miércoles, 14 de abril de 2010

LA POLÍTICA DEL JUZGADO

   No me parece normal que el debate político se traslade a los juzgados. ¿No será este un pequeño anticipo de la política del futuro? Esperemos que no. Lo que está claro es que, si se meten bajo la alfombra ciertas responsabilidades históricas, acaba por ser necesaria la intervención de un juez como Garzón. Pero ahora resulta que lo acusan, a pesar de los matices de su auto, de prevaricación, y que corre el peligro de ser inhabilitado por veinte años. De ahí pasamos, sin posible remedio, a que sus acusadores se vean asimismo acusados de prevaricación. La cosa va para largo, como el Estatuto catalán, no por casualidad atascado en el Tribunal Constitucional. Si las cosas se hubieran hecho bien, no habría llegado allí y el alto tribunal no se vería forzado a tomar decisiones políticas.
   Ya estamos todos  pendientes, con esquinada mentalidad de leguleyo, de tal o cual frase, sin el menor avance político, como si aquí siempre hiciera falta una autoridad superior, encargada de establecer la blancura o la negrura de asuntos que a todos nos compete. En lo tocante a la trama Gürtel, por ejemplo, vivimos pendientes del sumario, cada vez más gordo, a la espera de la sentencia, ya que no de de unas consecuencias políticas  lógicas e inteligibles.
    Y por encima, un lenguaje tremendo: una manifestación de apoyo a Garzón se convierte en un golpe de Estado contra la democracia, en guerracivilismo; el  fascismo está alojado en el Tribunal Supremo, se responde; lo de Gürtel se convierte en una conjura policial contra el PP, nos dice Alvarez Cascos, como si la cosa tuviera ramificaciones judiciales mucho más complicadas... Si se menta el Estatuto catalán, se oyen cosas tremendas también: que España se rompe o que  o Cataluña sufre una asfixia intolerable.  Yo no lo veo normal. 

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