martes, 15 de julio de 2014

TODOS SOMOS CARLOS


       Ya multado (3.600 euros), acaba de ingresar en la prisión de Albolote el estudiante de Medicina Carlos Cano, condenado a tres años de prisión y un día por haber participado en un piquete con motivo de la huelga general del 29-J. El mismo castigo, por la misma razón, se cierne sobre  Carmen Bajo, ama de casa.
      En estos momentos hay otras cuarenta personas bajo la amenaza de ir a la cárcel por haberse manifestado, a lo que debemos sumar un millar de multas administrativas repartidas a saber cómo  pero con efectos disuasorios claros y distintos, no solo para los afectados sino para la gente en general, también para mí.
     No estamos ante incidentes desgraciados, sino ante un modus operandi digno de reflexión.  El poder establecido tiene bien claro que la gente debe ser amedrentada como parte de la tarea de desplumarla. Y procede técnicamente, con su habitual sangre fría.
     Todavía estamos en la fase de los avisos a navegantes, en la fase de fingir que aquí no pasa nada, siendo todos unos campeones de las libertades. El problema, vistas las cosas en términos históricos, es que una vez puesto en marcha el mecanismo represor y ya pisado a fondo el acelerador  de las reformas antisociales, dicho mecanismo, por su propia naturaleza, va a más, precisamente en casos como este, en los que el poder no tiene nada positivo que ofrecer. Lo sabemos por la triste experiencia de otras épocas. 
      Eso de encarcelar a unas personas inofensivas, como lo de poner multas, no es un invento de este gobierno. Es una práctica perfectamente conocida. Y estas cosas se sabe cómo empiezan, pero no cómo acaban. De ahí la tristeza y las malas sensaciones que me produce el encarcelamiento del joven Carlos Cano, todo un símbolo de la ruina moral que nos amenaza.
    [Carlos Cano ha sido excarcelado y la amenaza de ir a prisión que pesaba sobre Carmen Bajo ha quedado en suspenso. Estas noticias me alegran mucho. Falta por saber si, en efecto, las condenas son anuladas.]

LLEGA PEDRO SÁNCHEZ

     Al parecer,  dos elementos de juicio han producido cierta alergia (su pertenencia al aparato del partido socialista y su pasajero acomodo en el escenario de Caja Madrid en tiempos de Blesa); pero ahora lo único importante es qué va a hacer, cómo se las arreglará para dotar de sentido al relevo de Alfredo Pérez Rubalcaba.
     De lo que haga Pedro Sánchez dependen, en buena medida, la suerte PSOE, en un tris de acabar como el PASOK, y el destino de la democracia en que habitamos. Este joven profesor de Economía se ha echado a la espalda una carga pesadísima. Ojalá que salga bien librado, pues de su buen hacer depende la desactivación inteligente de algunos problemas que, largamente incubados, podrían saltarnos a la cara de un momento a otro.
     Por fortuna, en todo caso, es demasiado joven como para endosarle la responsabilidad por los yerros que nos han conducido a este desfiladero. Puede pasar con honra a la historia o salirnos rana y acabar como Venizelos. Los ánimos no están para bromas. No basta una faena de maquillaje para salvar al PSOE, ni tampoco eso de poner una vela a Dios y otra al diablo. Le apetezca o no, tendrá que ser original, pues no puede regirse por el modelo de sus predecesores.  Hollande, el Venizelos francés, nada le puede enseñar. Cualquier salida a lo Blair sería su ruina.
    Como considero que la única manera de hacer frente a la bestia  neoliberal, que ahora se relame a la vista del gran festín por ella preparado con motivo del tratado entre EE UU  y la UE, considero que es un deber de la izquierda sumar fuerzas. Y en esta línea, creo que una de las tareas de Pedro Sánchez es guardarse de alimentar los motivos de discordia y tender puentes donde no los ha podido haber. Así, por ejemplo, creo que haría bien en no caer en una fácil descalificación de Podemos. Bien está que el señor Felipe González se declare miembro de la casta, como el señor Montoro. Pero ojalá que él no haga lo mismo. Y ojalá que tampoco imite a Susana Díaz, que  se declaró de “la casta de los fontaneros”, en relación con el muy respetable oficio de sus familiares. No están los ánimos, insisto, para este tipo de boutades. Aquí se está con el 10% ó con el 90% de los españoles, lo que no tiene ninguna gracia, como soy el primero en admitir.
      Tampoco me parecería feliz que descalifique indirectamente a Podemos por el expediente de arremeter contra el “populismo” (y ya lo ha hecho).  ¿Quién está aquí lo suficientemente libre de populismo como para permitirse esa listeza? Y francamente, en el contexto actual los discursos antipopulistas no presagian nada bueno, ni democrático, pues se apunta a dejar a la gente inerme ante las medidas antipopulares que forman parte del catecismo neoliberal.
      ( Los fanáticos neoliberales se han olvidado de las promesas populistas que les permitieron abrirse camino (capitalismo popular, sociedad de propietarios, etc.), lo que indica la malicia del rollo que ahora nos sueltan con su habitual asertividad, que no le consienten a nadie más.)

     En definitiva, le toca a Pedro Sánchez  establecer de qué lado está el PSOE, para lo cual no le queda más remedio que acordarse de Pablo Iglesias, el mayor, y dar por concluida la era del socialismo acomodaticio y servil.