viernes, 23 de diciembre de 2016

EL CASO DEL MINISTRO DASTIS

    Con motivo de la sesión de control al Gobierno,  Pablo Bustunduy (UP) salió en defensa de los jóvenes emigrantes españoles, pidiendo que no se vean librados a su suerte.  Puesto a responderle, el nuevo ministro de Exteriores acabó retratado para los restos.
    Alfonso  Dastis vino a decirnos que Bustunduy pretende pintarnos un cuadro apocalíptico donde no lo hay…  ¿Qué de malo puede haber en que nuestros jóvenes emigren? A juicio del nuevo ministro, los que se van lo hacen por iniciativa propia, de puro emprendedores, y nada malo hay en buscarse la vida por ahí, a juzgar por las ventajas: el emigrante ganará en amplitud de miras, se enriquecerá (por dentro, supongo), mejorando sus “aptitudes sociales”…
    Tuvo Dastis un pequeño lapsus, al señalar como ganancia la “adaptación a un mundo mejor”, una auténtica confesión por partida doble, como si confundiese lo extranjero con lo mejor, como si declarase su completo desconocimiento de las condiciones reales del  indefenso joven sometido a explotación laboral en un país que no es el suyo.
   Aunque  yo tuviese en el oído los similares pronunciamientos de Fátima Báñez y de José Ignacio Wert, dicho así, con ese aire de buena educación, me sonó como de nuevas. Hasta me dieron náuseas. ¿Y este era nuestro representante permanente ante la Unión Europea? ¡Santo Cielo!
    ¿Qué le pasa a este hombre? ¿Está fuera de la realidad? ¿Estamos ante el extraño caso de un diplomático que ha vivido en las nubes y que desde ellas pretende regir nada menos que el ministerio de Exteriores? Podría ser. ¿Un hombre de pocas luces, tal vez? Aunque muy viajado, no parece dotado de las habilidades sociales que requiere el ejercicio de la diplomacia…  ¡Qué raro!  ¿No se le pasó por la cabeza respetar la sensibilidad de los españoles que están sufriendo? ¿Ninguna vocecilla interior le previno acerca del daño que sus palabras iban a causar a la de por sí perjudicada imagen de su partido? ¿Ninguna le previno de que iban a sentar muy mal?
    No conozco personalmente a Dastis, no tengo idea de cómo es en realidad, pero ya contemplo otra posibilidad: la de que no sea tan buena persona como aparenta. Parece muy difícil, por no decir imposible, tomar a la ligera el sufrimiento de nuestra juventud, a menos que se tenga  un trasfondo psicopático.
     Ojalá Dastis esté en la luna, ojalá que no sea un individuo esencialmente perverso. En todo caso, confieso que algo me dice que no es extraño que precisamente él sea el nuevo ministro de Exteriores. El poder establecido necesita empleados de esta hechura para ocultar sus vergüenzas con series enteras de sofismas, gentes capaces de decirlas así, con llaneza y hasta paternalmente.

lunes, 19 de diciembre de 2016

VISTALEGRE II: UNA PREGUNTA PARA PODEMOS

     Me intriga la indefinición política de Podemos, que podría ser fruto de una estrategia atrápalo-todo, de una reunión de elementos incompatibles o de una empanada mental. Ojalá las cosas se aclaren en Vistalegre II, pero tengo mis dudas.
    Pablo Iglesias ha dado bandazos muy significativos. Atacó duramente a la izquierda de toda la vida, símbolos incluidos; luego se declaró, al parecer consecuentemente, socialdemócrata, para entenderse después, en espectacular giro, con esa izquierda de filiación comunista a la que acababa de insultar de pésimos modos. 
     Esos giros dieron motivo a protestas internas, lo que acredita la presencia de corrientes diversas (lo que no es malo de por sí salvo en casos de crasa incompatibilidad, en los cuales, dicho sea de paso, la unión solo se mantiene con un líder carismático y un aparato asfixiante).
   Hace unos días, he creído entender que Iglesias se ha arrepentido de aquel ataque y que también lamenta haberse declarado socialdemócrata,  esto no se sabe si por creer que le sentó  mal al cuerpo electoral o para mejor entenderse con el sector Anticapitalista y con Alberto Garzón… ¿En qué quedamos?
    ¿Qué diablos es Pablo Iglesias en realidad? Según una encuesta del CIS, las buenas gentes ya se han hecho una idea del líder de Podemos. Ni socialista ni socialdemócrata lo ven; lo ven comunista. La indefinición, por lo tanto, les huele a cuerno quemado y temen que vuelva el lobo. Como Iglesias saluda con el puño cerrado (un gesto no menos evocador que el saludo a la romana), se puede considerar definido en el imaginario colectivo, justa o injustamente.
    Parece obligado aclarar las cosas y poner los puntos sobre las íes, pero no. Los portavoces de Podemos no se dan por aludidos: no sin osadía posmoderna, se declaran ni de izquierdas ni de derechas (a creerles, se encuentran más allá de la correspondiente dialéctica, ya instalados en la “transversalidad”,  extrañamente ajenos a la lucha de clases). El problema es que la pesada etiqueta de comunistas, con sus negras connotaciones, ya les ha caído encima.
    Los comunistas tienen su espacio, nadie se rasga las vestiduras por su presencia. Lo que pone en guardia es la sospecha de que se intenta dar gato por liebre. Cuanto más oscuros sean los términos teóricos de Podemos, peor, más desconfianza generará, más paranoia. Los del establishment se frotan las manos: presentarse como los garantes de las libertades va a ser juego de niños. ¡Que vienen los comunistas! ¡Fidel Castro! ¡Corea del Norte!
   Por lo visto, algunos elementos pensantes de Podemos, altamente cualificados, andan a la espera de que sobrevenga el advenimiento de un “sujeto histórico” nacional y popular capaz de llevarse por delante todos los obstáculos, y en primer lugar el llamado régimen del 78. Sueñan estos elementos con un nuevo comienzo, como si las milongas sobre el fin de la historia hubieran cortocircuitado sus saberes marxistas.
    Al parecer, son los mismos que se imaginan más allá de la dialéctica izquierda/derecha, que se sienten autorizados a designar significantes vacíos y consecuentemente a llenarlos o sustituirlos; los mismos que dan por hecho que la gramsciana “batalla las ideas” se puede ganar a fuerza de una jerigonza solo apta para iniciados. De paso, dejan traslucir una voluntad de hegemonía que librada del peso de lo real haría saltar por los aires cualquier sistema democrático, monárquico o republicano. Y los del establishmentSusana Díaz incluida– lo disfrutan, seguros de que el personal, por miedo, por alergia o por mero sentido común, correrá a refugiarse detrás de sus pantalones.
   Uno se pregunta a santo de qué tanta confusión. ¿Acaso no ha habido millones de españoles capaces de asumir lisa y llanamente una posición de izquierdas y de votar en consecuencia, triunfantemente además, capaces de asumir con suma naturalidad una posición socialista más o menos firme? Otra cosa es que Felipe González les haya salido rana, que hayan sido timados... Allí están todavía esos votantes, probablemente perplejos ante esta formación nueva que no atina a decirnos con claridad si es de izquierda o no y que, para colmo, podría pedirles que salten a ojos cerrados de la posición socialdemócrata a una posición comunista.
    Las personas justamente indignadas por el curso de los acontecimientos necesitan representantes que se atengan a los imperativos prácticos de la justicia social, no que les coman el coco con cosas raras y propósitos desmesurados. Vistalegre II no debe resolver únicamente los problemas propios de una organización. Debe poner en limpio el ideario básico de Podemos. No se le puede pedir a la gente que le apoye o le vote a ciegas como al principio.
   Por mi parte, necesito saber urgentemente si Podemos tiene  un  registro liberal. Si carece de él, quiero saberlo ya. Me explico: yo no me he dejado robar la parte buena e imprescindible del liberalismo por los manoseos y ruindades de los llamados neoliberales (solo interesados en el laissez-faire económico, ciegos a todo lo demás, que solo les interesa como disfraz).
    Si Podemos se ha dejado mangar la parte noble y progresista del liberalismo, quiero saberlo. No me conformo con una declaración de democratismo  (hay formas de democracia incompatibles con el liberalismo). Y  por favor, no me vengan con la broma de que el neoliberalismo ha vaciado de sentido el término liberalismo como supuestamente ha vaciado al término socialdemocracia, pues en mi cabeza ambos términos siguen llenos de sentido hasta los topes, como  los términos comunista y anarquista. Una cosa es introducir matices, actualizar, y otra distinta hacerse de nuevas.
     Yo me arrogo toda la libertad que me otorga el liberalismo, como me someto al límite que este mismo me impone, a saber, el respeto por el prójimo (eso que el neoliberalismo tiene por norma pisotear, acreditando con ello la nulidad de su supuesto liberalismo). Y además, soy liberal porque no pudiendo estar seguro de poseer la verdad,  habituado a las dosis de escepticismo que forman parte de la herencia liberal,  me siento en la obligación de buscarla, para lo que necesito la ayuda e incluso la oposición de mis semejantes. (Y conste que no se debe confundir esa búsqueda de la verdad con el regodeo en eso que ahora se llama posverdad, regodeo que puede ser tanto banal como criminal).
    Es mucho lo que está en juego. Recuérdese que el liberalismo, aunque tenga las manos sucias como el que más,  es lo opuesto al absolutismo, su único antídoto conocido. Es muy  fácil que recaer en el absolutismo y de paso en la intolerancia si se prescinde de él.
    Pienso que sobre una base liberal debidamente depurada y actualizada se pueden reconsiderar constructivamente muchos temas capitales que durante décadas estuvieron fuera del alcance de la izquierda de formación marxista-leninista. Para ella, un marxismo liberal fue imposible, tan imposible como un anticapitalismo liberal, pero ya es hora de reconsiderar estas cosas, e incluso corre prisa, no vaya a ser que la izquierda deje la libertad en manos de los enemigos de la humanidad (¡como si no fuese precisamente su razón de ser!). Como  ya lo hizo en el pasado al precio de romperse y de volverse sórdida y antihumana hasta extremos indescriptibles allí donde se hizo con el poder, ojo a la repetición.  Que la historia pueda repetirse, y no precisamente como farsa, es algo que debería quitarnos el sueño. Se entenderá, por lo tanto, mi necesidad de salir de dudas en lo que se refiere al núcleo filosófico de Podemos.

viernes, 2 de diciembre de 2016

SOBRE FIDEL CASTRO Y SU REVOLUCIÓN

    El fallecimiento de Fidel Castro ha reavivado a sus admiradores y a sus detractores, llamados a batirse por toda la eternidad.  Al parecer, aspirar a la ecuanimidad es tan difícil hoy como ayer. Difícil, entre otras cosas porque  los lugares comunes de los anticastristas, a poco que uno ceda al asco,  transforman el castrismo, con todos sus defectos, en un fenómeno resplandeciente, por comparación intachable.
     Quizá no sea inoportuno recordar hoy el efecto que en su día tuvo la revolución cubana  en todo el ámbito latinoamericano. El triunfo de Fidel Castro alimentó la peligrosa creencia de que el éxito se podía repetir en otros países, allí donde minorías valerosas se lanzaran a la acción. Era mucho suponer que otros Estados latinoamericanos fueran tan frágiles como el regentado por Fulgencio Batista, pero pocos revolucionarios se pararon a pensar en ello.
   Tampoco se tomó en consideración que la potencia hegemónica no se dejaría sorprender por segunda vez. Kennedy tomó las primeras medidas encaminadas a la formación y consolidación de una especie de Internacional Militar. Los ejércitos latinoamericanos se reorientaron hacia la “seguridad interior”. En el nuevo encuadre, el trágico final del Che en Bolivia era previsible.
    No obstante, viendo resistir a Fidel en Cuba, muchos creyeron que la apuesta revolucionaria no estaba perdida. Es evidente que no se tuvo en cuenta la correlación de fuerzas ni tampoco el grado de inhumana crueldad que formaba parte del potencial represivo del poder establecido.
    La opción revolucionaria basada en la lucha armada produjo una fatídica división en el seno de las fuerzas progresistas latinoamericanas. Los modos que la hacían posible, no menos que la ideología marxista-leninista que los justificaba, no eran compatibles con  el grueso de tales fuerzas, de signo liberal, hechas a un vivir pacífico y, por muy desencantadas que estuvieran de los usos democráticos de sus respectivos países, nada proclives a empuñar las armas y a marchar como un solo hombre.
    Esa división tuvo consecuencias de largo alcance. Los progresistas de talante liberal, políticamente funcionales en épocas de normalidad, se vieron descalificados por las vanguardias revolucionarias, lo que no les salvó de llevarse su parte de represión. Las fuerzas conservadoras y retrógradas se aprovecharon cumplidamente de la situación.
     El recuerdo de tanto sufrimiento provoca una congoja imposible de describir con palabras, sobre todo si se toma consideración la regla fatal de aquellos tiempos: la existencia de  focos revolucionarios sirvió de pretexto para doblegar a los pueblos y, seguidamente, para imponerles crecientes raciones de capitalismo salvaje.
    Como en el caso de la Revolución Francesa y de la propia Revolución rusa, se plantea la cuestión de qué rumbo habría podido tomar la Revolución Cubana en ausencia de un acoso tan feroz como el que padeció desde el principio. Es un tema de sumo interés, algo melancólico y puramente especulativo. En todo caso, pase lo que pase tras la muerte de Fidel Castro, su revolución pasará a la historia como una excepción, como algo de lo que se puede aprender, pero no copiar.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

BYE, BYE MR. OBAMA

    Hay que aplaudir la reforma sanitaria de Obama, pero resulta que ha tenido que conformarse con lo mínimo por los compadreos con las farmacéuticas y los capos de la sanidad privada. De lo demás, mejor no hablar, porque del famoso “sí se puede” no queda  gran cosa.
     ¿Fue capaz de cerrar Guantánamo, como había prometido? No. ¿Puso fin a la tragedia de los indocumentados de su país? No, e incluso será recordado por la deportación de niños y mujeres a altas horas de la madrugada. ¿Frenó los desahucios? ¡Pues tampoco!
      ¿Metió en cintura a los juerguistas de Wall Street? No, y por el contrario les encomendó precisamente a ellos que arreglasen el desaguisado.
     ¿Arremetió contra la pobreza, en plan Lyndon B. Johnson? ¡Ni se le pasó por la cabeza!  Ni siquiera cumplió su promesa de corregir los excesos del NAFTA…   
     ¿Recuperó la normalidad aboliendo la Patriot Act? No, claro que no.
     ¿Hizo algo serio y memorable contra el cambio climático? Pues no.
    ¿Trajo la paz? No, e incluso atizó nuevos focos bélicos (Libia, Siria…).
    ¿Hizo honor a su promesa de trabajar por liberar al mundo de la amenaza de una guerra nuclear? ¡Qué pronto se olvidó de lo que dijo Praga!  No solo jugó con fuego en lo tocante a Rusia; resulta que desactivó menos ojivas nucleares que su predecesor… y que ha lanzado un proyecto de modernización del arsenal de armas nucleares norteamericanas, a treinta años vista, con un presupuesto inicial de un billón de dólares…
    ¿Elevó los estándares éticos de su país? ¡No! En lugar de apresar y juzgar a los sujetos peligrosos, la ejecución extralegal sigue siendo el método preferido, con la particularidad de que los drones, a los que este catedrático de derecho constitucional es muy aficionado, siegan vidas inocentes de manera sistemática (moralmente hablando, lo peor de lo peor).
     Termina su mandato, se impone un balance deprimente, pero he aquí que  el juicio de la historia quedará en suspenso por tiempo indeterminado, por la llegada de Donald Trump.  Ya nos veo echando de menos a Obama, sus palabras analgésicas y su espectacular sonrisa. Ya no importa lo que haya hecho o dejado de hacer.  Hemos podido comprobar que, en cuanto a nuestros  intereses se refiere,  se puede poquísimo y a duras penas. Pisotearlos descaradamente, dado el orden de cosas existente, es mucho más fácil, como nos hizo ver Bush jr. y como tendremos ocasión de verificar en los  próximos meses. 

jueves, 10 de noviembre de 2016

LA VICTORIA DE DONALD TRUMP

    El poder establecido local y mundial puso toda la carne en el asador para pararle los pies a  Donald Trump.  Apoyó unánime a Hillary Clinton, de pronto adorable,  como Obama… de pronto reverenciado hasta por sus peores enemigos. Y  ahora, viéndola derrotada,  este poder  se expresa dolido, como si la situación se le hubiera ido de las manos, como si no terminara de creérselo. ¡Con lo fácil que había sido descabalgar a Sanders!
     El desconcierto del establishment trae a la memoria el que produjo el brexit, una cosa rara en principio, pero ya vemos que no tan rara. Resulta que los señores aprendices de brujo que creyeron posible gobernar en contra del bien común se las tienen que ver ahora  con las primeras sorpresas desagradables, muy gordas a decir verdad.  Y esto no es más que el  comienzo. 
     Creer que la historia había  llegado a su final era, claro, una estupidez. Como lo era la creencia de que se puede esquilmar a los pueblos a mayor gloria de unos cuantos sin que pase nada.  Porque siempre acaba pasando algo, y he aquí que Estados Unidos, con sus grandes y crecientes bolsas de tercermundismo, caído en manos de Wall Street y de unas cuantas corporaciones –es decir, en trance de desnacionalización como el que más– no podía ser una excepción.
     Los triunfos del brexit y de Trump  suceden, no por casualidad, cuando al establishment se le han acabado los trucos de mercadotecnia política, cuando ya no tiene ningún conejo en la chistera, cuando no puede engañar a nadie con la milonga del “capitalismo popular”.
    Y los tiempos están cambiando precisamente porque se le han acabado esos trucos, no porque su poder se haya debilitado, cosa muy distinta. Ya se ocupará de utilizar el brexit y a Trump también en su propio beneficio, pero tendrá que operar a cara descubierta y mostrando las pezuñas.
     Los sofismas han sido tales que en el supuesto de que los rapsodas del establishment digan alguna verdad, la gente la tomará de seguro por una mentira y obrará en consecuencia. ¿Así que el brexit es malo? ¡Pues toma brexit! ¿Así que Trump es un loco peligroso? ¡Pues toma Trump! Esta es la gran novedad. Pervertida la racionalidad, la cosa va de calambres nerviosos y subidones hormonales.
    Los genios del contragolpe retrógrado iniciado en los años setenta del siglo pasado han faltado tantas veces a la verdad, han pisoteado tantas veces la herencia de la Ilustración, han atizado con tanta malicia las llamas de la superstición, han sacado de quicio los problemas de manera tan demencial y torticera, han dado tales muestras de indiferencia y de odio,  han sido tan hipócritas, tan crueles, han hecho un uso tan anormal de la bandera y del feto que nada tiene de sorprendente el triunfo de un personaje como Donald Trump. Siembra vientos y cosecha tempestades.
      Entristece pensar que la respuesta democrática a la flagrante injusticia sistémica sufrida por los norteamericanos a consecuencia de aquel contragolpe retrógrado tenga ahora rasgos tan repulsivos (xenofobia, machismo, islamofobia, puritanismo, supremacismo blanco, etc.). Entristece, pero no sorprende, porque es lo que suele ocurrir con las respuestas surgidas de situaciones así, tan patológicas.  El señor Trump es un síntoma, pero la enfermedad, me lo temo, la padecemos todos, no solo los norteamericanos. 

domingo, 6 de noviembre de 2016

EL POPULISMO MUNDIAL

   Ante el duelo Clinton-Trump, leo en El País  el siguiente titular: “Estados Unidos mide en las urnas la fuerza del populismo mundial”. Me hace cierta gracia, la verdad, pero no la tiene. 
    El establishment no improvisa en estas cosas, y a fuerza de jugar con las palabras para mejor encubrir las realidades, ha creído ver  en el palabro “populismo” una auténtica genialidad a efectos de marketing y relaciones públicas. A falta del miedo al comunismo,  venga el miedo al populismo, a ver si se consigue que las buenas gentes corran a refugiarse en lo conocido, tras los pantalones del establishment.
     El populismo es el nuevo coco. Pretenden dividirnos entre populistas y antipopulistas, no por amor a la verdad precisamente, sino por una calculada búsqueda de la confusión. Tramp, populista, Iglesias, populista, Le Pen, populista, Putin, populista, todos iguales, no se hable más, cosa juzgada, “populismo mundial”, cosa horrible.
    No es gracioso para nada, pues se trata de descalificar cualquier reclamación de orden social y justiciero por el mero expediente de tildarla de populista. Quizá no esté lejano el día en que a cualquiera lo puedan meter preso o multar por haber incurrido en populismo. Como es un término tan sumamente elástico, mucho más que comunista, he dicho bien, a cualquiera… Pero hay algo que no se ha hecho esperar: se ha establecido  el principio de que el gobernante responsable jamás debe ceder ni lo más mínimo ante las reclamaciones populistas.
     El establishment emplea el completo repertorio del populismo, sobre todo en períodos electorales, como acredita el caso de la propia Hillary Clinton en estos momentos, en absoluto a la zaga de Trump en esto del populismo, o ayer mismo nuestro Rajoy, guardando en un cajón las medidas desagradables ya comprometidas con los chantajistas de Bruselas. Pero,  por lo visto, hay que distinguir entre el populismo sano y sensato, y el otro, totalmente loco.
    Quizá no vengan mal un par de pases freudianos. Porque, bien mirado, el establishment, al arremeter contra el populismo como lo hace, está confesando sin darse cuenta lo que verdaderamente debería asustarnos: no tiene ninguna respuesta a los problemas sociales, ni siquiera los considera propios, al punto de que los atribuye a gentes extrañas, irracionales y perturbadas. Y eso no es todo lo que confiesa, pues parece decir populismo por estar a punto de decir populacho. 

domingo, 23 de octubre de 2016

LA ABSTENCIÓN INCONDICIONAL DEL PSOE

   Gobernará el PP  gracias a la abstención del PSOE. Como se veía venir. Fin de los pases trileros. Y fin también de la confusión tragicómica en que nos veíamos inmersos, lo que, dentro de lo desagradable, no me parece una mala noticia. En adelante todos sabremos a qué atenernos, lo que nos permitirá orientarnos mejor y en su día, más bien pronto que tarde, acudir a las urnas con menos pajaritos en la cabeza.
     De momento, lo que más llama la atención es el daño que el PSOE se ha hecho a sí mismo. Pero ese daño no es ni mucho menos tan trascendente como el daño que el establishment político tendrá que arrostrar de aquí en adelante. ¿Se acuerdan de aquellas voces del 15-M que identificaban al PP con el PSOE, se acuerdan del “no nos representan”? Pues eso. ¡A ver quién convence ahora a las buenas gentes de que estaban equivocadas, de que erraban el diagnóstico, de que pecaban de injustas!
    Seguro estoy de que el PSOE, viéndose ya en trance de ser engullido por las mismas arenas movedizas que se tragaron al PASOK, hará toda clase de gestos y visajes encaminados a mantener el mito de que se encuentra en situación de seguir representando a la izquierda de este país. Será un espectáculo digno de verse, bien que  de género patético.
   La abstención incondicional a favor de Rajoy, con férvidas invocaciones a la responsabilidad, permite predecir, con muy poco margen de error, lo que cabe esperar del PSOE en el futuro inmediato. ¿Se puede alguien imaginar a este PSOE tan “responsable” ofreciendo una resistencia seria a la políticas austericidas de Bruselas, arremetiendo contra el artículo 135, suprimiendo la ley mordaza o poniendo fin a los desahucios?
     Los asuntos insignificantes serán motivo de desproporcionadas discordias, pero en todos los temas graves, empezando por los recortes, el PSOE le hará el juego al PP, flanqueándolo y apoyándolo. Y esto porque forma parte de su espíritu acomodaticio de toda la vida.  Además,  ya sabemos que el PSOE se ha unido fuertemente al PP en un tema de la mayor trascendencia para nuestro sistema de partidos: PP y PSOE se prefieren a sí mismos bien juntitos, en la batalla contra Unidos Podemos, al que odian por igual. Esto quiere decir que el PSOE, con independencia de lo que diga, se nos ha desplazado todo él hacia la derecha, dejando el otro lado a merced de la fuerza emergente. Y lleva todas las de perder, por la sencilla razón de que ha quedado en evidencia. Nadie, nunca, ha podido gobernar indefinidamente contra el bien común sin causar graves daños sociales y sin acabar mal. El PSOE tiene que vérselas con esta verdad conocida desde el neolítico. Como el PP no ha presumido de socialista tardará un  poquito más, pero a buen seguro que  llorarán juntos sus culpas. 

viernes, 7 de octubre de 2016

PABLO IGLESIAS Y LOS CANAPÉS

     Pablo Iglesias no asistirá al desfile del 12 de octubre y tampoco a la recepción. Según Infolibre, habría declarado que su lugar está “con la gente”, trabajando “en la defensa de los derechos y la justicia social de este país” y no en celebraciones “comiendo canapés” mientras la ciudadanía sufre...
    Comparto,  es posible, con Pablo Iglesias cierta alergia a los desfiles y los copetines, pero he aquí que, a tenor de su papel político, no le veo la gracia a su espantada y menos con tan ampulosa justificación de por medio. Le supongo enterado de que como representante político de millones de votantes debería ir al mismísimo Averno en el desempeño de sus funciones, incluso de etiqueta si así se exigiese en la azufrada invitación de rebordes chamuscados.  
     La justificación es de lo peor, no solo por su ampulosidad sino también por la desagradable pretensión de marcar las diferencias, de presentarse como trabajador infatigable, como político moralmente superior, de propensiones ascéticas (de una especie que tengo catalogada entre las más peligrosas).
     No soy como los otros, viene a decirnos.  Me imagino al rey y a sus invitados zampándose los canapés, sonriendo si es que se acuerdan de Pablo Iglesias (¡este chico!), para nada afectados por el desplante y la tremenda descarga. Quizá algún invitado aproveche para decir ya lo veis, un antisistema, un maleducado,  pura demagogia, populismo, etc.
    La cosa no tendría importancia si no fuera porque Pablo Iglesias es el líder de Unidos Podemos. Puestos ante las pruebas de que con el PSOE no hay manera de configurar una alternativa de progreso, seguros ya de que este solo piensa en allanar el camino de Rajoy, ya aclarado el estúpido equívoco de los meses precedentes, desaparecido el centro político, nos encontramos con la evidencia de que, por la izquierda, afortunadamente hay algo (o el sistema político se derrumbaría de un día para otro), precisamente la formación que encabeza Pablo Iglesias.
       En tal situación, esto  de los canapés no está nada bien. ¿Por qué dar por sentado que todos los asistentes a la recepción son indignos de empatía, forzosamente hostiles a la justicia social y por ende al proyecto del señor Iglesias? Y ya puestos, tampoco está nada bien lo del desfile. ¿Por qué dar por sentado que entre los militares que desfilarán no hay o no puede haber simpatizantes de Unidos Podemos? ¿O por qué suponer que no los habrá  nunca, concluyendo, absurdamente, que sobran las muestras de respeto por su trabajo en día tan especial? 
     Si Unidos Podemos quiere representar dignamente a las personas  desamparadas por los partidos antes hegemónicos, debe conocerlas mejor, haciéndose cargo de su estupenda variedad. Después de tanto hablar de transversalidad, centralidad y demás,  hacerle ascos a la Fiesta Nacional, al desfile y a los canapés regios es  una forma que se me antoja estúpida de ignorar en qué realidad  sociocultural nos movemos y cuál es la correlación de fuerzas. Es una manera de irritar, de asustar, de herir sensibilidades, de hacerse el loco y, en definitiva, de hacernos perder el tiempo a todos.

domingo, 2 de octubre de 2016

TRAS LA CAÍDA DE PEDRO SÁNCHEZ

   La  abyecta operación de derribo que presenciamos tiene el rango de  un aviso para caminantes. Hay en el terreno de juego unas líneas rojas llenas de pinchos y convenientemente electrificadas. Y lo tremendo del caso, lo más inquietante, es que Sánchez cayó fulminado a pesar de haber puesto buen cuidado en no tropezar con ellas. Dijo que no a Rajoy, cierto, pero no dio un solo paso hacia un entendimiento efectivo con Unidos Podemos y con los nacionalistas periféricos. De lo que se deduce que decirle no a Rajoy es de suyo peligrosísimo. El PSOE no ha dudado en arriesgarlo todo –hasta su digna imagen– con tal de que ni siquiera se le pueda imputar la intención de rozar la alambrada. ¡Tan grave es el asunto!
    Ahora, eliminado Sánchez, el PSOE se dispone a hacer lo que los conspiradores no tuvieron la decencia de declarar con la debida formalidad. Allanarán el camino a un gobierno de Rajoy. Está cantado. En algún momento le fue dado comprender a Felipe González que, con la que está cayendo, una gran coalición PSOE/PP sería la ruina, y se decantó por esta solución, menos arriesgada pero no gratuita.
    Ayer mismo, Eduardo Madina, se hacía el tonto, diciendo que no sabía aun si votaría o no a favor de un gobierno del PP… Se ha puesto el acento en la insensatez, irresponsabilidad y mitomanía de Sánchez, en plan táctico. Pero ahora toca decirle sí a Rajoy según lo acordado, sin obtener nada a cambio, por pura “responsabilidad”. De esta manera tan triste el  PSOE sellará su destino para los restos. Acabará, detalles más o menos, como el PASOK.
    La caída de Sánchez es una prueba más de que el centro político ha desaparecido. Se hace ver que existe, pero qué va.  El PP y el PSOE, y naturalmente Ciudadanos, harán algunos pases por el centro aparente, pero en cuanto a las cosas serias, operarán juntos, en línea acostumbrada, en sintonía con sus pares europeos, en un sistema que se ha desplazado todo él a la derecha.
     La defenestración de Sánchez y el sí a Rajoy  no serán  los últimos servicios del PSOE al establishment. Le hará todos los servicios que hagan falta de aquí en adelante, por eso de la “responsabilidad”, en realidad por seguir enchufado al poder. El problema para los demás es que, contra toda lógica, pretenderá también arrogarse la representación no solo del centro mítico sino de la entera izquierda, confundiendo las cosas y los términos quién sabe hasta qué extremos. De modo que tras la defenestración de Sánchez, Unidos Podemos tendrá que superarse a sí mismo, o seremos muchos en este país los que nos quedaremos sin representación.

viernes, 30 de septiembre de 2016

¿CON SÁNCHEZ O CONTRA SÁNCHEZ?

    La acción emprendida contra Pedro Sánchez es de género tenebroso, una acción propia de serpientes, antidemocrática y cloacal, de esas que rara vez ocurren a la vista de todos. Cuando el poder actúa así, tan a las claras, no solo apunta a un fin concreto, en este caso a acabar con Sánchez, porque apunta también a fijar un mensaje en el fondo de las conciencias, un aviso para caminantes, un recuerda lo que te puede pasar.
      Aquí están en juego intereses que para nada tienen que ver con la vigorización del PSOE ni con la estabilización de nuestro sistema de partidos. En este golpe contra Sánchez han primado los mismos intereses a los cuales fue sacrificado el desventurado PASOK.  El único pecado de Sánchez ha sido resistirse como gato panza arriba a ser nuestro Venizelos, razón más que suficiente, como se ve, para segarle la hierba bajo los pies.
     Hay quien se empeña en reducir la crisis del PSOE a una pelea entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, a un problema de egos desmedidos, una forma como tal otra de cerrar los ojos ante las amargas realidades subyacentes. En una situación en la que nadie habla claro para no quedar en evidencia ante los poderes supremos, en la que es norma no mostrar las propias cartas, en que no se pasa de las frases a medias y las expresiones oraculares, resulta hasta cómodo hablar de problemas personales.
     En cuanto a Susana Díaz no sé, pero en lo que respecta a Pedro Sánchez tengo la certeza de que, de haberse plegado a los genios de la caverna, tenía la poltrona asegurada por toda la eternidad. Y no seré yo quien pase por alto que no se dejase sobornar por tan simple y común procedimiento. Esto le honra.
     Ahora bien, es de hacer notar que Pedro Sánchez, todavía atrapado por la dialéctica de los silencios y las frases a medias, no ha podido pasar del no a Rajoy.  En vista de que ese “no” era ya demasiado, se comprenderá que yo me haga una idea muy negativa sobre esta manera de hacer política.
     Es el colmo, pero los enemigos de Sánchez pretenden descabalgarlo sin más (por mentiroso, insensato, irresponsable), sin confesar que les mueve el común deseo de allanarle el camino a Rajoy y que no por otra razón se han metido en este indecente fregado. Madina, uno de los conspiradores, se acaba de lucir en ese sentido, insinuando que ni siquiera sabe qué decidiría.
     Al final se llegado  a un punto en que solo esta claro que Sánchez le dijo no a Rajoy. Así, pues, los bandos, se dividen en función de tal simpleza, y de cuestiones personales  de orden práctico o directamente psicoanalítico. Los propios militantes socialistas no cuentan con más elementos de juicio. En función del no a Rajoy, queda Sánchez a la izquierda, en situación de ser defendido o atacado por ello. Pero, ¡cuántas palabras y cuánto contenido se echan en falta! No es extraño que desde la calle la cosa tenga aires de quilombo.
     No sé si Pedro Sánchez va a tener ahora alguna opción de quitarse de encima a los santones de la acomodación. Aprovechando la salvajada que acaban de cometer, podría dar unos cuantos pasos de gigante, quizá salvar al PSOE in extremis. Pero tengo por seguro que no irá a ninguna parte con medias palabras, de las que la gente está más que harta. En resumidas cuentas, la verdadera alternativa es acomodación o socialismo democrático. 

miércoles, 28 de septiembre de 2016

EL PSOE SE QUEMA EN SU PROPIA SALSA

    El  PSOE  va camino de repetir la hazaña del PASOK, como era de temer.  Los últimos acontecimientos, incluido el navajazo de Felipe González a Pedro Sánchez, dejan un escasísimo margen a la esperanza de que se salve. El vicio de la acomodación, los intereses creados, el uso torticero de su marca de izquierdas, estas cosas tenían un precio político, a pagar a plazos cada vez más dolorosos.
    Me da la impresión de que Pedro Sánchez, aunque su punto de partida fuese el de la cúpula del partido, viéndose ya ante la responsabilidad de convertirse en nuestro Venizelos, ha venteado el peligro y ha querido alejar de sí tan amargo cáliz. Empezó diciendo que se sentía más cerca de Valls que de Corbyn, empezó haciéndole ascos a Podemos, dándole el gusto a esa cúpula, y ahora anda tanteando un camino propio, a ver si hay alguna manera de evitar el descarrilamiento del socialismo español. Es muy comprensible, ¿no creen?
     No es un asunto de poltronas, pues este hombre, con solo seguir las instrucciones de los primates de su partido, empezando por la de allanarle el camino a Rajoy, tenía asegurada la suya por muchos años. Ya tiene en su contra a los medios de comunicación, al IBEX, a los barones de su propio partido. A poco que se descuide lo ponen de patitas en la calle.
     Por lo visto al señor Felipe González le gustaría que su pupilo le entregase el timón a Rajoy a cambio de nada, ni de buenos modales siquiera, en plan mayordomo, en el supuesto, a mi juicio risible, de así se arreglarán  las cosas y todos contentos. En su empeño segarle la hierba bajo los pies a Sánchez llamándole mentiroso, el ex consejero de Gas Natural ha mostrado, una vez más, todas sus cartas. 

jueves, 15 de septiembre de 2016

EL CASO SORIA, POR EJEMPLO

      El ministro José Manuel Soria se ve forzado a dimitir  por unas cositas raras y una mentira, reaparece a continuación, como si tal cosa, como postulante español a la dirección del Banco Mundial, para acabar, fracasadas las sofísticas explicaciones oficiales, en su casa, no sabemos si por el abucheo general o –no lo descarto– por una reacción adversa de dicha autoridad mundial, de pronto sensible al qué dirán.
     El nombramiento a dedo no es lo peor, a juzgar por los usos y costumbres.  Lo que da grima es la forma en que se pretendió encubrir el dedazo con una apelación a no sé qué resortes administrativos, de tipo burocrático, ajenos a la voluntad del gobernante en funciones. ¡A ver si nos tragábamos la especie de que el señor Soria, por sus merecimientos como técnico en la materia, era de suyo el candidato más idóneo para llevar las riendas del Banco Mundial precisamente!
       Se  impone la evidencia de que los amigos de José Manuel Soria son morbosamente insensibles a la opinión pública. Solo así se explica que solo reculen ante ella in extremis, como sorprendidos.
     Dimitido el ministro Soria por motivos que no ha habido tiempo de olvidar, ¿cómo es posible que él y sus compadres metiesen la pata de  manera tan ridícula? Se confirma la impresión de que esta gente vive en un mundo aparte, solo apto para personas de muy escasa sensibilidad política.  Apercibidos de que no había ningún impedimento jurídico para el nombramiento, tiraron hacia delante con la típica arrogancia caciquil, sin pensar en la opinión pública ni por un momento, por desprecio y desconocimiento de la misma, sin pensar ni por un instante en las repercusiones políticas… Como si fueran tontos mismamente. Y esto sí que es grave. 

viernes, 9 de septiembre de 2016

¡TERCERAS ELECCIONES, POR FAVOR!

    Nos hemos metido en un círculo vicioso de muy difícil escapatoria. Tras el fracaso de Rajoy, estamos a la espera de que fracase Sánchez, con una molesta sensación de déjà vu.  Me temo que así no vamos a ninguna parte. Creo que lo mejor es ir a  las terceras elecciones, aunque caigan el día de Navidad, aunque no quepa esperar de ellas una modificación sustancial del mapa político. Cuanto más se prolonguen estas “negociaciones” insanas, peor, más confusión y más gatopardismo también.
    Entiendo que algunos se afanen todavía por muñir una “alternativa de progreso”, pero he de confesar que,  a juzgar por las piezas disponibles, me parecería trágico que se materializase.  El próximo gobierno, sea de izquierdas o de derechas, tendrá los pies de barro, y lo primero que tendrá que hacer es responder a las demandas de Bruselas, que exige nuevos recortes y ajustes.  Y eso no es todo, porque  no tardará en  estallar la mentira en que vivimos, esa bien gorda según la cual la crisis ha quedado atrás. Sinceramente, yo no le veo la gracia a que sea precisamente la izquierda o, mejor dicho, una problemática combinación de la izquierda aparente y la real, quien tenga que pagar los platos rotos de la derecha, encima con las dos manos atadas a la espalda. Ese desagradable trance, con un gobierno con pies de barro, se lo merece la parte responsable del engaño, ¿no creen?
     ¿Y qué cabe esperar de unas nuevas elecciones? Depende de cómo se vaya a ellas. A los votantes de este país les vendrían bien unas propuestas claras y distintas (están hartos de vaguedades, faroles y sofismas), así como también algo que se echa en falta, a saber, la noción de que se está en disposición tanto de ganar como de perder. Si gana Rajoy por los pelos, que gobierne, que apechugue. Bajo la estricta vigilancia de los perdedores, no podrá hacer tanto daño como en sus tiempos de mayoría absoluta, ni tampoco engañar ni durar mucho. ¿Y por qué no dejarle el campo libre ahora mismo? Porque los votantes estamos viendo cosas muy raras (¡y las que veremos hasta diciembre!) y necesitamos expresarnos.  

martes, 9 de agosto de 2016

LA TEATRALIZACIÓN DE LA POLÍTICA

     Tras unos días de completa desconexión, refrescado el  seso por el aire de la montaña, me encuentro el tema de formación del nuevo gobierno en las mismas condiciones. Diría que los señores negociadores, a fuerza de repetirse, ya chochean. Pero los veo metidos en una pésima obra de teatro, siguiendo neuróticamente sus respectivos guiones, escritos hace mucho tiempo. No, no chochean en absoluto, hacen teatro. El problema es que así, haciendo teatro, muy subidos de electoralismo por pura inercia y sin ninguna justificación sensata, es muy difícil que puedan llegar a acuerdos en el plano de las realidades. Todos nuestros problemas, los que nos quitan el sueño, están fuera de su alcance.
     La llamada democracia de audiencia requiere buenos actores y, a ser posible, una buena historia. Contamos con  grandísimos actores desde luego, pero, ¡vaya historia! Nos vienen con una obrilla de evasión cuando el horno no está para bollos. ¿Y a qué se debe este error en la programación, llamémoslo así? A un motivo vergonzoso: la necesidad de ocultar la crudeza de la situación y la ausencia de perspectivas halagüeñas para el conjunto de la ciudadanía.
   He aquí que todos los actores políticos se ven sometidos a un chantaje, con la particularidad de que les da vergüenza reconocerlo. Las idas y venidas de estos día, las especulaciones, los ceremoniales en La Zarzuela, todo eso no estaría nada mal si no fuera por la gravitación de los amos de la situación, los chantajistas de Bruselas y sus asociados. Nadie está a salvo del chantaje, tampoco Unidos Podemos (a pesar de contar en sus filas con el señor Cañamero, insensible a ese mecanismo). Y así no hay forma humana de hacer política con un mínimo de probidad.
    Nadie ignora que pasado mañana, después de haber hecho lo posible por  ayudar al PP a salvar los muebles, los chantajistas recuperarán el tiempo perdido, exigiendo más recortes donde más pueda doler. Tan odiosa evidencia ata a los negociadores de pies y manos.
    El señor Rajoy finge creer que, gracias a sus políticas, nos hemos salvado. Su papel, aunque tosco e indignante, es bastante más fácil que el de Pedro Sánchez, que tiene que ir de farol, prometiendo medidas sociales que no figuran en el guión de los chantajistas (a cuyo servicio operan los prohombres de su partido, los campeones de la acomodación). Unidos Podemos finge posible un gobierno de progreso con Sánchez y hasta se conforma con un papel secundario, todo con tal de no desafiar a dichos señores de manera frontal. ¿Puede hacer el PP al PSOE alguna concesión social medianamente seria encaminada a salvar las apariencias? Claro que no. Los amos de la situación lo vigilan de cerca. Me temo que tenemos teatro para rato, con gobierno o con nuevas elecciones.

     

jueves, 21 de julio de 2016

EN EL 80 ANIVERSARIO DEL GOLPE DE ESTADO DE 1936

     Nuestros mayores pasaron de la alegría del 14 de abril de 1931, fecha del advenimiento de la República, a los horrores de la Guerra Civil. Impresiona que semejante tránsito fuera siquiera posible en tan poco tiempo. Queda  la gran lección de que es insensato hacer política, o dejar que otros la hagan, como si ciertas cosas no pudieran pasar.
     Los excesos del historicismo,  la milonga del fin de la historia y el interés que pone el poder establecido en borrar sus propias huellas nos privan de este tipo de lecciones. Me será dicho que no sirven para nada, que el retorno de la insensatez es lo único que podemos dar por seguro. Sí y no. De hecho, una lección histórica puede pasar de una generación a la siguiente. ¿Cuántos españoles, con la memoria de “aquello” presente, han contribuido a asentar el pacífico modo de ser que hoy nos caracteriza?  Algo se ha aprendido, con independencia de las polémicas de los historiadores y publicistas. Y desde luego que tampoco cabe desdeñar las lecciones particulares, de político a político.
       Recuerdo, por ejemplo, una tardía confidencia de José María Gil-Robles (a quien tengo por uno de los principales responsables de la tragedia de 1936). A la vuelta de los años, en una cena de lo más distendida,  Gil-Robles confesó que había llegado a la conclusión de que su peor error en tiempos de la República había sido negarse a aceptar la Constitución. Manuel Fraga Iribarne, ahí presente, tomó nota y en su momento, haciendo un esfuerzo supremo, aceptó la Constitución de 1978 y presionó a sus seguidores, más bien hostiles, para que hicieran lo propio. Tenía esta Constitución algunos puntos que le  irritaban (eso de la nación de naciones), pero comprendió que lo trascendental era alcanzar un consenso, no fuéramos a descarrilar como en tiempos de la República.
    Estos días, como conviene al aniversario, se ha hecho especial hincapié en los preparativos del golpe y se ha insistido en algunas generalidades. Falta  espacio para las causas profundas del conflicto. Se plantea lo sucedido en términos de una  confrontación entre fascistas y antifascistas. Yo creo que no hay mucho que aprender de esta figuración del golpe y de la guerra civil, como tampoco de la que nos habla de una batalla entre comunistas y anticomunistas. Es un lenguaje de trinchera, muy maniqueo, impactante aún pero de pobre contenido intelectual. Quedan fuera del campo de visión temas tan principales como el enfrentamiento entre lo moderno y lo premoderno, la poquedad del liberalismo español, el deficiente rodaje democrático, la persistencia de la mentalidad autoritaria, las lacerantes desigualdades sociales o la eclosión de un catolicismo violento, un fenómeno que reclama todavía un estudio en profundidad.
     En rigor,  aunque abundasen los derechistas fascistizados a toda velocidad, los fascistas propiamente dichos fueron muy pocos en el bando sublevado. Los antifascistas, por su parte, eran de tan variada condición que el término termina por confundir. Puesto el acento en el carácter fascista de la sublevación, se ha perdido la oportunidad de subrayar que los preparativos del golpe no obedecieron a una pulsión antidemocrática de corte fascista sino a los concretos intereses materiales del intratable bloque dominante. Es probable que en otro contexto, el golpe no hubiera alcanzado una dimensión totalitaria. No cabe duda de que el fascismo le prestó ideas, ceremoniales y modos, pero, amenos a mi parecer, los golpistas obedecieron  a su propia lógica (mas bien irritante tanto para Mussolini como para Hitler).  En cuanto a la aspiración  a  cortar por lo sano, a exterminar al oponente, considerado un bacilo, no era de filiación exclusivamente fascista, como sabe cualquier estudioso del estalinismo. 
     En definitiva, tras la victoria del Frente Popular en febrero de 1936, la conspiración antirrepublicana, que venía de lejos, cobró un brío tan inusitado como repentino. Fue entonces cuando ese bloque dominante  tuvo un presentimiento fatal, el de que, ahora sí, la República impondría las reformas,  de buen grado o presionada desde abajo, esas reformas pendientes que fundamentaban su razón de ser,  las mismas que habían sido revertidas o bloqueadas durante el bienio negro. Mientras la derecha conservadora, esencialmente antiliberal y antirrepublicana, pudo controlar importantes resortes de poder y tener a su merced a la República, los eternos golpistas no recibieron estímulos ni cantidades significativas de dinero.
      Ahora bien, en cuanto se vio venir un recorte de privilegios y una  verdadera redistribución de la riqueza de resultas de la victoria del Frente Popular,  ya convencidos de que les sería imposible acceder al poder por la vía legal, los líderes de esta derecha optaron por un golpe de Estado en toda la regla. Las justificaciones retóricas del golpe, que todavía se oyen de vez en cuando, no podían faltar, pues se trataba de encubrir un crudo asunto de poder, algo impresentable en sí mismo.
       La élite de esa derecha no estaba dispuesta a ceder en ningún aspecto, nunca lo estuvo, como comprobó en sus propias carnes Manuel Giménez Fernández, un hombre de rectas intenciones (en cuanto quiso hacer valer lo que él creía que era la doctrina social de la Iglesia se vio duramente atacado por sus correligionarios de la CEDA). De lo que se extrae otra lección válida para todo tiempo y lugar. Cuando de verdad están en el alero los privilegios y los bienes de la elite del poder, es de temer una reacción violenta, cruel y vengativa. Y otra más, obviamente relacionada: la imposición o el mantenimiento de una sociedad no igualitaria solo puede ocasionar, tarde o temprano, una desgracia colectiva. A nuestro favor tenemos una sociedad mucho más homogénea en el plano intelectual y material que la de los años treinta. Pero sería una locura jugar con fuego.

lunes, 11 de julio de 2016

¿HACIA LAS TERCERAS ELECCIONES?


      Nos vemos inmersos en cábalas, admoniciones y cálculos, a ver si hay alguna manera de  salir del impasse político. En más de un sentido, seguimos en las mismas, con los mismos cuadros alérgicos, con el agravante de que los discursos de unos y otros están agotados.
       En una situación normal, sería fácil salir de un impasse de esta naturaleza. El señor Rajoy no tendría más que incluir algunas concesiones a sus rivales para hacerse con los apoyos y las abstenciones que necesita para acceder a la investidura. Pero la situación es anormal. Los malos modos y los sofismas nos están pasando factura precisamente en este trance delicado. Hemos llegado a un punto en el que solo sus fieles le creerían a Rajoy si se comprometiese en sede parlamentaria a acabar con el hambre y con los desahucios, mereciendo otra oportunidad.  La desconfianza, no precisamente infundada, es la reina del corral.
       Y además, Rajoy no está en condiciones de hacer concesiones sociales a quienes han rechazado sus políticas por la sencilla razón de que está comprometido con estas al ciento por ciento. Las más altas instancias vernáculas y transnacionales le han dispensado en estos tiempos difíciles un trato muy benevolente, no por casualidad. Según la agenda de los chantajistas de Bruselas ahora lo que le toca es hacer nuevos recortes y profundizar en las reformas neoliberales. En cuanto sea investido presidente, no tardarán ni un segundo en llamar a su puerta con imperiosos golpes. Esto lo sabemos todos (muchos españoles le votaron precisamente para  obedezca).
    En estas circunstancias anormales, es muy comprensible que el PSOE no se aclare.  Puede acabar como el PASOK y lo sabe. Es lógico que vaya por la línea del menor esfuerzo, arremetiendo contra el PP y contra Rajoy, “el indeseable”. Arremeter contra los chantajistas de Bruselas sería cosa bien distinta. Pero, claro, aquí y ahora el problema es que no se puede acabar con el hambre ni retomar el camino de una sociedad más justa e igualitaria porque esas buenas obras no figuran en la agenda. Problema del que se derivan los demás.
     Pedro Sánchez puede crecerse, puede aspirar a ser visto como un presidenciable de rectas intenciones sociales, porque tal manera de producirse no molesta a los chantajistas de Bruselas, muy conscientes de que con ello cumple su papel en el mantenimiento  de la fachada del sistema. ¡Mientras todo quede en gestos y palabras! Si pretendiese eliminar el infame artículo 135 de la Constitución, si pretendiese abolir la Ley Mordaza o dar marcha atrás a la reforma laboral, ya me contarán lo que le pasaría.  Felipe González sería el primero en considerarlo un completo irresponsable.
      Tal y como están las cosas, ni siquiera le es permitido a Sánchez  acercarse a Unidos Podemos.  Y esta fuerza, por su parte, y no nos engañemos, se encuentra asimismo bajo la pesada gravitación de los chantajistas de Bruselas.  O se pliega a las exigencias de adaptación que le plantea el sistema o se las salta. 
     Por mi parte, yo no creo que de mucho más de sí  esta política del avestruz en la que  incurren nuestros candidatos bajo la atenta mirada de las altas instancias. Y esto porque la gente acabará por darse cuenta. Tiene su gracia que Rajoy vaya de traje y Sánchez sin corbata, tiene su encanto la coleta de Iglesias, al parecer de gran valor simbólico (recientemente contrapesada con un rudimento de corbata).  Pero el fondo del asunto no tiene ninguna gracia. Lo más probable es que nos libremos de una tercera cita con las urnas. Tendremos un gobierno de mírame y no me toques, claramente desgarrado entre la necesidad de no hacerse odiar por la gente y la de servir a los amos de la situación. 

jueves, 30 de junio de 2016

SOBRE IDEOLOGÍA E IDENTIDAD POLÍTICA


     La encuesta de mayo del CIS en lo que se refiere al apartado de identidad ideológica es un documento al que convendría volver estos días. Con perspicacia o sin ella, con bondad o malicia, uno atribuye a los distintos partidos tales o cuales rasgos ideológicos, para toparse luego con estudios como este, que le descubren que su particular apreciación no coincide con el punto de vista de la calle, el cual tampoco se ajusta a lo que los partidos son en realidad. La imaginación política juega un importante papel en nuestros asuntos electorales. La encuesta, que ahora alcanza su pleno significado, no tiene desperdicio. Me limitaré a algunas observaciones.
     Destaca el mayoritario acuerdo sobre la definición del PP, la más inequívoca. A juzgar por sus electores se trata de un partido conservador y demócrata cristiano, con mínimas trazas de ecologismo, feminismo, nacionalismo y progresismo. El sostenido ataque de este partido contra el orden de cosas existente, su ejecutoria nada conservadora, esencialmente contraria a la esencia de la democracia cristiana, no parece haber llamado la atención. Y esa ha sido la fórmula del éxito electoral.
      Yo habría imaginado que tanto el PSOE como Unidos Podemos, detalles más o menos, compartían una posición socialdemócrata en la apreciación de la gente. Y no. Se atribuye al PSOE  cierto contenido socialdemócrata, pero no en grado dominante. Lo dominante en su caso sería el contenido socialista, así, a secas. Una minoría atribuye rasgos socialdemócratas al PP, un grupo notable se los atribuye a Ciudadanos, un grupo no mayor que  el los que proyectan este ideario sobre el Unidos Podemos, mayoritariamente comunista a juzgar por esta encuesta.
      Deduzco que en el imaginario colectivo hay una clara incompatibilidad teórica entre UP y el PSOE.  Y mucho me temo que el propio término socialdemocracia no sea del agrado de muchos, en lo que cualquiera puede ver un gravísimo empobrecimiento intelectual. Solo a la luz de esta encuesta consigo entender que a Pablo Iglesias se le haya reprochado  que enarbolase la bandera de la socialdemocracia y que por ello fuese tildado de tramposo. Al parecer, en su momento el PSOE, queriendo ir de revolucionario, no hizo lo que debía para ilustrar a la gente sobre la razón de ser de la socialdemocracia. Y esta lo ha hecho tan arteramente en la práctica que ya no merece el menor entusiasmo, ni respeto siquiera. Me parece triste. ¿Acaso por la izquierda solo hay dos tremendas fuerzas, una socialista a secas y otra comunista? ¡Menuda alucinación!
   Otro aspecto interesantísimo se refiere a la percepción del liberalismo. Según la calle, resulta que, en cuanto a liberalismo se refiere, el PP, el PSOE, Ciudadanos y Podemos están más o menos empatados, con poco contenido todos. Habría que poner la poquedad de nuestro liberalismo en relación con la brutalidad de nuestros diálogos y, por supuesto, con nuestra historia. Ya sea por un poso franquista, ya sea por el daño ocasionado por la variante neoliberal, el caso es que liberalismo suena tan mal como socialdemocracia. Me resulta angustioso; la poquedad del liberalismo solo puede conducir al absolutismo.
       También es interesante  esta encuesta de mayo porque soslaya el neoliberalismo, como si aquí no hubiera partidos de este signo. Pregunta por el liberalismo, no por el neoliberalismo. ¡Parece mentira!

lunes, 27 de junio de 2016

UNA MEDITACIÓN POSTELECTORAL

      Llevamos tanto tiempo metidos en campaña electoral que se nos ha ido un poco la cabeza. De modo que se entiende la euforia del PP, que ha conseguido un número de diputados muy por encima de lo que cabía esperar. Es comprensible que ya no se acuerde de los votos perdidos por el camino, que saque pecho, que celebre su victoria. El problema, vamos a lo serio, es que este partido no parece haberse hecho cargo todavía de su tremenda soledad, ni de las nuevas circunstancias, en las que no podrá ir ni a la esquina con los modales de ayer.
     Mal asunto, porque al PP solo le sería posible gobernar en minoría, algo siempre difícil, y más cuando se ha despreciado al resto de las fuerzas políticas, cuando se han hecho promesas electorales de imposible cumplimiento y se ha abusado del triunfalismo económico. Se diría que las tristes realidades están a punto de saltarle a la cara. Lo que no es para estar eufórico. Recuérdese la cartita que hace unos días el señor Rajoy le escribió a Juncker, comprometiéndose a hacer nuevos recortes después  del verano. Pues eso mismo.
    Uno comprende también la euforia del PSOE, que se ha librado del sorpasso de Unidos Podemos, pero no me negarán que se trata de una euforia de género tonto, si nos fijamos en lo que ha perdido. En realidad, su descendimiento es una clara indicación de que ya no es un partido hegemónico. Sigue corriendo el peligro de acabar como el PASOK.
    Alguien me dirá que exagero, que los resultados electorales del PSOE lo desmienten. Me temo que es solo cuestión de tiempo. La campaña electoral toca a su fin, y con ella los espejismos. Ahora no le queda otra que elegir. De ir simplemente contra el PP  y contra Unidos Podemos no se puede vivir. Allí están el artículo 135, la ley mordaza, los desahucios, el TTIP, etc. Eso de ir de socialdemócrata en teoría y de neoliberal en la práctica no es posible. Y para colmo, todo indica que si se inclina hacia la acomodación al estilo Felipe González, perderá  apoyos por la izquierda, y que si opta por jubilar a este y todo lo que representa, puertas giratorias incluidas, entonces pondrá en fuga a los que creen que se debe poner una vela a Dios y otra al diablo, mucho más numerosos de lo que parece. ¡Menudo dilema!
    Y por último, es muy compresible la decepción de Unidos Podemos. ¡Perder un millón de votantes! Hay que tener en cuenta el fuego cruzado de todos los demás, pero también que hace solo seis meses ni con esas fue posible contener el fenómeno. Se impone una autocrítica en profundidad. Parece que ha asustado a unos y desencantado a otros.
     Vistas las cosas sin euforia ni decepción, ¿habría sido tan maravilloso para Unidos Podemos ganarle al PSOE, o incluso ganarle al PP por los pelos? Me temo que no, porque una cosa es jugar a seguirle el juego al establishment, la especialidad del antiguo duopolio,  y otra muy distinta enmendarle la plana. La sola idea de que se pueda aspirar a tal proeza en solitario, con un puñadito de votos a favor, o con el apoyo del PSOE precisamente y también por escaso margen, me parece demencial, francamente. Es muy probable que más de uno haya modificado su voto por no querer contribuir a semejante delirio.
     Ya sé que hay problemas urgentísimos, como el hambre, los desahucios y la pobreza energética, pero más nos vale que su solución no dependa de asaltar los cielos. En mi humilde opinión, creo que Unidos Podemos haría bien en renunciar a dar la batalla por el poder, ni así fuera solo por una silla. Esto a juzgar por el resultado electoral, por lo harta que está la gente de tanto sofisma, por esos problemas urgentísimos, por la obvia necesidad de sanear el sistema y no fastidiarlo más, y también por la que se nos viene encima. Me refiero a recortes y chantajes de la peor especie, cuya responsabilidad debe recaer íntegramente sobre los culpables, que deben ser desenmascarados como tales. Para lo cual hace falta precisamente una oposición seria y veraz, no pringada en el negocio. Y ese poder para ser una oposición así es justamente lo que las urnas han otorgado a Unidos Podemos.

domingo, 26 de junio de 2016

A PROPÓSITO DEL BREXIT


    Incertidumbre, lamentaciones, pánico también. El brexit no es una buena noticia, tampoco para los europeístas indignados, entre los que me cuento.
     Hay quien imagina que lo sucedido puede dar lugar a una reacción inteligente por parte de los amos de la Comunidad Europea, a los que se supone interesados en evitar su desintegración. Yo no lo tengo claro. Hubo muchas señales de alarma, y como si nada. Si tomamos en consideración las razones esgrimidas para el brexit, incompatibles con un proyecto común, la desintegración ya ha dado comienzo. El auge del nacionalismo de corte xenófobo es de por sí una señal de que a esos señores la cosa se les ha ido de las manos.
     Las autoridades se han empleado a fondo, han movilizado al completo su maquinaria mediática, han metido todo el miedo que han podido en las conciencias, y nada. Los del brexit como si oyeran llover. Pérdida de autoridad se llama esto. Llegará el día en que las buenas gentes harán, por norma, lo contrario de lo que se les pida. La mercadotecnia política empieza a dar muestras de agotamiento. De ello no se sigue una mejor comprensión de las realidades, lo que no dudo en atribuir al daño intelectual acumulado.
      Las gentes del dinero  pondrán en orden sus asuntos de aquí a poco gracias a la complicidad de sus pares del otro lado del Canal y de allende el océano, e incluso ganarán aun más. Sospecho que ni siquiera habría habido referéndum en ausencia de tan obvia perspectiva. A fin de cuentas, a pesar de haber lanzado por la borda gran parte de su contenido social y ecológico, la Unión Europea todavía es  un estorbo desde la óptica de los tiburones más impacientes y feroces.
      Los que se van a llevar una sorpresa tremenda, precisamente por no contar con dichos tiburones, son los partidarios del brexit. Descubrirán que sus asuntos no mejoran, que sigue haciendo falta mano de obra extranjera, etc. Descubrirán, imagino que con espanto, que el Reino Unido está tan desnacionalizado como el que más, que  tal cosa no se remedia por el simple procedimiento de independizarse de Bruselas, descubrirán que el poder no les sirve a ellos sino una minoría transnacional, que ese poder no respeta a nadie, tampoco a los compatriotas, no menos apetitosos que los pakistaníes de tercera generación; descubrirán, en suma, que la han fastidiado, no ahora sino hace décadas.
       Una  de las peculiaridades del neoliberalismo: si por un lado aspira a llevar hasta sus últimas consecuencias la globalización, para la cual la desnacionalización es un requisito, por el otro no tiene mejor idea que atacar el internacionalismo ilustrado y a la idea misma de humanidad, atizando divisiones, excitando lo religioso, lo étnico e incluso lo racial, haciendo llamamientos a lo comunitario, burlándose del multiculturalismo y sus razones. Ya estamos viendo con qué resultados y, de seguir así, veremos cosas mucho peores.
    

viernes, 24 de junio de 2016

LAS TRES FUNCIONES DE UNIDOS PODEMOS

     Mi post anterior ha merecido un comentario valioso, en el que  toma cuerpo el muy llamativo malestar que Unidos Podemos suscita en personas  ilustradas y desprovistas de resortes reaccionarios.
     Se comprende que Unidos Podemos irrite a la clase bienpensante, a sus oponentes directos, a la derecha, a los intelectuales orgánicos del sistema, pero este malestar al que ahora me refiero  se presenta bajo supuestos muy distintos. Yo mismo lo padezco, a veces en forma de síndrome alérgico. Las llamadas de atención y malignidades que figuran en el comentario de mi amigo Juan Ignacio no me son ajenas. Yo también estoy preocupado por el curso de los acontecimientos.
     Me gustaría estar entusiasmado con Unidos Podemos y no lo estoy. Lo que se explica así,  en plan sincero: no soy persona proclive al entusiasmo político (en grado de defecto, no de virtud) y, por otra parte,  se me atraganta el lenguaje posmoderno, lo de arriba, abajo, la transversalidad, la centralidad y demás; se me atraganta el tufo a Laclau y, sobre todo, el dicho de que la dialéctica izquierda/derecha ha sido superada, cosa que no creo y que considero insana desde el punto de vista democrático (no veo funcionalidad posible si se niega el espacio del otro al tiempo que se reniega del propio). Se me atraganta la manía de descalificar la Transición, como también el reiterado propósito de ir a un período constituyente (del que podría salir una Constitución peor que la de 1978).
     Ahora bien, he aquí lo más interesante: tales atragantamientos no me precipitan en los brazos de las fuerzas que se oponen a Unidos Podemos. Y esto porque considero a estas fuerzas  responsables de la desdichada situación en que nos vemos inmersos –responsables aquí y en Europa– y porque, además, las veo necesitadas de una oposición clara y distinta. Sin ese obstáculo llamado Podemos, tanto el PP como el PSOE habrían ido ya bastante más lejos por el camino neoliberal que tienen marcado. Sonará raro, pero creo que, de no mediar Unidos Podemos, perderían la razón.
     Yo puedo poner tales o cuales pegas, encontrar pelos en la sopa, padecer alergias y hasta paranoias, pero no puedo ignorar las trascendentales funciones de esta nueva formación. Aparte de poner límites a las fuerzas hasta ayer mismo hegemónicas, Unidos Podemos desempeña otras dos funciones: la de representar a las víctimas de las políticas de tales fuerzas y la de ofrecer una oposición seria a la barbarie neoliberal.  
      Habrá quien crea que no hay tal barbarie, que estamos en estupendas manos, pero me será permitido que yo agradezca que Unidos Podemos se haya hecho con algunos medios para hacer algo al respecto. El neoliberalismo necesita topar con un límite, o nos destruirá a nosotros y al entero planeta, y no se puede tener a tantas víctimas fuera del sistema político sin perder hasta la última miajita de legitimidad, algo que ninguna sociedad sensata se puede permitir.
    Se puede uno poner de los nervios ante la evidencia de que Unidos Podemos se presenta como socialdemócrata mientras tiene en la trastienda corrientes comunistas y anticapitalistas. ¿Pura confusión? ¿Una tenebrosa duplicidad? Hay opiniones para todos los gustos. Yo creo que Unidos Podemos es en las actuales circunstancias una fuerza socialdemócrata, como dice Pablo Iglesias. En el encuadre cultural e histórico en que nos movemos, es de rigor, el término medio virtuoso que ni siquiera ha sido necesario inventar, el encuadre en el que converge el grueso de la izquierda.
     Con la particularidad de que, justo  por tener en la trastienda dichas corrientes anticapitalistas, no precisamente estúpidas, a Unidos Podemos no le queda otra que ser socialdemócrata de verdad. O no podría  mantenerse sobre sus pies, ni tampoco cumplir ninguna de las  funciones que le atribuyo. ¿Podría cumplirlas desde la marginalidad? No. ¿Y desde la simple acomodación al modo característico del PSOE? Pues tampoco. Y por cierto que esa pluralidad de fondo no es necesariamente mala. La pluralidad es prácticamente el único antídoto que se conoce contra el dogmatismo y la autocomplacencia. Nos hemos acostumbrado a que los partidos se produzcan como un solo hombre, pero no le veo ni la gracia ni la utilidad. (He vuelto a leer el comentario de Juan Ignacio y constato solo le he respondido a medias.)