lunes, 1 de junio de 2009

DE LA CRISIS COMO “OPORTUNIDAD”

  Un amable comunicante considera que mi visión de la crisis económica es demasiado pesimista y me invita a pensar al confuciano modo, en el supuesto de que toda crisis es también una oportunidad. Y tendrá que perdonarme, porque sólo sé volver a las andadas y no veo “brotes verdes” por ninguna parte. 

   La crisis representa una oportunidad, pero, claro es, no para el común de los mortales, sino para quienes se encuentran en condiciones de apalear millones y de hacer valer su poder a mayor gloria de los grandes negocios. La ocasión es excelente sólo si de lo que se trata es de llevar  hasta las últimas  consecuencias la revolución de los muy ricos y de las gigantescas corporaciones  transnacionales.

   Considero muy sintomático que no se haya vuelto a hablar de “refundar el capitalismo”. De hecho, todos los esfuerzos de las altas autoridades económicas apuntan –con los recursos presentes y futuros del honrado contribuyente– a remendar el sistema, sin la menor intención de alterar el orden de cosas existente.

   Había que salvar a los bancos y al sistema financiero, claro es, por cuanto en la era del dinero fiduciario, basado todo él en la confianza, la cosa se estaba poniendo realmente fea, pero si se habla de algo es de rebajar los salarios, de prolongar las jornadas de trabajo, de despidos en masa, de revisar el sistema de pensiones y, en general, de “dinamizar” el mercado de trabajo, de nuevos impulsos privatizadores, en suma, de cumplir las aspiraciones de la escuela neoliberal, que lejos de llorar sus culpas se apresta a aprovechar la oportunidad… Ahora se trata de acabar de una vez con el sueño europeo, como antes se acabó con el sueño americano y como se acabó, hace ya bastante tiempo, con cualquier sueño del desventurado sur.

   La presente crisis será incluida por los historiadores en el capítulo consagrado a la revolución de los muy ricos, iniciada sigilosamente a principios de los años setenta. El capitalismo, que ahora llamamos “economía de mercado”, tiene una impresionante capacidad de reacción y, de hecho, ya ha empezado a digerirla. Vivimos bajo el signo de un crudo neodarwinismo social, vivimos a la sombra de Ricardo, y las lindas palabras ya no bastan para encubrir tan desagradable encuadre histórico.

    Eso sí, no hace falta ser ningún genio para predecir que, olvidadas las lecciones de los siglos XIX y XX, la presente revolución de los muy ricos acabará teniendo consecuencias políticas y sociales desastrosas. Sin duda, es el momento de releer el libro de Naomi Klein, La doctrina del shock – El auge del capitalismo del desastre, ya no con la tranquilidad de un espectador, sino con el acaloramiento de quien tiene buenas razones para temer por su sustento. 

1 comentario:

  1. Es curioso que leyendo esta entrada del blog casi 3 años después aún tenga vigencia... Muchas gracias

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