jueves, 4 de marzo de 2010

CON LAS PENSIONES NO SE JUEGA

    En plena crisis, se habla de retrasar la edad de jubilación, de prolongar el período de cotización, siempre con la idea de que “así no se puede seguir” y de que todo el sistema se encuentra en peligro. Vamos  a cómo se las apaña el Estado mínimo con las responsabilidades  de un Estado de bienestar de por sí insuficiente.
  No es de recibo que se hable precisamente ahora de las pensiones, como si los trabajadores, los parados  y los pensionistas se hubieran corrido una formidable juerga a costa del erario público.  Y esto empieza a oler a cuerno quemado. Algunos parecen haber olvidado que vivimos en la era del dinero fiduciario, basado en la confianza, y a mí me tranquilizaría saber que el dinero de las pensiones se encuentra garantizado por hermosos lingotes de oro. Con tantos tiburones rondando, metidos todos en una pirámide de Ponzi, es como para echarse a temblar.
   Mientras el estado se achica, mientras sueña con nuevas privatizaciones, mientras deja escapar a los contribuyentes gordos, mientras el dinero de las cotizaciones da vueltas por ahí en forma de vaya uno a saber qué mágicos productos de ingeniería financiera, ¿quién puede respirar tranquilo? Para los que sólo piensan en hacer formidables negocios sería estupendo que los trabajadores mantuvieran, ellos solitos,  a los jubilados. La idea de que lo hagan a crédito no es mala tampoco, porque aumenta las posibilidades de juego y de eso que se llama dominación.

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