miércoles, 17 de marzo de 2010

LA IZQUIERDA ACOMODATICIA Y LA DERECHA ENVANECIDA

  En los próximo años veremos qué tal le va al sistema político, teóricamente basado en el consenso entre gobernantes y gobernados. Como bien nos ha hecho notar James Petras,  dicho sistema  se ha desplazado, todo él, hacia la derecha.
   Bien está que derecha e izquierda no choquen como ciegas placas tectónicas, pero no estoy nada seguro de que se obre con tan loable propósito. Se oyen demasiados insultos. Hay gente que parece empeñada en hacer chocar dichas placas, como si  nadie creyera posible que se produzca un terremoto. Hay mucho irresponsable suelto, convencido de que se puede abusar indefinidamente de ese bien precioso llamado legitimidad.
   La izquierda se ha vuelto acomodaticia, confiando en las bondades de la democracia de audiencia y en los regentes de la economía planetaria, exponiéndose con ello a que buena parte de sus electores se queden sin representación política normal. La vemos operar sobre asuntos interesantes pero secundarios, como el matrimonio entre personas del mismo sexo, la igualdad  de género o el  aborto, pero sin tomar la iniciativa en los dominios de la economía, donde va a remolque de lo que digan dichos regentes.
   La pérdida de contenido de la izquierda  explica su profunda crisis de identidad y su indecisión. Por su parte, la derecha, grande o pequeña, se aprovecha de la situación, ya metida en una mutación de alcance impredecible. La derecha tradicional  aprendió a no pasarse de la raya, la de ahora ha redescubierto a Ricardo y a Spencer a la vez y se ha tomado al pie de la letra la indicación de Hayek, en el sentido de que no hay que ser “conservador”.  Vamos a ver hasta dónde la lleva su originalidad.
    Duras enseñanzas históricas hicieron posible el sentido social de personajes de derechas como Adenauer o De Gaspari. Olvidadas dichas experiencias (sobre las que se basó el consenso de la posguerra y la promoción de la clase media, así como la fecunda dialéctica de democristianos y socialdemócratas), la derecha de hoy va a lo suyo con desenvoltura creciente. La idea de repartir el pastel pertenece al pasado, como el propósito de cultivar la cohesión social.
   La izquierda acomodaticia y la derecha desenvuelta pretenden ofrecernos, palabras más o menos, una versión así o asá del capitalismo salvaje, al que, por supuesto, tendremos que llamar “economía de mercado”. La publicitada creencia de que ya no tiene sentido hablar de izquierda y derecha, como la historieta del fin de la historia convienen al extraño negocio. Pero no pasan de ser cuentos posmodernos, que ya veremos cómo aguantan los embates de la inclemente realidad que se nos ha echado encima.

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