver naciones por todas partes, dentro de las que ya hay, no coincidentes con ninguna frontera,  pero, ¿cuánta gente anda con esa obsesión? Por regla general, identificamos nuestra nación con España y la consideramos única. No seamos hipócritas: Nos cuesta horrores comprender a las pintorescas minorías que pugnan por la consideración de ser naciones soberanas dentro del solar patrio. Y esto no obedece a un simple tic de derechas como parece creer Iglesias, sino a la historia que tenemos a nuestras espaldas, a la experiencia de cada día  y a la saludable reverberación de sentimientos universalistas de corte ilustrado.
    Entiendo, cómo no, el amor al terruño, pero no entiendo a santo de qué se le ocurre a Iglesias excitar las fibras nacionalistas de unos y de otros precisamente ahora. Su propuesta apunta a una repetición, a lo grande, del famoso “café para todos”. Y como esto ocurre en el contexto del drama catalán, no se le ve el mismo propósito constructivo que tuvo antaño. Hasta puede uno sospechar una utilización oportunista del independentismo catalán como buldózer contra del Régimen del 78.   
    Lo triste del caso es que al poner el acento en las supuestas ventajas del impreciso modelo plurinacional, que en ninguna parte está escrito que satisfaga las exigencias de un independista radical, Iglesias desperdicia la posibilidad de hacer valer el nacionalismo español –el que entiende cualquier hijo de vecino y que sería necio confiar a la derecha– donde verdaderamente se le reclama: en la inteligente y pragmática oposición de la horda neoliberal. Según tengo observado, esta horda disfruta enormemente tanto con la división y hasta con la partición salvaje de países como también, aunque parezca contradictorio, con los subidones nacionalistas de corte irracional. Sería imperdonable hacerle el juego con unas indigestas pócimas plurinacionalistas en función de la clientela.
   Iglesias presenta su República ideal como social (eso sí, en el extravagante sobreentendido de que las Repúblicas son necesariamente sociales y las monarquías necesariamente antisociales).  Lo que importa es lo social, estoy de acuerdo, por descontado. Sin embargo, no me parece admisible utilizar lo social para dar sentido a cualquier desvarío y para demorar los asuntos sociales que no pueden esperar por el procedimiento de acumular deberes revolucionarios de imposible cumplimiento. Esta es una forma de irse por la tangente.
   La carta de Iglesias deja entrever una desmesura de pésimo pronóstico. Olvida que en este país nada sensato y decente es posible si se tiene la pretensión de copar todo el espacio político,  en plan adánico. Aquí no es nada saludable andar buscando camorra, empujando a alineaciones maniqueas, aspirando a que los oponentes desaparezcan como por ensalmo, porque no desaparecerán y hasta podrían volverse locos. Como para llegar a la República plurinacional habría que entrar en un proceso constituyente en toda la regla, la cosa da hasta miedo. 
    Parece que hay gente que ignora que en este país hay herederos del franquismo y del republicanismo, no necesariamente por libre elección, afortunadamente apaciguados y en buenas o aceptables relaciones gracias a las concesiones a la vez pragmáticas y heroicas que unos y otros se hicieron hace cuatro décadas. Yo, la verdad, no tengo ninguna gana de verme empujado a las coordenadas de los años treinta. ¿Encerrado en el campo de batalla donde peleaban republicanos y monárquicos con las consecuencias por todos conocidas y padecidas? No y mil veces no. Si para resolver los problemas sociales que nos acucian hay que volver tan atrás, estamos perdidos, señor Iglesias, y algo me dice que la mayor parte de los españoles no está de humor para semejante retroceso. 
    

lunes, 25 de septiembre de 2017

LO DE CATALUÑA ES CONTAGIOSO...

    La situación es de mal pronóstico: por extraño que parezca, el mal catalán es contagiosísimo.
     Si para mí ya es bastante perversa la colusión de la izquierda catalana con los herederos de Pujol, el contagio sufrido por Pablo Iglesias y sus huestes me  parece el colmo. Si dicha colusión daña por igual la causa de la izquierda, que es la de la justicia social, y la causa de la República,  en mala hora mezclada con tamaño brote de irracionalidad, lo segundo amplifica el daño  en grado superlativo, hasta el punto de que ya afecta al entero sistema político.
     Era de prever que la crisis económica dañaría este sistema, pero cuesta entender semejante extravío de las conciencias, semejante malversación  y manipulación de un sentimiento de indignación tan legítimo como generalizado. Resulta que no pocos indignados de ayer se han dejado enloquecer por el terruño y que algunos de sus portavoces, imbuidos de insano oportunismo, creen que se puede hacer palanca sobre dicho terruño para acabar con lo que llaman “el régimen del 78”. Toda la fuerza y la razón que se necesitan para abolir la Ley Mordaza y para salvar nuestro Estado de Servicios se perderá por el agujero negro del terruño.
   Me será dicho que ni Pablo Iglesias ni Ada Colau ni Alberto Garzón son independentistas, pero he aquí que no han resistido la tentación de hacerles el juego a los que sí lo son, ampliando la magnitud del desafío catalán. Lo han hecho con palabras dulces, con invocaciones a la libertad, al derecho de decidir, sirviéndoles en bandeja argumentos falaces para continuar su galopada. Un detalle lo dice todo:  Pablo Iglesias aprovecha la ocasión para atacar al gobierno de Rajoy, lo que en la presente situación implica un ataque sumamente artero contra el Estado y la Constitución. ¿Cuanto peor, mejor?  Detecto en ello oportunismo y desmesura a partes iguales. Puede uno maliciar que Rajoy ha dejado que se pudra la situación catalana con miras a encubrir sus vergüenzas, pero ni con esas se puede justificar el triple ataque, habida cuenta de que lo que aquí está en juego es nuestra convivencia y nuestro futuro político.
    Pablo Iglesias y los suyos ya han dado el paso de asociar, al modo de los catalanes independentistas, a Rajoy y a su socio Rivera con el autoritarismo, nada menos. De resultas de esta alucinación, se proyecta sobre el sufrido imaginario colectivo una inusitada división entre los demócratas y los que no lo son, merecedores de desprecio e incluso de desobediencia.
    Pedro Sánchez ha sido formalmente invitado a unirse a los buenos, en el plan maniqueo habitual. La idea es sacarse de la manga, en palabras de Pablo Iglesias, un nuevo Gobierno de unidad plurinacional y democrático que organice un referéndum en Cataluña". Como si el gobierno actual no fuese democrático y estuviese constituido por madrileños  enloquecidos. Tonto sería Sánchez si le hiciera el más mínimo caso. ¿Cuánto tiempo se tardaría en constituir ese taumatúrgico “gobierno de unidad plurinacional”? Desde luego que más de una semana, que es lo que nos separa del 1-O.
    Visto lo visto, me da la impresión de que ya se habría aplicado el artículo 155 de la Constitución si no fuera por la debilidad parlamentaria de Rajoy. El temor a que el Estado se quedase en pelotas ante el desafío catalán por obra y gracia de la parte de la izquierda que no entiende ni jota de sus responsabilidades, parece haber desaconsejado su aplicación.  Y es una pena, porque la vía judicial/policial es, por su propia dinámica, mucho menos transparente, menos garantista y menos pedagógica también.
    Como es obvio, las cosas habrían ido mucho mejor si  en su día, de resultas de una mayoría absoluta el PP,  no hubiese actuado torpemente en lo que a las aspiraciones catalanas se refiere. En su momento, no se dialogó con la debida altura de miras, pero ya no hay vuelta atrás, al menos por un tiempo. Estamos en la fase siguiente.
    Podemos y sus socios quieren dialogar, como si la desconexión no se hubiese planteado, y quieren hacerlo no a costa de las aspiraciones independentistas  sino a costa de nuestra Constitución y a costa de la tranquilidad de los catalanes no independentistas, lo que me parece demencial.
    La sola idea de que se nos proponga en esta precisa coyuntura un período constituyente con la triple finalidad de darles el gusto a los independistas, de expulsar a Rajoy y de refundar lo que los de Podemos designan como “régimen del 78”…  me parece una locura. Solo hay que restituir los términos originales del artículo 135 para que nuestra Constitución recupere su brillo. Algún día, claro, habrá que mejorarla, pero más vale no intentarlo en medio de la confusión reinante.

martes, 12 de septiembre de 2017

A VUELTAS CON EL CASO CATALÁN

   Lo que está pasando me produce un sentimiento de consternación.
   Los dirigentes de  la operación independentista han tomado la iniciativa,  saltándose la Constitución, por lo que veo venir una respuesta contundente, de última hora, por parte del Estado español.
    Que este Estado sea lento de reflejos no quiere decir que sea débil. Puede ser tolerante en muchas cosas, pero de seguro que en otras no lo es en absoluto. Póngase en riesgo  “la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”, y actuará, con mayor o menor miramiento, a tiempo o a destiempo.
    Uno se pregunta qué hacen los de Izquierda Republicana de Cataluña y los de la CUP del brazo de los herederos de CIU. ¿Cómo pueden anteponer el valor terruño al valor justicia social? ¿Acaso no tienen conciencia del daño que le están haciendo a la izquierda de este país?
    ¿Cómo osan echarle la culpa a España de los males sociales que sufre Cataluña, desviando nuestra atención de los mercaderes que están labrando la perdición de todos? ¿Cómo se atreven a prometer un futuro alegre y próspero por el simple procedimiento de desconectarse? ¿Cómo se atreven a meter a este país en su follón particular, debilitándolo ante los retos del presente y del futuro inmediato? ¿Acaso no son conscientes de esos retos?
    ¿Acaso no se percatan que su proceder deja malherida la causa de la República para varias décadas?
    ¿Acaso ignoran que su demencial conducta refuerza la posición del gobierno del Partido Popular?
    Metidos en su rollo, les importa un bledo que su proceder excite las fibras más insanas del nacionalismo español, sin ningún provecho para nadie. Resulta que este nacionalismo, que ya se está desperezando, se lanzará contra ellos, dándole la espalda a los ataques contra la soberanía procedentes instancias económicas superiores y ajenas…
    Ni se dude que ciertos tiburones se relamen ante la perspectiva de que aquí pase algo grave. En otras latitudes, el nacionalismo, en mala hora reavivado por la galopada neoliberal, se revuelve contra Europa, en plan Le Pen o Farage, y aquí se revuelve contra el vecino de al lado… ¡Uf!
   Puestas las cosas en los términos escogidos por los señores independistas catalanes, una minoría compuesta por osados y por vacilantes, ¿qué sentido tiene proponerles no sé qué retoques de la Constitución, no sé que “federalismo asimétrico”? ¡Si precisamente ellos no merecen que se les conceda nada de nada! Y además, su independentismo es de tal calibre que ningún retoque les podría valer.
    ¿Y qué sentido tiene dar vivas a  no sé qué “soberanía catalana”  que no figura en nuestra Constitución? Para mi desconcierto, es lo que han hecho Ada Colau y Pablo Iglesias...
    Por lo que parece, una parte significativa de la izquierda toma como referencia suprema el “derecho a la autodeterminación de los pueblos”, transponiendo al presente caso la terminología de los tiempos de la descolonización. ¡Como si Cataluña tuviese hoy, en nuestro encuadre constitucional, la misma consideración que tenía Angola en tiempos del dominio portugués!

jueves, 18 de mayo de 2017

LA MENTALIDAD DE LOS CORRUPTOS

    Las revelaciones sobre los distintos entramados corruptores se potencian, pero también se tapan unas a otras y, lo que es peor, nos esconden la raíz del problema, a saber, la mentalidad que los ha hecho posibles.
     Nuestros grandes corruptos son algo más que simples chorizos y pícaros. Porque operan desde el poder, porque conforman una entera clase de personas, porque no roban para sobrevivir sino para engordar, porque se consideran por encima de las leyes que conciernen al común de los mortales y, sobre todo, porque la tienen tomada con los dineros  y los bienes del contribuyente, objetivo estupefaciente de todos sus emprendimientos y desvelos.
    ¿El bienestar del prójimo? ¿La buena salud de las instituciones? ¿La grandeza de la patria? ¿El respeto por la función pública? ¿La alta finalidad de la política? ¿La reputación del partido en que se milita? Oh, ¡qué preguntas más ingenuas! Todo eso les importa un carajo. Disponen, es evidente,  de una mentalidad  caracterizada por un egoísmo radical.
      Como nada recuerdan y nada saben, se diría que delinquieron sin querer, por lo que no pueden arrepentirse…  Pero no me cuadra: estamos hablando de delitos complicados, realizados en comandita, muy meditados, nada parecidos al robo de un gallina. ¡Cuánta sustancia gris perdida en esos turbios manejos!
      ¡Ese permanente estado de acecho, a la espera de una buena presa! ! ¡Qué tremenda y sostenida obsesión por las ganancias! Tan tremenda que en todos los casos se ha planificado mucho mejor la ocultación del dinero que el borrado del rastro que lleva al criminal, por lo general de lo más chapucero (libretas, conversaciones telefónicas, mails, etc.). A esto precisamente se le llama dar la vida por el dinero.
      Uno se pregunta por el estado de la conciencia. ¿Han experimentado estos personajes las torturas íntimas y los sudores nocturnos propios de quien ha delinquido y lo sabe, del que presiente una irrupción policial? ¿Han considerado la posibilidad de suicidarse? Lo lógico sería que sí, pero con esta rara mentalidad lo más probable es que no. No parece haber  mucho de eso que antes se llamaba vergüenza. A quien arriesga su vida y sus neuronas por la pasta, a quien es capaz de pringar a toda su familia,  no viene a cuento pedirle que se enrede en consideraciones sobre la honra y temas afines.
     A algunos hasta se les ha oído demandar a la sociedad el cumplimiento de las mismas leyes que ellos se saltan, no se sabe si dando el do de pecho como hipócritas o por padecer  un desdoblamiento de la personalidad. No es de extrañar que en lugar de arrugarse, se crezcan, declarando que son objeto de una cacería.
     Si los apuras,  es posible que te digan: “En mi lugar, tú habrías hecho lo mismo”. Y eso lo dicta su mentalidad, incapaz de comprender que no es nada normal echarse encima semejantes obsesiones, semejante actividad y, en definitiva, semejante calvario judicial.  ¿Simplemente por el gusto de hacer dinero fácil y de estar en la onda de los tiburones? Podemos estar seguros de que la inmensa mayoría de los españoles no se metería en semejante berenjenal ni harta de vino.
    No estamos ante unas cuantas manzanas podridas. Estamos ante una forma de ser que implica una completa desmoralización. Y  tengo para mí que debemos poner este fenómeno en relación con la penetración de los mantras neoliberales.
     ¿De donde salió la loca idea de que la sociedad no existe? De los argumentarios neoliberales, lo mismo que el desprecio por la titularidad de lo público (ya que no por lo que lo público tenga de negocio particular), lo mismo que el desprecio por la gente, lo mismo que la canonización del trepa, lo mismo que el gusto de presumir de la riqueza, entendida como símbolo del triunfo.
      La policía y los tribunales han tenido y tendrán muchísimo trabajo con esta gente, está visto. Otra cosa es que puedan poner coto al fenómeno con sus solas fuerzas. Sin la movilización de anticuerpos morales   me temo que no hay nada que hacer.  Mientras haya elementos que conviven con la corrupción con tanta naturalidad que ni siquiera la ven, mientras haya tantos votantes que en el fondo de sus corazones envidian al corrupto triunfal hasta el mismo instante de su caída,  dudo de que la cosa tenga remedio.