jueves, 1 de diciembre de 2011

HABLA SARKOZY

    Cuando las alarmas sonaron, en el 2011,  bien hecho el diagnóstico de la situación, Sarkozy propuso la " refundación del capitalismo". La salvación pasaba por algo grande, comparable, por lo menos, con los acuerdos de Bretton  Woods. Nada se ha hecho al respecto, tampoco él, que ahora nos propone, simplemente, la "refundación de Europa", a realizar en clave de austeridad.  Valor sí que tiene, pues habla y muestra sus cartas, cosa rara en un escenario político donde, a falta de propuestas serias y decentes, otros se conforman con breves comunicados y calculadas conferencias de prensa. Pero no es que él tenga propuestas serias y decentes, no.
      A creer a Sarkozy, la jornada de treinta y cinco horas y la posibilidad de jubilarse a los sesenta años han sido los grandes errores. ¡Acabáramos!  Ha vuelto a repetir que lo más importante es el "trabajo duro".  Ni una palabra de autocrítica, nada de nada. Cuatro mil franceses notables escucharon el mensaje publicitario presidencial sin hacerle ascos, como si aquí todos tuviésemos que estar de acuerdo con poner a Europa al servicio del Comité del Dolor integrado por banqueros, grandes empresarios y gigantes de las finanzas.
    Y esto aparece en primera plana, mientras la acción combinada de los bancos centrales de ambos lados del Atlántico se apresta a insuflar una impresionante cantidad de dinero al sistema, es decir, a la banca privada. Esta acción indica que   que la pirámide de Ponzi planetaria está  a punto de derrumbarse definitivamente. La puesta en escena ha sido de lo más cuidadosa, para que el ciudadano desprevenido y bien pensante no tenga la impresión de que se repite la jugada de hace tres años (una socialización de las pérdidas en toda la regla e incluso algo más, pues hay un descarado e incontrolado trasvase de riqueza hacia arriba).
    Sí, claro que se va a hacer todo lo posible para que los europeos no se vean metidos en un corralito y luego en un corralón, pero a su costa. Y Europa, si se impone la línea de Sarkozy, a buen seguro que va a perder en el envite su singularidad, irritante desde la óptica del capitalismo salvaje, necesitado de esclavos.
    Desde esta óptica es intolerable que los ciudadanos europeos tengamos más derechos que los norteamericanos y los chinos.  Por eso no se va a hacer otra cosa que seguir ayudando a los tiburones de las finanzas con una mano, al tiempo que con la otra se laminan los derechos que tanto esfuerzo costó conquistar a nuestros padres y abuelos. 
    

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